-Consigna 3: Presagios-

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"Esto no está bien", pensó Jebediah al contemplar la extraña arquitectura de lo que, según su propia interpretación, era en apariencia una suerte de nave espacial donde, curiosamente, no se encontraba pasajero alguno además de él; y sin embargo, el objeto avanzaba surcando el espacio sideral sin un rumbo aparente. "¿Qué harán conmigo?", pensó de forma angustiada cuando, al intentar moverse, se supo atado de pies a cabeza.

 Con paneos lentos, y girando la vista en toda dirección que le era posible, se percató de que aquel artefacto en el que viajaba como "pasajero", no presentaba ninguna característica propia de nada que haya visto jamás en la Tierra. En instantes, sus pensamientos se tornaron fatalistas; definitivamente, no tenía un buen presagio acerca del incierto futuro que le aguardaba. "¿Experimentarán conmigo? ¿Regresaré a la Tierra? ¿Moriré en este viaje?", cuestionaba para sí una y otra vez. Sin duda, la preocupación hacía estragos en la fortaleza mental de Jebediah que, a cada minuto que avanzaba, parecía quebrarse un poco más.

—Tranquilo... —expresó un extraño y apacible eco, el mismo que escuchó al teléfono—. No haremos nada de eso... no habrá experimentos... no morirás.

—¡¿Qué?! —espetó asustado— ¿Acaso pueden...

—Sí... —interrumpió el eco—. Podemos leer tus pensamientos.

Lejos de tranquilizarse, Jebediah comenzó a experimentar una intensa ansiedad que le quemaba por dentro. No solo era un pasajero involuntario de un viaje hacia lo desconocido; sino que además, ni siquiera tenía la facultad de tener libertad de pensamiento. Se limitó a observar los extraños paneles multicolores y botones con formas inusuales que conformaban la estructura interior de aquella extraña nave.

Sabía de antemano que le sería imposible intentar librarse de sus amarres, por lo que decidió dejar de intentar soltarse. Sin ninguna esperanza que lo cobijara, solo cerró los ojos e intentó dormir. "Quizá todo es un sueño, sí, eso debe ser", pensó. Luego apretó los párpados tanto como pudo para intentar mantener la calma y no perder la poca cordura que aún lo acompañaba.

Por fin, después de algunas horas, Jebediah hizo las pases con sus emociones y se tranquilizó. Su respiración volvió a la normalidad, su pulso se regularizó también; entonces, las fibras que lo sujetaban con firmeza, cedieron, liberándolo de aquel aprisionamiento abrupto del que fue víctima hacía apenas unos instantes.

—Bien hecho... —pronunció el eco—. Estás listo.

—¿Estoy listo? —cuestionó Jebediah con un dejo de nerviosismo—. ¿Listo para qué?

—Para... "Él", por supuesto —contestó el eco sin emotividad alguna en su expresión.

"¿Él?", se limitó a pensar. Luego tragó saliva de forma preocupada, y con la mirada gacha, se dedicó a presagiar lo peor para sí. ¿Será este el final para Jebediah? ¿O un nuevo inicio le aguarda?   

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