-Capítulo único-
La mañana del lunes les había propinado un golpe en el estómago a los alumnos del curso de héroes. El lunes del día de hoy se sentía pesado y melancólico, todo parecía costar demasiado, levantarse de la cama era agotador e inservible.
Muchos trataron de ignorar el sentimiento que se instaló en sus estómagos, susurrándoles que hoy sería un mal día.
Otros usaban el sentimiento cómo una diadema o un listón, un accesorio que esperaban quitarse pronto.
Algunos desayunaron, otros decidieron pasar de él por las náuseas que tenían.
Algunos caminaron a la escuela, otros se fueron en tren y a algunos los llevaron sus padres con sus autos.
Pero todo convergía en los alumnos de la clase 1-A entrando por la puerta del salón mientras saludaban con educación, se aproximaban a sus amigos cercanos y dejaban sus mochilas en los pupitres que habían escogido.
Unos hablaban animadamente para intentar acallar ese sentimiento que había invadido su cuerpo ese lunes; otros preferían oír, para distraerse del sentimiento o para escuchar todo lo que tenía que decir.
Otros leían libros o revistas, empujando al sentimiento en el rincón más alejado de sus mentes.
Algunos sacaron sus teléfonos con la intención de usarlos, pero algo dentro de ellos les imploraba que no lo hicieran.
Pero todos los alumnos miraban al marco de la puerta abierta, unos lo miraban fijamente; otros solo se dedicaban a constantemente dedicarle unas miradas rápidas. Estaban esperando algo, o más bien, a alguien.
Una persona que debió haberse presentado al salón hace minutos atrás, una persona que debió haber entrado saludando a todos con una radiante sonrisa, alguien que debió haberse sentado en el único pupitre vacío. Alguien que no se iba a presentar ese lunes.
Esa persona, era Midoriya Izuku.
Los estudiantes revisaban sus relojes con insistencia, contando los minutos y deseando que se presentara a última hora.
Unos se preguntaban si estaría en camino, si apenas se habría levantado o se hubiera empezado a vestir. Tal vez estaba desayunando, quizás corría a la estación de tren. A lo mejor había perdido el tren y estaba corriendo hacia la escuela.
Algunos solo deseaban que llegara y trataban de convencerse en que en el momento más inesperado, el chico cruzaría la puerta con sus ropas desordenadas, una disculpa y la sonrisa más hermosa instalada en sus labios rosados.
Otros aceptaron el hecho de la falta del chico y se debatían si debían mandarle un mensaje o llamarlo, o simplemente esperar noticias del profesor que entraría en unos pocos minutos con la cara cansada y la voz monótona.
Y el aula llenándose de pensamientos, suposiciones y deseos creó la atmósfera más escalofriante que se pudo haber sentido en la escuela UA.
Los que iniciaron charlando se silenciaron y sentaron en su pupitre. Los que leían habían guardado el libro o revista hacía minutos, frustrados de no poder concentrarse.
Las personas que querían usar su celular lo colocaron con la pantalla hacia abajo, viendo -si es que el celular poseía- la funda que le habían puesto.
A unos les sudaban las manos; a algunos la respiración se les agitó levemente; otros sentían sus corazones golpearse contra sus cajas torácicas.
El sentimiento había crecido y estaba controlando la mente de los estudiantes, riéndose en sus caras y señalando algo en el pizarrón.
La persona que notó la carta, fue guiada por el sentimiento -el cual había tomado una silueta humana deforme y pegajosa,- el alumno que se dirigió al frente del aula con las miradas de sus compañeros clavadas en su espalda, fue -inesperadamente- Bakugō Katsuki.
El rubio egocéntrico caminaba con duda, viendo la carta cada vez más cerca y con las náuseas sujetándolo de la garganta, logró llegar al frente y ver la carta que nadie había notado -o más bien, la carta que nadie quiso notar-.
Con las manos temblándole de miedo por primera vez en su vida, tomó el sobre y se giró hacia los pupitres sin mirar los rostros de sus compañeros que estaban igual -o peor que él-.
El sobre blanco de la carta, tenía escrito cómo remitente a Midoriya Izuku, su mejor amigo en el pasado, un rival en el presente y quizás un futuro héroe a su lado. El destinatario, era la clase 1-A y Katsuki tuvo problemas para tragarse la ansiedad que avanzaba por su tráquea.
Abrió el sobre y sacó la carta. Miró a sus compañeros, los que en algún momento habían sido rivales o molestias ante sus ojos y vio algo patético y desolador.
Algunos alumnos miraban hacia el suelo, otros hablaban entre susurros débiles y temblorosos.
-O... oi...- El grito que siempre era estridente salió cómo un soplido, casi sin sonido o voz. Al ver que no le prestaban atención, ganó fuerzas para gritarles cómo siempre lo hacía, pero esta vez, significaba algo más. -¡Oi! - Al ganar las miradas y atención de los alumnos por primera vez sintió nervios de seguir hablando; sin embargo, se mantuvo firme y continuó:
-Deku ha dejado una carta aquí para nosotros y quiero que pongan atención caras de mierda. La voy a leer en voz alta, así que dejen de parlotear idioteces.- Katsuki quiso tener la misma actitud que tenía siempre. Pero este no era un lunes común.
Los alumnos se voltearon para ver a Bakugō mejor mientras los carcomía la ansiedad, los nervios y la angustia.
Katsuki se aclaró la garganta y pidió su botella de agua, una vez que se la dieron, la puso encima del escritorio del profesor y dirigió la carta a su campo de visión.
-"10 de octubre de 2018:
Queridos amigos:
Expresar lo que están por escuchar está por encima de mi capacidad para escribir, pero trataré de hacerlo.
No espero que comprendan porqué lo hice, no quiero que busquen en sus memorias alguna cicatriz que hayan ignorado, un llanto que significara más que los cotidianos, una cara triste o algún síntoma que reflejara lo que sentía día a día.
Las experiencias que tuve la suerte de tener, las atesoré con mi alma hasta el último segundo en el que estuve con vida. Nunca había tenido amigos tan maravillosos, ni compañeros más formidables, dispuestos a luchar a mi lado sin temor alguno.
Jamás pensé que inspiraría a alguien más; mi pasado siempre me atormentó, y pensé que huiría aterrado cuándo yo hubiera puesto un pie como alumno oficial de UA.
Pero nunca pasó, y no sólo mi pasado decidió convertirse en mi abusador personal.
En serio pensé que había dejado al viejo Midoriya Izuku atrás, pensé que sería alguien nuevo, alguien que podría ser conocido por las personas sin las etiquetas que los demás (y yo mismo) me había colocado.
Pensé que la tristeza se haría a un lado, pero creció cada vez más, hasta el punto en el no pude contenerla y tuve que esconderla, la ponía en el armario y terminaba presionando la puerta y caía al suelo. No cabía en mi mochila y mucho menos dentro de mí.
A veces, usaba las excusas de haber tomado un laxante solo para poder ir al baño, y en silencio, poder llorar y poder sufrir la angustia y todos sus efectos colaterales sin golpes o insultos.
Pero creo que estar solo era peor. La ansiedad se aferró a mi sueño, me cuestionaba y me hacía cuestionar: "Algún día se cansarán de ti", " verán la gran mentira que eres" "¿Qué pretendes ser?", "Nunca serás alguien, tú estúpido, bobo, llorón, sin quirk".
Lamento haberles mentido, les hice creer que nací con un poder inigualable, un poder que solo pude haber heredado de All Might.
Yo nací sin un quirk y siempre fui mirado por encima del hombro. Mi padre se fue de la casa y supe que no volvería después de ver a mi madre llorar en su habitación.
Y a partir de ese momento, todos parecieron alejarse de mí. En el momento donde creí que no iba a estar solo, un chico golpeó mi brazo.
Después de eso, no estuve solo, siempre se me acercaban los chicos para maltratar mis libros, golpearme hasta que las manos y las piernas se les cansaban; las chicas fingían confesiones solo para recordarme lo patético que era. Yo era raro, un Deku.
Mi escritorio siempre rayado con marcador negro permanente, que después de todo un día lograba desvanecerse de la madera, pero no de mi cabeza.
Mi madre trabajaba hasta tarde, así que yo llegaba a una casa pequeña y solitaria.
Con los huesos crujiendo, y moretones que tardarían semanas en quitarse, limpiaba la casa para mi madre, mi más grande heroína.
Y porque mi madre ya tenía mucho de que preocuparse, yo no podía darme el lujo de agrandar esa lista.
Así que aprendí a tratar mis heridas y desarrollar una tolerancia al dolor alta, para que cuando caminara después de ser golpeado no hiciera muecas y pudiera recibir a mi madre con una sonrisa y un abrazo.
Cuando mis heridas eran notorias, usaba su maquillaje para ocultar moretones y otras cosas más.
Pero aunque por dentro, pilas y pilas de basura emocional estuvieran a punto de aplastarme, nunca dejé de ayudar.
A veces pensaba que los demás no debían sufrir, pero a la vez, miraba una cuerda anudada, una navaja o el borde de puente pensando que nadie me necesitaba.
Llegó el día donde UA abrió las inscripciones y pensé qué tal vez podría intentarlo y entrar. La única respuesta fue: "¿Por qué no mejor te tiras de un puente y ruegas que en tu siguiente vida tengas un quirk?".
Tal vez era cierto, tal vez ese día debí haberme lanzado, para que ustedes no estuvieran sufriendo el día de hoy.
A veces pienso que no debí haberme colgado del pie de All Might solo por fanatismo, no debí haber corrido para salvar a Kacchan, no debí haberle hecho creer a All Might que yo era el sucesor que siempre había esperado.
Creí que al obtener el quirk de All Might podría ser el héroe que siempre deseé.
Entonces me di cuenta de la realidad. No podía controlar el poder que mi cuerpo trataba de contener. Y me rompí todos los huesos que pude por mis ambiciones inútiles.
No soy el héroe que quise ser, no soy especial, sólo tuve suerte. Porque todo lo que he hecho y qué tan lejos he llegado es por la suerte que se me ha concedido.
Yo no soy el héroe que alguna vez quise ser, todos eran sueños de un niño que no pudo aceptar su biología, un adolescente que no pudo ver más allá de sus convicciones y le hizo daño a muchos.
Algo nunca encajó en la realidad, creo que era yo quien no encajaba.
No guardo rencores y tampoco me llevo algo conmigo. Tan solo me llevo mi existencia y las memorias de sonrisas que quemaban mi conciencia en las noches.
No me arrepiento de hacer lo que hice, y no quiero que ustedes se arrepientan del pasado. Yo sé que ustedes pueden ser los héroes más maravillosos de todo el mundo.
Yo sé que ustedes pueden ser lo que yo solo soñé con ser, ustedes pueden inspirar y mantener lo que es correcto y justo.
No quiero que esto frene sus sueños, así que les pido, por favor no miren atrás, no permitan que algo tan insignificante como yo obstruya sus futuros.
Yo sé que el día de mañana, estarán buscándome con la mirada antes de leer esta carta, probablemente me habrán enviado un mensaje o llamado, pero nunca me enteraré.
Mañana pasarán muchas cosas, yo seré una de ellas, pero no estaré para presenciarlas.
Midoriya Izuku."- La voz de Bakugō tembló muchas veces, los ojos se le llenaron de lágrimas y arrugaba el papel con frustración.
Cuando Bakugō había empezado a leer la carta, los maestros entraron silenciosamente con las cabezas bajas. Al terminar la carta, el teléfono de Bakugō y unos cuantos más sonaron con la alerta de un mensaje.
Nadie se atrevió a revisarlo más que Bakugō.
Era una noticia, se aclaró la garganta, de secó las lágrimas y abrió la boca para confirmar lo que la carta había dicho:
-"Estudiante de UA es encontrado debajo de un puente:
Ayer, 10 de octubre de 2018, el cuerpo de uno de los estudiantes de la escuela UA fue encontrado debajo de un puente, sin señales de vida.
La señorita Murakami Akane se encontraba paseando por el puente cuando distinguió un cuerpo a lo lejos e inmediatamente llamó a las autoridades.
El cuerpo fue reconocido como Midoriya Izuku, un alumno de primer año de UA que había salido de casa ese mismo día sin avisar a su madre, Midoriya Inko.
Al parecer, Midoriya Izuku cometió suicidio lanzándose del puente."- Un pequeño suspiro fue escuchado. Ese suspiro flaqueó a medio camino.
Bakugō se apoyó en el escritorio para no caerse de rodillas y se llevó una mano a la boca, tenía náuseas.
Uraraka estaba llorando desconsoladamente, mientras soltaba sollozos desgarradores.
Iida tenía las manos sobre su cabeza, en un estado de shock. Respiraba lentamente, sin creer lo que había escuchado.
Todoroki había congelado su escritorio y había quemado parte de su silla de la rabia, la frustración y la tristeza, había lágrimas cayendo de sus mejillas y no se esforzó en secarlas.
Bakugō golpeó el escritorio, activó su quirk para explotarlo en pedazos, antes que pudiera cumplir sus deseos, Aizawa lo atrapó con sus vendas.
Al hablar, se pudo notar un cambio en su voz generalmente monótona, parecía casi dolida.
-Basta Bakugō, explotar el salón no traerá a Midoriya devuelta.
-¿¡Acaso cree que no lo sé?! ¡No me importa! ¡Deku no está! ¡Ya no está! ¡Ese maldito nerd era todo para mí!- Bakugō estaba forcejeando mientras gritaba de modo lastimero.
-Eso no puede ser cierto, Midoriya jamás cometería algo así, es mentira...- Todoroki susurraba para sí mismo, mientras el hielo se extendía como una fina capa, y había llamas desprendiéndose de su cuerpo. Aizawa borró su quirk para no crear más conmoción.
-Este suceso nos afecta a todos, no solo a ustedes. Piensen en la madre de Midoriya, y en cómo ha de estar después que reconoció el cadáver de su hijo.- Aizawa intentó fulminarlos a todos, pero la mirada que poseía en esos momentos estaba triste y apagada.
All Might estaba hecho trizas, silencioso y con algunas lágrimas saliendo de sus ojos azules.
Todos estaban abatidos, el sentimiento tenía razón, hoy era el día más horrendo y abominable de la historia.
Las clases se suspendieron ese día, y todos los alumnos se dirigieron a sus casas.
Unos se fueron caminando sin despedirse, otros caminaron hacia la estación de tren o autobús más cercana. Otros esperaron a los autos de sus padres para irse a casa.
Todos llegaron a sus hogares con los ánimos bajos y los rastros de lágrimas más patéticos y largos que se pudo haber visto.
Algunos se recostaron en sus camas; otros golpearon todo lo que podían observar y unos más se sentaron pensando que hacer.
Pero todo convergía en una cosa: Extrañarían a Midoriya Izuku.
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Las cosas que mañana pasarán.
FanfictionEl día empezó cómo normalmente lo haría. Sin embargo, este día no era como los otros. Los alumnos de la clase 1-A entraron en el aula, saludándose y sacando sus celulares para distraerse antes de comenzar las clases. Unos charlaban, otros leían, uno...