Prólogo

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El viento golpea mi rostro, las lágrimas que ruedan sobre mis mejillas se sienten tan distantes… Tan irreales. Muerdo mi labio inferior mientras me abrazo a mí misma en un vano intento de darme calor. Entonces corro, corro como si mi vida dependiera de ello, mis piernas duelen al igual que las plantas de mis pies. Llego hasta el centro de la ciudad, no hay nadie… Pensándolo bien es algo lógico que no haya ni un alma. Son pasadas las tres de la mañana.

Froto mis brazos desnudos mientras camino, no falta mucho para llegar a mi departamento.

En el trayecto que me toma llegar a mi “hogar” si es que a ese lugar se le puede llamar hogar, observo los moretones que se han formado en mis piernas. Esto es extremadamente humillante. Ni siquiera debería llorar porque siendo sincera yo me lo busqué, pero no puedo evitar derramar unas cuantas lágrimas. Siento tanta lastima de mi misma, que desearía ser alguien más. En este preciso momento desearía desaparecer.

Finalmente llego a mi departamento, busco las llaves en el bolsillo de mi falda, tengo que acomodarla. –Mierda. - Digo mientras la acomodo, no me había dado cuenta de que llevaba la falda al revés. En cuanto la acomodo agarro mi celular y las llaves. Las coloco en la perilla de la puerta con demasiada dificultad, mis manos tiemblan incesantes.

En cuanto logro meter la llave en el cerrojo suspiro de alivio. Finalmente me adentro con suma rapidez y cierro la puerta detrás de mí.

Corro al baño y me encierro ahí a pesar de que vivo sola, me acerco al espejo y me observo detenidamente. - ¿En quién me he convertido?  -Pienso. Mi cabello está revuelto, todo el rímel que coloqué hace unas horas en mis ojos se ha regado hasta el contorno de mi rostro, ya no llevo labial, además que tengo un prominente moretón en mi ojo derecho. Suspiro cansada de toda la mierda en la que me metí. La blusa de zorra barata que me puse para salir tiene una tira rota y está manchada de semen; y mi falda favorita está deshilada.

Niego frente a mi propio reflejo mientras siento ese molesto nudo instalarse nuevamente en mi garganta. Al mismo tiempo que mis ojos se llenan de lágrimas. Inhalo y exhalo repetidas veces en un fallido intento de contener mis emociones, pero como siempre fallo y lloro. Lloro desconsoladamente frente a mi destruido reflejo. Me veo horriblemente mal, me veo lastimada, me veo dañada. Como una muñequita de porcelana a la que acaban de romper.

Entonces río, de la nada río de lo ridícula que me veo llorando frente al espejo. Río de lo estúpida que fui al dejarme llevar por la soledad. Limpio mis lágrimas y me quito la ropa, lo hago con cuidado porque me duele el cuerpo.

En cuanto estoy completamente desnuda me observo en el espejo, mis senos no son muy grandes, tan poco son tan pequeños, siempre me han gustado mucho, pero ahora me duele verlos con esos casi imperceptibles moretones. No tengo un vientre perfecto como cualquiera pensaría, las mujeres reales no tenemos el vientre perfecto. Mis piernas son muy bonitas. Me gustan, pero hoy… Hoy odio todo de mí. Odio quien soy.

Abro la llave de la ducha y la regulo, deslizo la puerta de la bañera y dejo que el agua tibia relaje cada uno de mis músculos. Quisiera tener un botón que apague por un instante los pensamientos que llegan a mi mente, especialmente mientras me ducho. Es horrible recordar mi humillación.  Ni siquiera en la ducha logro sentirme mejor. El champo que uso tiene un aroma delicioso, todos los hombres y mujeres con los que he estado siempre han alabado mi cabello, dicen que es hermoso, además que tiene un excelente aroma.  Sonrío. Aún en estas circunstancias no puedo dejar de pensar en lo que otros piensan de mí.

Deslizo la barra de jabón sobre mi cuerpo, primero lo paso por mi cuello, luego a mis pechos. Los masajeo con cuidado, ese maldito hijo de puta los lastimó. Paso el jabón por mis brazos y procedo a pasarlo por mi vientre, bajo hasta mis piernas y las froto con cuidado, el vello empieza a crecer, pero me da mucha pereza depilarme a las cuatro de la mañana. Ahora limpio con mucha rabia mi vagina, siento que lloro, pero no me importa, las lágrimas se confunden con el agua.  Finalmente friego mis pies y lavo mi rostro desesperadamente hasta el punto que duele. Tomo una toalla y seco mi cuerpo con cuidado, todo lo contrario, a mi rostro. Salgo de la ducha solo para encontrarme nuevamente con mi reflejo. Mis ojos son una mierda al igual que mi rostro.

Creo que me lastimé.

Corro a mi habitación y me pongo el pijama más abrigado que tengo, quito algunas prendas de ropa que dejé tiradas en mi cama desarreglada y con cuidado me cubro con las cobijas. Mi cabello sigue mojado por lo que me dificulta dormir, no hago movimientos bruscos debido al dolor de cada una de mis extremidades, y aunque ya debería cerrar mis ojos y descansar decido encender mi celular y revisar mi Facebook. En cuanto enciendo la red Wi-Fi llegan un centenar de mensajes, algunos son de Camila, mi mejor amiga. Está preocupada. Otros son de algunas chicas enojadas llamándome “zorra” “puta” y “perra” ¿Acaso no tienen mejores insultos?

-Tranquila Cami, ya llegué a casa.

Estoy bien.

Es el único mensaje que respondo, no espero a que me conteste. De seguro ya está dormida. Dejo el aparato sobre mi mesita de noche y finalmente decido dormir. Cierro mis ojos dejándome envolver por el bello manto de los sueños.

Despierto sintiéndome más cansada que anoche, tomo mi celular y observo la hora. Son las dos de la tarde. – Mierda…- Susurro antes de ponerme de pie y dirigirme al baño, hago mis necesidades y salgo. Vuelvo a mi habitación directamente a mi clóset. Escojo un pantalón deportivo negro y una sudadera grande gris. Me quito el pijama y me pongo un sujetador deportivo, encima la sudadera, un interior rosa pálido y el pantalón deportivo. Termino por ponerme unos zapatos deportivos blancos y unas medias negras. Camino al espejo y me maquillo. Tengo que tapar el moretón de mi ojo. Gracias al cielo soy buena maquillándome por lo que no me cuesta mucho cubrirme el moretones. Aunque no logre disimularlo por completo. Me pongo rímel y algo de labial. Tampoco me gusta maquillarme demasiado el domingo, pero tengo que reunirme con Damián.

Tomo mis llaves, el celular y los pocos centavos que tengo y salgo del departamento. Camino dos cuadras más arriba de mi edificio y llego a “Sweet Coffe” la cafetería en la que quedé en encontrarme hace media hora con mi ex. Me asomo en la puerta encontrándome directamente con sus ojos cafés. Sonrío a manera de disculpa y me acerco a él.

-Lamento el retraso. – Suelto antes de darle un beso en la mejilla.

-No importa. – Dice mirándome fríamente. – Te estoy esperando aquí por más de cuarenta minutos…- Suspira. – Solo siéntate ¿quieres? – Asiento con la cabeza y me siento en la silla frente a la suya. - ¿Si sabes para que te cité aquí verdad? –Pregunta, su voz tiene un timbre cansado. Me siento culpable de ello.

-Sí. – Respondo agachando la cabeza. – Tengo que ser sincera contigo, no podemos volver a ser novios. –Escupo. Intento evitar su mirada, no quiero ver dolor en sus ojos.

-Espera… - Dice asustado. – Mírame. – Niego con mi cabeza, quisiera hacerme bolita y desaparecer. –Mírame Valery. –Al darse cuenta de que efectivamente no le haré caso se pone de pie y se acerca peligrosamente a mí. Con su mano eleva mi mentón. - ¿Quién te hizo esto? –Su mirada es una mezcla de furia, enojo y tristeza. – Quiero saber quién fue el hijo de puta que se atrevió a tocarte. – Niego con mi cabeza. Ni siquiera yo sé quién fue. –Habla Vale, habla por favor. Si no quieres volver conmigo está bien, pero dime quién fue el imbecil que se atrevió a golpearte. - Siento como mis ojos se llenan de lágrimas, esta vez las dejo caer. Dejo de luchar conmigo misma y lloro. Damián me envuelve en sus brazos en un cálido abrazo, entonces acuno mi rostro en su pecho mientras libero cada sentimiento negativo. Cada recuerdo de la noche anterior se vuelve visible. Intento drenarlos con cada lagrimita que cae y humedece su camisa negra.

-No lo recuerdo… -  Logro decir en medio de sollozos. Siento como su cuerpo se tenza. - Lo siento, todo fue muy rápido.

-No te preocupes Valery, no voy a dejarte sola.

Valery Donde viven las historias. Descúbrelo ahora