...o quizás nunca.

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Él llevaba dos meses sin ir, pero ella no perdía la esperanza.

Como todas las mañana Abby se dirije a "Melinde", pero esta vez con paso acelerado, aunque no le hace falta puesto que ha salido bastante pronto de casa. No puede esperar a llegar por fin para comprobar si él por fin ha vuelto. Lleva dos meses sin ir, dos meses durante los cuales ella prácticamente ha hecho su vida en esa mesa tan especial, la mesa en la que se dieron su primer beso.

Desde hace poco más de un mes no solo ha ido por la mañana. Iba a todas horas para intentar verle; por la mañana, a mediodía, por la tarde y a veces incluso de noche, aunque la cafetería estuviese cerrada. Había pasado tres años desayunando en esa cafetería, esperando a que él la recordase, aún después de aquel espantoso accidente, aún después de tanto tiempo, no va a rendirse ahora.

Hoy no ha cogido los auriculares, ya nunca lo hace. Y es que no hay tiempo para escuchar música y mucho menos para pararse a observar a la gente. Durante estos dos meses, este tiempo tan corto, se ha ido convirtiendo en una esas personas aceleradas a las que ella tan poco entendía, ha vuelto a ser como era antes, antes de conocerle a él.

En cuanto llega se sienta en la mesa de siempre y pide un café doble, ya no va a buscarlo ella como solía hacer, no puede perder de vista a los clientes.

Entonces reconoce su voz, aquella que aparece en sus sueños más dulces, pero también en sus pesadillas más horribles. No puede evitar girarse pues necesita comprobar que es él y que no se lo está imaginando de nuevo, terrible decisión.

Camina a paso ligero hacia la cafetería con una sonrisa impecable y maravillosa en el rostro, se le ve feliz y probablemente la chica pelirroja que camina de su mano sea la causa.

Quizás mañana...Where stories live. Discover now