Esa vez, me quedé en la plaza hasta la noche. Ya nadie quedaba en las hamacas, sólo yo.Bien sabía que en la oscuridad la calle se hacía más peligrosa, y más con once años de edad recién cumplidos. Pero me gustó el silencio y me quedé un rato más.
Cuando mi reloj dio las doce y doce, de la esquina se asomó un chico, de unos ocho años, con una máscara de cerdo.
"Debe venir de una fiesta de disfraces" Pensé.
Detrás de él, llegaron más chicos y chicas, con máscara de animales: un toro, una vaca, un pez, un tigre, una jirafa, un pato, un jabalí...
Me sorprendí un poco, pero no lo suficiente para notar lo raro de la situación. Detrás de los árboles se asomaron, perros y gatos, con máscaras de personas: de niños pálidos, de adultos, de ancianos con rostros arrugados, de bebés...
Ahí sí me pareció una locura. Ya no parecía que volvieran de una fiesta.
A pesar de todo, la curiosidad fue mas fuerte y me quedé.Animales personas y personas animales, se reunieron en un círculo y empezaron a sacar aerosoles, pinturas y pinceles.
Los chicos se dispusieron a pintar las paredes, todo en absoluto silencio, sin decir una palabra. Ninguno notó que los miraba aterrado, una suerte para mí porque no podría contarles la historia.Dibujaron símbolos a los que no encontré significado, una especie de mandalas plateadas, rostros extraños... cuando terminaron, tomaron sus cosas y se fueron por dónde vinieron.
Salí corriendo a mi casa, con el corazón latiendo a mil y un montón de cosas en la cabeza que no podían responderse.
Al día siguiente, los extraños dibujos que habían hecho, ya no estaban.
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Mi repisa de relatos
RandomHistorias cortas, cuentos que cruzaron mares para llegar a tus manos, convertidos en tinta y papel. Para curar malos días, para acompañar tardes de lluvia, para sentirse acompañado en noches oscuras (y no precisamente de alguien agradable). Abrí la...