Capítulo 1.

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 Olvido: Acción involuntaria que consiste en dejar de recordar.

"Acción involuntaria" Ahí la pifié. No había nada de involuntario en mi deseo de olvidar, sino todo lo contrario. Quería olvidar... Olvidar a Rodrigo. Pero nunca lo logré.

Intenté dejar de pensarlo con tanta frecuencia, eso sí. Digamos que mi mente se tomó unas vacaciones de él, y en ese receso las cicatrices que dejó en mi corazón empezaron a sanar y tuve una ilusoria sensación de bienestar. Aunque toda esa farsa duró hasta que Vero, mi mejor amiga y su cuñada, lo mencionó.

Ya lo decían "Los Tipitos", una de mis bandas de rock favoritas: "No existe el olvido mi amor, no existe"

—¡No te enojes conmigo Jaz! Sino te dije que Rodrigo iba a estar presente es porque sabía que no ibas a querer venir a la fiesta y yo tenía muchas ganas de que vengas—se excusó.

Me vi forzada a analizar las palabras de mi "amiga" en frío, intentando omitir el hecho de que sonaban muy egoístas. Me concentré en que anhela fervientemente que esté junto a ella para despedir el año en la casa quinta— sin importar cómo carajo me sintiera estando al lado del ex que no veía hace un año— porque me quiere.

Suspiré profundamente antes de contestar.

—Está bien flaca, no me enojo. Además ya estoy acá y gasté más de una luca y media en el vestido—Señalé la entallada prenda blanca (color recomendado por especialistas para empezar el año con buena vibra, junto al calzón rosado) forrada en encaje, que realzaba mi pequeña figura—. Por otro lado, voy a tomar esto como una prueba del destino. Si paso la noche de hoy sin caer rendida a sus pies al primer "hola", significa que lo superé y estoy lista para comenzar el año nuevo dejando "lo viejo" atrás.

Vero dibujó una sonrisa.

—¡Esa es la actitud morocha!—Me extendió una copa de vino blanco espumante y la chocó con la suya—"Chin chin"—brindó, justo cuando Esteban, su esposo, entraba por la puerta de la cocina donde nos encontrábamos.

—Así las quería agarrar a las dos. ¡Puro escabio, acá con el aire acondicionado, pero de preparar las ensaladas nada! Y uno afuera cegándose de calor mientras hace el asado—exclamó. Su tono de voz era de broma más que de reproche. En eso se parecía a Rodri, los dos eran re jodones.

Vero, por otro lado, casi nunca entendía su sentido del humor de su cónyuge y todo se lo tomaba a mal. Por suerte Esteban era tranquilo como agua de tanque, como todo provinciano (él es originario de Córdoba, pero actualmente vive en Buenos Aires) y por eso no reaccionaba a sus ataques y evitaba las discusiones. En ese sentido, mi amiga tenía su matrimonio asegurado.

—¡Cállate sino sabes!—contrarrestó la flaca—. Hice la rusa y la mixta hoy temprano antes de cambiarme. No quería ensuciarme la pilcha—Ella lucía un sensual vestido con falda acampanada y escote corazón en color rojo pasión—. Aunque tampoco es que la ropa sea nueva como la de Jazmín. Al vestido lo tengo del año pasado porque uno que yo sé me "cortó" la tarjeta—Miró ceñuda a su esposo.

Sabía que la escena era puro teatro. Yo misma la había acompañado a comprar el vestido, pero ella deseaba hacer sentir mal a Esteban y que claudicara de su "descabellada" idea de hacer economía doméstica.

¡Total vivíamos en la era feliz de Macri y la guita florecía en los árboles!

Esteban estaba a punto de emitir palabra, pero en ese momento sonó el timbre.

—¡Salvado por la campana! —expresó, con alivio—Espero que sea mi hermano. Me dijo que iba a saludar a un par de amigos y venía a ayudarme a prender el fuego y no apareció más— se quejó y acto seguido se retiró.

Amor De Medianoche #CheArgentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora