Count Min » | Y.M. |

3 . L A P E S T E

El Conde Min viajó en un barco de aspecto descuidado junto con sus preciados ataúdes con tierra de panteón y ratas dentro de los ataúdes. En el barco en el que se fué era de los pocos barcos que viajaban en la noche, ya que, incluso los marineros sabían de todas aquellas historias y relatos que los gitanos de la costa hablaban.
El capitán notaba que la gente desaparecía poco a poco, incluso los pocos prisioneros que llevaban, la última noche que el capitán estuvo con vida se dispuso a llegar así hasta la costa de Corea del Sur. Se amarró de cintura, pies y manos al timón, con esperanza de que eso no lo hiciera desaparecer al igual que toda su tripulación. Sin embargo lo último que el capitán pudo ver fueron dos ojos que poco a poco se tornaban rojos.

De alguna manera u otra el barco llegó a la costa de corea, una vela de este estaba  a nada de caer. La gente de por ahí de decidió ver el barco, dándose cuenta que algunos cuerpos estaban ahora en donde ponían a los prisioneros, todos los cuerpos e incluso del capitán estaban con el cuerpo cortado. Eso sin contar el putrefacto olor que desprendía el barco e incluso las ratas que habían en los ataúdes y en el barco en sí.

Decidieron dejar los cuerpos en simples ataúdes de madera, dejándolos en frente de la Iglesia del pueblo. Importandoles poco si las ratas del barco se llegasen a meter an aquellos ataúdes o incluso importandoles aún menos si éstos animales se llegasen a meter en sus hogares.

⚜

Kim TaeHyung.

Desde que JungKook se fué aquél hombre estuvo más... Raro de lo normal, tanto así que llegó al cementerio de ahí a desenterrar los cuerpos de ahí, llevándose la tierra que los familiares de aquel difunto aventaban al ataúd en la celebración fúnebre de ahí.
Un guardia le sorprendió y actualmente estaba en prisión, cosa de lo que no mucha gente se enteró, el hombre era demasiado reservado e incluso algo malévolo.

El Conde Min llegó por fin a la costa,  buscando su residencia. Llegando a la casa notoriamente más pequeña que su muy amado castillo, llevando a altas horas de la noche los ataúdes y las ratas consigo, multiplicando éstas a su paso.

TaeHyung de una manera muy hábil logró escapar, corriendo cual psicópata en camino con el Conde.

—M-Maestro... ¡Maestro! ¡Maestro Min!— Le hizo varias reverencias al pálido, el cuál le miraba como si fuese lo más insignificante del universo —¿Hay alguna tarea que quiera ordenarle a su fiel servidor?—.

—Ve... Al norte... A la costa— señaló con su dedo hacia dónde debería ir, Kim le miraba como si hubiera escuchado lo más magnífico del mundo —Que la muerte y las ratas vayan contigo—.

—Por supuesto señor, hágase su voluntad— aplaudió a sus palabras, poco después levantó sus manos al cielo y comenzó a gritar: —Amén, ¡Amén! ¡Amén!—.

⚜

El pequeño rubio miraba por la ventana, sus grandes ojos en tonos azul grisáceo se reflejaban hermosamente por la brillante luz de luna.

Park nunca notó que el Conde Min yacía deleitándose con aquella preciosa imagen, ese rostro tan lleno de inocencia, esos ojos tan brillantes y curiosos. Pero sobre todo ese cuello tan ansioso de morder, preguntándose si su sangre será dulce al probarla, aquellos rosados labios que quería de igual manera morder y besar a sus anchas.

El joven Park se veía en el espejo, tenía el cuerpo desnudo y los labios entre abiertos, se miraba al espejo atentamente, paseando sus suaves manos por cada rincón de su cuerpo, imaginando que era tocado por alguien más, a pesar de estar en matrimonio con Jeon éste nunca quiso tocarle, con la excusa de que su madre le había dicho que hacerlo sería pecado. Así que él solo reorrió sus gráciles caderas, notando que estás eran algo grandes a comparación de su cintura, la cual era pequeña y algo femenina. Su espalda era delgada y con uno que otro lunar en ella, su clavícula tenía uno pequeño en la parte de abajo, su expresión de tranquilidad cambió al ver algunas cicatrices en su pecho, recordando los fuertes golpes que Jeongguk le proporcionaba cada día.