𝗯𝗲𝗹𝗹𝗼 𝗱𝘂𝗿𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲

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Jeongguk pestañeaba cansado habían pasado más de dos semanas sin descansar apropiadamente, sus ojitos estaban agotados al igual que su cuerpo y su energía

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Jeongguk pestañeaba cansado habían pasado más de dos semanas sin descansar apropiadamente, sus ojitos estaban agotados al igual que su cuerpo y su energía.

¿A que se debía tal desgano de sus ánimos?. Es que ya habían pasado muchas semanas en pleno auge de usar sus piernas y todo por llegar a aquel castillo.

Jeongguk era el príncipe de aquella leyenda, en la cuál originó su ahora gigante peso en sus hombros. Era un joven de sólo 20 años persiguiendo a aquella princesa que decían, cayó en el eterno sueño a culpa de ese hechizo hecho por maléfica, esa bruja que nada de remordimiento sintió al lanzar aquel desafortunio a esa familia tan bella cómo aquella.

Desde que tuvo memoria Jeongguk oyó de príncipes que se preparaban para el arduo escalar de los desafíos, sabía que él debía también. No negó sus deberes y se preparó, de la mejor forma posible. Cuándo tuvo la edad necesaria se despidió de sus padres y su acogedor castillo, deseoso de conocer a aquella princesa que decían era lo más bello que unos ojos podían llegar a contemplar.

No dudó en comenzar su dura travesía, vio a muchos otros intentarlo y rendirse a los días o obstáculos. Pero Jeon era diferente, él lo lograría no por nada era el heredero de las tierras del este, las tierras más difíciles y más ricas de todas.

Él no fue por querer casarse con la princesa, o por su herencia, cómo la mayoría, no, él iba por que deseaba probarse que podría superar lo que fuere. Y así los días pasaron sin notarlo mucho, los rasguños en su piel eran leves recordatorios que era fuerte y mucho más que la mayoría que él observaba se rindió.

Cuándo menos lo notó él ya estaba solo y llegando a aquella meta que era ese enorme complejo de artesanal de ladrillos blancos y lleno de espinas. Estaba completamente rodeado por enredaderas malignas que claramente fueron hechos con magia, no había otra manera de que creciesen por forma natural.

Jeon suspiró y comenzó a adentrarse, su piel a medida que ingresaba lloraba gotas carmesí y un leve toque de ácido recorría sus venas al sentir los pinchazos que eran un pesar, él estaba cansado y adolorido. No podría lograrlo claro que no.

Giró levemente sobre su pie dispuesto a rendirse cuándo unos sollozos llegaron a sus oídos, en realidad no supo si lo oyó realmente o fue sólo su mente. Pero allí pensó en que si no llegaba a su destino aquella joven pasaría su eternidad durmiendo, presa de aquel mundo que quién sabe si seria bueno.

— No Jeongguk, irás y salvarás a la princesa — se ordenó, cargando sus pulmones se abrió paso y aunque su armadura ya estaba tan desgastada que no lo ayudaba llegó a su gran destino.

El interior del castillo, no lo creía su pecho se inflaba de un gran orgullo y rápidamente fue hasta el que supuso era el cuarto de la joven. Apenas ingreso observo a alguien tendida en la cama. Se aproximó y su espada que había estado muy empuñada en su palma anteriormente cayó ante tal impresión.

No era una princesa, era un príncipe. Pero claramente no cualquier. Su belleza era cegadora, su estado de sueño lo dejaban en un toque dulce. Sus labios rojizos lo clamaban, lo llamaban. Sentía una extrema necesidad de posar sus belfos sobre los contrarios, pero no lo haría, su corazoncito puro le dijo que no debía de tomar tal atrevimiento.

Hasta que suspiro y sus belfos se posaron en la suave piel de la comisura de los contrarios, justo ajusto había visto en cuentos de antaño, que ese primer beso debía de ser entregado a fina consciencia, fue sentir el cielo, cuándo se separó, el suave murmullo de la queja de quién es molestado en sueños resonó, llenando de calma su pecho y quizá, si antes Jeongguk jamás hubiese tenido un motivo para luchar contra la dureza del enamoramiento repentino, al hallar a ese joven también lo encontró.

El príncipe batió sus ojos observándolo, lo engatuzo la belleza de ese joven el cuál levemente le pregunto su nombre.

— Soy SeokJin, oh joven caballero — sentía su corazón latir muy rápidamente, sabía que al fin su confinamiento de las paredes de su mente desapareció.

— Mi bello durmiente — susurró el contrario — ahora los pesares dejaran de habitar en tú alma ya que has despertado por vivir de nuevo.

Y lo volvió a besar ahira en su frente, sellando un destino que muchos anhelarian por toda la eternidad.

Leve adaptación a la bella durmiente, con leves discrepancias.

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⏰ Última actualización: Apr 15, 2020 ⏰

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