(Concord, Massachusetts. En la actualidad)
Habían transcurrido ya seis meses desde aquella terrible noche de brujas.
El entierro de Robert. Fue un día frió de otoño, con algo de viento y el cielo totalmente despejado.
Estábamos en el cementerio, el cual no cuenta con una organización como en otros, por así decirlo, ya que puedes encontrarte lapidas por donde sea, algunas un tanto mas arriba de otras, gracias al relieve natural del área donde este se encuentra. Las lapidas algunas más altas que otras y como si entraran en su grupo, altos árboles, siendo en algunos casos el espacio intermedio entre ellas. Sus hojas en su mayoría de un color anaranjado y amarillo, dejando a las de color verde, que aún se pueden observar en minoría, sobre el suelo. Lo que más llama la atención del cementerio, son sus tumbas de piedra, algunas criptas familiares, sobre las cuales se encuentran estatuas de ángeles sin rostros bien definidos, solamente las siluetas de ojos, nariz y boca, algunos miran hacia el suelo, otros llevan en sus manos velas, cruces, y los demás sus manos vacías abiertas o cerradas. En otras hay vírgenes con sus rostros melancólicos, es difícil no dejar de pensar que te están mirando cuando pasas enfrente de alguno o cuando recorres el cementerio, aunque tengas la certeza de que son de piedra y no podrían hacerlo.
La mamá de Lee estaba inconsolable, su padre, estaba claro, que se hacia el fuerte para darle soporte a ella y su pequeña hermana Su, no sabia en realidad lo que estaba pasando, simplemente caminaba entre las personas con su muñeca del brazo. Hubo un momento en el que comenzó a llorar, pero esto fue al ver que su mamá lo hacía.
No pude resistir mucho estar ahí, viendo todo y al saber en realidad lo que había pasado con él, así que aproveché para ir a la tumba de mis padres. Le pregunte a Sam si quería acompañarme, ya que las tumbas de mis padres y la de su mamá estaban juntas. Pero prefirió esperar con los chicos, la entendía, tenía apenas un año de la muerte de su mamá y al ver lo de Robert, sería mejor que fuera cuando ella se sintiera preparada.
Ahí estaban, las dos lapidas perfectamente alineadas. Sobre una, los nombres de mis padres y en la otra el nombre de la mamá de Sam. Me senté enfrente de ellas. No recuerdo muy bien el día que los enterramos, tenía unos tres años y el tema nunca ha sido abordado por mi mami, así que cuando pude venir yo sola, no dude en hacerlo. Cuando estoy frente a ellos, les suelo contar todo lo que me pasa y siempre que me retiro, mientras me alejo de sus tumbas, siento que no me despedido tan bien de ellos, que me faltaban palabras, pero nunca sé que más decir, solo en mi mente repito que los amo, los extraño, que quizás las cosas serían diferentes si ellos estuvieran aquí, que mi mami hace muy bien sus roles pero que a veces siento que son muchos roles para ella, que tanto Chels y yo necesitamos saber y sentir que era tener una mamá y un papá con nosotras.
Ahora al estar en el funeral de Lee y recordar el de la mamá de Sam, agradecía que Chels y yo fuéramos muy pequeñas, con el de nuestros padres y no recordáramos nada, no hubiera soportado verla como la pequeña Su.
- ¿Todo bien? - Max apareció y no me quedo de otra mas que limpiarme las lágrimas, levantarme y darle un poco la espalda. - ¿Qué pasa? - se acercó inmediatamente a mí.
- Nada, no te preocupes. – le conteste y solo se me quedo mirando, sabía que había escuchado todo lo que les había contado, pero no dijo nada, simplemente me abrazo muy fuerte.
- ¿Son las lapidas de tus padres? - asentí.
- Las de mis padres es esa. - señale la de la derecha. - y la de la madre de Sam es la que está junto.
- No sabia que la madre de Sam había muerto.
- Si. - me separe un poco y voltee hacia ella. - fue hace apenas un año, al parecer la asaltaron en el bosque.