Obseción

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Helga. G. Pataki siempre ha estado perdidamente enamorada de Arnold S. hasta el punto de crear altares en su honor, de escribir maravillosa poesía inspirada en su persona, de espiarlo desde el transparente techo de la habitación del joven de ojos esmeralda, de donde se pueden apreciar la estrellas.

¡Y que la condenasen! ¡Que la condenasen por loca, por obsesiva! ¡No podía evitarlo! es que estaba tan obsesionada con el rubio que no podía evitar, por más que quisiera, que lo intentase, no podía evitar el hecho de resguardar como unos de sus mayores tesoros todo lo que Arnold siquiera tocaba. Y a quien engañaba ese chico era realmente, su obsesión.

Estaba tan pendiente de su vida, que cada vez que su secreto amor de rubios cabellos tenia un problema, todo su mundo retumbaba, ¡No! ¡Es mas sufría un tsunami! Hasta que lograra resolver el asunto que agobiaba a su amado Arnold.

Escribió catorce volúmenes de poesía inspirada en Arnold. Y que. Eso no significaba que haya perdido la cordura, muy por el contrario él la mantenía cuerda, porque mientras lo tuviera cerca porque mientras estuviera allí, mientras ella se mantuviera persistente, no se lanzaría al abismo de la locura.

Porque ella era Helga. G. Pataki y no se amedrentaba, no podía concebir el hecho simple y charo de que "su" cabeza de balón fuera tan iluso y le gustaba resguardar eso de él, no importa cuanto sacrifique si al final del dia podía ver la cara sonriente del chico.

Aunque el piense que las cosas se resuelven solas, por la benevolencia de las persona que cree tan firmemente que cambiaron de o piñón, por pensar en sus palabras, cuando en realidad necesitaron que le refresquen la memoria, y ese es su trabajo cuando su amado Arnold no lo consiguió.

Un ejemplo de eso fue en navidad cuando encontró a la hija de ese hombre. Porque no sabia que regalarle a arnold.

No conseguía evitar suspirar cada vez que lo admiraba en secreto, ¿porque no intentaba decirle lo que sentía? ¡Que absurdo! Dirán muchos pero ¿y si la rechazaba?

Tenia miedo, sus temores infundados se escondían en el fondo de su ser, ¡Oh, su amado, Arnold cuando podría ver atreves de su exterior para ver el ser que se escondía en lo profundo!

Lo amaba, lo amaba tanto pero en definitiva no podía ir y declararse asi nada mas, necesitaba uno de sus elaborados planes o tal vez no tal vez solo...

... Solo tendría que ir y hablarle como una persona normal y que las cosas siguieran su curso... ¡No claro que no! Que idea mas loca.

El estar encerrada en su habitación estaba nublando irremediablemente sus ideas, tendría que salir a caminar pero..., ¿a esta hora?, No lo sabia. El cielo estaba pintando de hermosos colores cálidos y luego seria seria remplazado por la tenue oscuridad que se intensificaría, para dar como único farol natural, la luna.

Abrió con cuidado la puerta del closet.

— Tranquilo mi amado, volveré pronto — le mascullo a la figura inerte y sin vida von la forma de Arnold.

Cerraba la puerta del closet lentamente con una devota mirada hacia el altar que con tanto esfuerzo armo.

Bajo las escaleras.

Y ya estando junto a la puerta de salida escucho una voz adormilada. Y la reconoció tan bien que el simple hecho de escucharla hizo que frunciera el ceño.

— Helga..., a donde vas... — le costaba tener los ojos abiertos, tenia resaca, a causa del alcol que sabia no debía de estar consumiendo.

— Saldré a caminar, Miriam — declaro fastidiada y ya de mal humor sin siquiera pedirle permiso, y de por si, ¿porque debería? Miriam nunca fue una madre atenta, ni mucho menos, es por eso que solo la llamaba por su nombre.

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⏰ Última actualización: Oct 20, 2018 ⏰

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