Capítulo 4.

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|Flashback|

En este entonces tenía dieciséis años. Convivía libremente con Jeffrey, podría decir que era la única persona con la que me veía en el futuro, tal vez para siempre.
Lo amé como a nadie, le di lo que ha nadie me había atrevido a darle; mis sentimientos y mi pasado.

Admito que al principio no todo era fácil, fue complicado en su momento pero después se volvió cómodo y hasta bonito.

Él con su locura.
Su locura era inmensa, si, tiene problemas mentales. Sin embargo, era un loco con grandes sentimientos.

Sé lo que piensas. ¿Cómo puede un asesino serial tener sentimientos? Es aún así un ser humano.

Llegamos al punto donde todo llegó a su fin, o al menos hasta ahora lo creo.

Cómo suponen yo convivía también con los demás, si, esa gente al igual a Jeffrey.
Gente fuera de cordura, notas mentales enfermas, mente severamente dañada.
Lo hice pues según yo podría ser igual, peor o mejor a ellos. Soy ilusa.

Dicho día llegó.
El día donde me quise ir porque me sentía en peligro. Digo, una persona normal como yo, con problemas de depresión, problemas de drogas, alucinaciones y demás después de todo no era normal, pero no como ellos. Jamás como ellos. No me lo perdonaría acabar con una vida que tal vez estaba arrepentida de todo lo que había hecho en el pasado, que tal vez merecía vivir y no morir.

— Si lo siento, no puedo con esto. ¿Eres consciente con lo que me estás pidiendo? Estas enfermo, me das asco.

— Hazlo si quieres, o hazlo si no te queda otra opción. Más te vale elegir cuidadosamente, no lograrás estar mucho tiempo aquí, claro si no mueres —dice con esa sonrisa escalofriante, de locura—

— No soy religiosa, pero necesitas ayuda de Dios.

— ¿Crees en él? ¿Dónde está? No lo veo, sin embargo yo soy real.

Estira hasta mi mano un cuchillo, pequeño pero con el suficiente filo.
No pienso hacer la dichosa misión para ser aceptada aquí, en este mugre lugar.

— Te lo metes por el ano, no lo haré.

Este ignoró mi comentario y se marchó.

Mientras estaba observando hacía la nada, metida en mis pensamientos, deseando haberme ido y no haberlo conocido.

— Demonios mujer, ¿Porque eres tan estúpida? —me digo a mí misma—

Me levanto y abro la puerta de la habitación principal (sala). Prosigo a buscar a Jeffrey.

Ni de coña me quedaré aquí.

Logro ver a lo lejos a Jeffrey, creo que está charlando con Jane.

— Ah, es que... Es lo que me faltaba.

Me acerco a Jeffrey, apartó a Jane y luego lo llevo hasta el estanque cerca de la cabaña, para ser más específica; se encontraba en la parte trasera de la cabaña (o patio). Este era algo más grande de lo normal.

Hubo un incómodo silencio. Hasta que decidí hablar después de aproximadamente dos minutos.
Nuestras miradas chocaban. Al igual que la de Jeffrey era fría, con expresión de odio o desprecio.

— Me voy.

— ¿Segura? Te lo digo por última vez Anabelle, si te largas no regresas.

— Lo siento Jeffrey, ya he durado lo suficiente aquí. No pertenezco aquí.

Mientras le daba la espalda y dispuesta a irme este me toma fuerte del brazo a lo que sin medida alguna agarro con fuerza el cuchillo que me había dado este y lo clavo en su estómago.

No había marcha atrás, sentía que era mi momento, el momento de descargar esa frustración dentro de mí pero también mi frenesí.

Una, dos, tres...

En un frenesí de locura sigo clavando el cuchillo en diferentes lugares de su cuerpo, hasta sentirme cansada lo dejó tirado en un gran charco de sangre.
Puso los ojos en blanco y con dificultad intentaba respirar.

— Ni de coña me quedaré aquí —repito con una gran sonrisa—

Al cabo de días me sumergí en una gran depresión por lo sucedido. Convencida de que había muerto por mi culpa.
Mientras todo el transcurso de cinco años decidí internarme en un psiquiátrico.

Pero descubrí que estaba vivo.
Sabía que me iba a arrepentir de esto, y lo hice y lo sigo haciendo.

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⏰ Última actualización: Oct 16, 2018 ⏰

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