Capítulo I:Encuentro en un bar

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Estaba en una taberna de mi barrio, como en todas las ocasiones me encontraba solo, bebiendo un vino en copa de cristal, con la mera compañía de la camarera que se limitaba a mirarme con unos ojos azules expresivos que con un solo pestañeo sabias en que estaba pensando, seguramente pensaba en el porqué de la situación en la que me encontraba, un hombre adinerado siempre solo en un bar como ese, ese hombre era yo, un chico de 24 años y una abundante fortuna.

La razón es muy sencilla, desde siempre me ha gustado la tranquilidad, ser un pájaro libre, un hombre hecho y derecho sin compromisos más que vivir de las rentas que en un pasado logro gracias a su ingenio y vivir de la manera que le apetezca en el momento, como un lobo solitario, que aunque en compañía de la gente se divierte, es capaz de no dejarse influenciar por la opinión de la gente ni pasar malos momentos por problemas diarios de las personas como es el de pelearse con un amigo o con una novia.

Allí estaba yo, sentado en un taburete en la barra del bar, un taburete que quedaba a espaldas de la puerta, un lugar que poseía gran situación estratégica, dónde se podía escuchar el llanto del bebe de la mesa de la esquina del fondo, visualizar a la pareja de ancianos que su jubilación se la pasan entera sentados en la misma mesa y escuchar la conversación de dos obreros de la construcción quejarse de los impuestos.

Mientras le pedía otra copa a la camarera, escuche el chirriante ruido de las bisagras de la puerta al entran un cliente, en ese momento, en el bar se extendió un silencio que abarcaba cada espacio de ese lugar, un silencio que en vez de paz proporcionaba preocupación, de pronto, todas las miradas se dirigieron a mi espalda, en un primer momento sabia que lo que había entrado por esa puerta era deslumbrante, todos los rostros a lo que alcanzaba ver estaban ocupados por unos ojos abiertos como platos, mi segundo pensamiento fue en darme la vuelta para ver lo que ocurría, pero pensé mejor en seguir a lo mío, pero dada la circunstancia en la que a la espera de la siguiente copa la camarera seguía asombrada decidí darme la vuelta disimuladamente.

Una mujer de esbelta figura, con la mirada del tigre en los ojos, unos ojos pardo brillantes y penetrantes, que con una mirada sedujo de encanto todo el entorno, era una chica alta y atractiva, labios con carmín rojo en los que te perdías con los ojos, ya no me dio tiempo a fijarme en nada mas, en ese preciso instante entendí ese silencio que poco a poco se disipaba.

Mire hacia la copa vacía que tenía en frente, a la espera de que la camarera reaccionase y me sirviera otra, y sentí como una persona se sentaba a mi lado, era la chica de antes, con su vestido provocante y a la misma vez intimidante, ella segura de si misma cogió mi copa sin descaro pero con elegancia, miro los restos de vino cuidadosamente, olió la copa y saboreo las últimas gotas que quedaban, instantáneamente dijo:

-Buen gusto al sabor exquisito, poca gente aprecia un buen vino,

Y sin demorarse un segundo mas, nombro sin fallo alguno, el nombre del vino y la añada, sin duda no era una mujer aficionada, y tampoco modesta, ya que solo la copa de ese vino costaba más que todo lo que el resto de clientes habían pedido juntos, y pensé en el mismo motivo por el que me miraba la camarera, el porqué de que una chica con sus características había acabado en un lugar como ese, sentado junto a mí.

Una vez me miro directamente, sin desconfiar me sentí cómodo y seguro, y entablamos una conversación:

-si no te importa que te pregunte ¿qué hace una chica solitaria como tú en un bar como este?

-la pregunta es sencilla, ¿como un lobo solitario como tu esta bebiendo solo?

Mientas me pensé en que contestarle, ella pidió una botella de vino a la camarera.

-siempre vengo aquí solo, me pido mi copa de vino mientras observo la vida de los demás, y después me marcho a mi casa.

-una vida solitaria y me preguntas a mi porque estoy sola, eso no tiene sentido, ¿no cree?

-claro que no- me reí sutilmente- aun estoy esperando tu respuesta.

-la respuesta es complicada, se me ha roto el coche y no puedo volver a casa, podría pedir un taxi, pero huelen mal y además, mi chofer está de vacaciones.

-eso sigue sin ser una respuesta lógica.

- ya te lo he dicho, es complicado.

-Si quieres te llevo yo, mi coche esta aquí al lado.

-No hace falta.

Y antes de que siguiera hablando le interrumpí

-Insisto.

Ella acepto mi propuesta segura, como si fuera lo que estaba buscando al entrar por la puerta, sin demorarnos ni terminar las copas, deje un billete en la barra y Salimos del bar. Recordé donde había estacionado el coche mientras me percataba del frio húmedo que se notaba en el ambiente, mire a la chica y me fije en como temblaba, su ropa sin duda no era la apropiada para ese frio invernal, gentilmente me quite la chaqueta y la pose en sus hombros, su respuesta fue una mirada y una sonrisa preciosa, capaz de cautivar a todo hombre viviente en la tierra.

Me aproxime a mi coche, un camaro azul media noche, que daba la coincidencia que lo había lavado cuidadosamente esa misma mañana, y que al estar debajo de una farola, resplandecía como el primer día de sacarlo del concesionario, con ese interior de alcantara color rojo vino que en el momento que abrí el coche y se encendieron las luces de neón, deslumbraban elegancia.

De camino a su casa, se hizo un incomodo silencio, con el único sonido del potente motor del coche. Pero de pronto, ella con toda la confianza del mundo me empezó contar su interesante vida, con su clara y cálida voz, que hizo que me sintiera seguro y también le contara un poco de la mía, desde ese momento me di cuenta de que esa chica tenia motivación y el autoestima por las nubes, me fije en sus movimientos seguros y precisos, y en sus palabras desafiantes, y por más que abusara de confianza, no me sentí incomodo, es más, eso me ayudo a sentirme más seguro hablando con ella.

Mientras la conversación progresaba, estábamos mas cerca de su casa, hasta llegar a una puerta grande de metal, que nada mas acercarnos se abrió dejando ver un jardín iluminado por farolillos, y detrás de este, una mansión enorme, que no era de extrañar dado la zona en la que se encontraba, era la zona más privilegiada de la ciudad, allí me di cuenta de que ella también era rica.

Nos despedimos, mire como se desvanecía mientras la puerta se cerraba, y de vuelta a mi casa me di cuenta de que no sabía ni su nombre ni su número de teléfono, pero tenía el presentimiento de que nos volveríamos a ver.

Soy Su Juguete SexualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora