— Dame todo el dinero que haya en la maldita caja.
Las manos del chico detrás del mostrador comenzaron a temblar. Se movía con bastante nerviosismo y casi no podía tomar las cosas. Lo desesperaba bastante ese tipo de comportamiento.
Las manos de Jeno, sin embargo, también comenzaron a temblar cuando escuchó las sirenas resonar y distinguió las luces de las torretas policíacas a través de las ventanas
Mierda, sólo tenía dieciséis años.
— ¡Estás rodeado!
El chico se agachó y Jeno lo maldijo en su mente. Él mismo tomó el dinero de la máquina abierta y caminó hacia la puerta de entrada.
— ¡Alto o disparo!
Retrocedió con sorpresa y entonces alguien lo tomó desde atrás. Jeno forcejeó y encajó el codo en el estómago contrario, pero el tipo no se movió. Le apretó el cuello y Jeno, sin intención, levantó la boquilla del arma.
Apretó el gatillo por accidente.
La sangre humedeció su ojo y su mejilla derecha. El cuerpo cayó inerte al suelo y entonces Jeno se miró las manos.
¿Él había hecho aquello?
— ¡Las manos en alto!
Las levantó y tiró el arma al suelo. Su corazón entonces despertó y mombeó sangre a su cerebro, haciéndolo reaccionar también.
Levantó el arma y volvió a disparar, esta vez en el brazo del oficial que acababa de entrar por la puerta de cristal.
Corrió hacia la salida trasera de la tienda y se guardó los billetes entre la ropa interior. No era mucho pero para algo le iba a servir.
Se movió lo más rápido que sus piernas se lo permitieron y se metió en un bote de basura en un callejón a unas cuadras. Se quedó ahí hasta el amanecer.
Movió con pasión el palito de la paleta de dulce que se encontraba deshaciéndose en su boca. Paró frente a un aparador de una tienda tecnológica a ver los televisores. Transmitían las noticias.
— Se busca Lee Jeno por asesinato y robo con violencia.
Jeno no podía creerlo, dejó caer la golosina y escuchó cómo se destrozaba en el piso.
Demonios. Se veía muy bien en aquella fotografía.
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