"Diecinueve de septiembre"

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     Los avisos de tormenta continuaron , peor aún se acrecentaron con los días.  Resultaba en huracán, uno intenso, categoría cuatro y posiblemente cinco, para ser más específicos.  El país entró en pánico, hasta ahora habíamos tenido suerte. Año tras año, anunció tras anuncio, todos retractaron el rumbo y no tocaron tierra.  El pueblo entero nos creímos  bendecidos; aún entonces.
     El rostro de la reportera del tiempo más importante de la isla, se convirtió en el más famoso y también el más temido. Nos conectamos por Facebook, Twitter y los menos tecnológicos en horario regular de la televisión.  El pueblo entró en pánico cuando Ada lloró, pero nunca imaginamos la magnitud del Titán que nos atacaría sin piedad, sin pena y mucho menos gloria.
     Con una coleta, jeans desteñidos y zapatos de lona corría de lado a lado impartiendo órdenes. Órdenes que resonaban en mi cabeza.  Realmente qué podíamos hacer ante el impacto de un huracán tan fuerte? En mi puesto de gasolina las bombas no daban abasto. El pueblo entero se desbordaba en las calles. Supermercados, ferreterías, estaciones de gasolina se convirtieron en temporeros manicomios que albergaban tanto a histéricos como a los que llegaban por inercia.  Los chicos no respondían.

—Qué bajen coño! Este si viene en serio!-gritaba a la contestadora.  Los universitarios de la casa pretendían escampar el fenómeno atmosférico en su apartamento san juanero.  Giraba por la estación caminando en círculos, no conseguía a los chicos. Sacaba fotos de la mercancía en las góndolas, de la estructura de la estación y de los equipos.

—Quién llenó la nevera? Quién recibió esta mercancía? Quién carajos llenó la nevera de leche cuando viene un huracán y en este país nos quedamos sin luz en cuanto caen las primeras gotas de lluvia!

     Todo estaba mal, esta vez se sentía en el aire. No hubo giro, aumentaron los vientos; el impacto era inminente.  El gobernador tenso y preocupado, anunciaba que seríamos embestidos en las próximas veinticuatros horas por un fenómeno sin precedentes.  Ahora sí me ericé, la adrenalina encendió mi rostro asemejando un termómetro.  Trataba de leer las caras de los funcionarios de agencias y me asusté aún más.
—Dios mío! Esta  vez no había ido ni al supermercado!—
     Las órdenes eran precisas: vender todo el combustible. Mil galones de diésel quedarían en las bombas y 500 de gasolina como reserva.

— Contesten! Contesten!- gritaba al celular. Al fin Julieta! Coño! Me van a matar del corazón! Los quiero ahora en casa, pero ya! Pongan las tormenteras, vacíen la nevera, saquen la basura y arranquen para acá.  Tienen una hora.  Me llaman para saber que vienen de camino. Le dices al Juli que no quiero excusas y que se queda sin celular porque nunca lo contesta.—
     Respiro, justo veo en Facebook que un huracán categoría cuatro arranca ventanas y puertas.  No he puesto nada.

— Se me ocurre que necesitamos reforzar las puertas de cristal que avistan la piscina y las del balcón de la alcoba- le comento a Fernando por el celular.
—A esta hora ya no quedan paneles en la ferretería—contesta.
—Ósea que no piensas poner nada—
—No—El termómetro instalado en mi cara hierve de coraje y frustración.
—Imaginaba, como nunca pones nada! Esta vez  se jodio esto, esta cosa viene fuerte!
— Están exagerando como siempre! Aquí nunca llega nada.—
—- Pero escucha lo que dicen, esta vez viene. Sigue en ruta!—
—Hazme caso que no viene.—
— Compra latas! Si el viento no nos tira al carajo, aunque sea tendremos que comer.—grito finalizando la comunicación.

—Juli por dónde vienes? —
—De camino mamá—
—Necesito ayuda, papá y yo estamos en las estaciones y tenemos que asegurar la casa y guardar los animales. Ayúdame, please! Dile a Julieta que le toca ir al supermercado, no hay de otra.
En la casa, el zoológico familiar parecía inquieto. Los guacamayos pasarían el huracán enjaulados adentro de la casa.

—Sino se matan antes estos dos, estarán bien. Los perros definitivamente también estarán adentro. Dios cuidará a los gatos callejeros. No se dejan ayudar—
Meticulosamente inspecciono el jardín tratando de identificar posibles projectiles.

—Juli! Justo a tiempo! Recoge los muebles del patio y cualquier cosa que pueda salir volando. Cuando termines quédate en casa, nadie sale. Esta cosa comienza temprano y no quiero a nadie en la calle.

Diez de la mañana, menos gente en el supermercado, el cielo grisáceo augura la cercanía próxima del fenómeno y el tránsito finalmente esta mermando . Rápidamente acomodo en un carrito lo que encuentro y junto con Julieta me dirijo a casa.

—Maldito guardia! Qué injusto! Dando multas con la situación que se nos viene encima. Abusador!
—Aquí con ustedes "Lúgaro Sin Miedo", comenta Julieta mientras me graba con el celular.
—Apaga eso. Regreso cuando termine de asegurar los equipos electrónicos de la estación. Acomoda la compra y quédate en casa.
—Ujum—

La estación también respira aires de tranquilidad incierta. Desenchufo los equipos, y protejo todo aquello que pueda dañarse con la lluvia. Varios transeúntes se detienen y explico desde adentro que ya estamos cerrados.

— Este techo no aguanta un huracán tan fuerte y la marquesina seguro termina flotando en el Atlántico—

Comienza la lluvia y finalmente empleados, Fernando y yo nos dirigimos a nuestras casas. Es la 1:35 de la tarde, del día 19 de septiembre del año 2017. Observo con nostalgia la estación.

—Espero que resistas amiga!—murmuro en voz baja.

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⏰ Última actualización: Oct 18, 2018 ⏰

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