Es reconocido por muchos, que la mejor parte de preparar una cena navideña, es realizar el postre. Ahora, existen diversos tipos de postres para ésta ocasión; grandes, chicos, difíciles de hacer, algunos más simples, unos que te dejan caries con una sola probada, otros más neutros, etc. Pero, por supuesto, todos deben ser preparados con minuciosidad y mucho amor.
Preparar el postre para una cena de navidad debe ser una tarea relajante, algo que te aparte de los vapores de la cocina, el estrés de preparar el pavo en su punto, que limpie tus manos de los jugos de las ensaladas, y por supuesto que, al finalizar, sea una odisea a tu paladar, refrescante y único.
Muchos coinciden en que el postre no resulta las primeras veces. Hay que reintentarlo una o dos veces para que quede perfecto y disfrutarlo al máximo luego. Porque sabes que si te enamora a ti con una sola probada, también podrá enamorar al resto. Esta es la confianza que te entrega el postre. Sabrás que, una vez tus comensales lo hayan probado, tu cena será absolutamente un éxito.
Por supuesto, crear un espléndido postre no es tarea difícil para un chef experimentado, con años de práctica y servicio...
_____La mañana del 23 de diciembre, Sawamura Daichi se encontraba en la ducha.
Pensaba en todos los pedidos que tenía para ese día, y el siguiente. No eran pocos, al contrario. Esta es una de las fechas más ocupadas del año. Tenía que trabajar sin descanso, dar órdenes, ver que todos los pedidos se entregaran a tiempo y sin falta, supervisar que quedaran todos apetecibles no solo a la vista, sino también al paladar. Era muy agotador, pero divertido. Después de todo era su sueño y jamás se había arrepentido, por muy duro que le haya tocado a veces.
Unas manos acariciando sus caderas, lo devolvieron a la realidad.
—Buenos días tetsu —saludó Daichi a las cálidas palmas que ahora se posaban sobre sus muslos. — sabes que no es hora de hacer estas cosas...
—Siempre es hora de tocar tus deliciosas piernas amor —le respondió el más alto, con una sonrisa ladeada, que no evidenciaba nada bueno.
Daichi no pudo menos que carcajearse. Así era Kuroo, un ridículo que amaba sus piernas y su trasero. A veces se preguntaba si el más alto no había empezado a salir con él solo por eso. Pero cada vez que le preguntaba bromeando, Tetsurou le decía que fue su comida la que había llegado a su corazón y lo había conquistado. Inevitablemente se acordó de todo hasta el día en que lo había conocido.______
Cuando Daichi era pequeño, e iba camino a la escuela, aprovechaba de pasar siempre por su pastelería favorita. Se quedaba bastante rato mirando la vitrina. Ver toda esa cantidad de postres en exhibición, luciendo todos exquisitos, lograba que se le hiciera agua la boca y que su estómago rugiera. Después de todo él amaba comer, sobre todo los dulces. Comer era para Dai una ocasión donde podía relajarse, y su momento favorito del día.
Para su mala suerte, su madre no podía cocinar todos los platos que a Dai se le antojaban. Su padre tenía que cuidar su salud, debido a su diabetes. Esto solo causó más curiosidad en el pequeño, quien soñaba con todas las exquisiteces que podría probar algún día, cuando fuera más grande. Ayudaba siempre a su madre en la cocina, y ella le iba dando tips para preparar las cosas, y cortar bien las verduras. Era muy entretenido y placentero. Y así es cómo decidió que debía ser chef. Si se convertía en chef, podría seguir ayudando a su padre a alimentarse bien, pero también podría comer sus preciados platos de ensueño. Se propuso cumplir su sueño, por lo que comenzó a trabajar medio tiempo, después de clases, para poder ahorrar lo que más pudiera y no molestar a sus padres.
Decidió que lo mejor era que se mudase a la ciudad una vez terminada la escuela, pues había mejores oportunidades de trabajo y también se encontraba la casa de estudios a la que había decidido ingresar. Luego de conversarlo con sus padres, quienes le dieron su aprobación y bendición, se mudó a Tokio, con sus sueños y esperanzas en sus maletas.
Postuló a la academia de chefs de Tokio. Una prestigiosa academia que había visto una vez en un programa de cocina, de esos que adoraba ver, y que miraba cuando sus estudios se lo permitían.
La academia se veía costosa, pero sin duda valdría la pena los cuatro años que debía pasar allí. Estaba emocionado de ver como su sueño al fin iba tomando forma.
Encontró también un complejo de apartamentos que se veían adecuados para un estudiante. Su nuevo hogar no era lujoso, pero era muy cómodo y le permitía tener su espacio y privacidad. Cuando llegó se dio cuenta que en el edificio vivían muchos universitarios y estudiantes. Sabía que tenía un vecino, pero no lo había podido conocer aún. Decidió pasar a saludar después, una vez estuviera bien instalado.
Lo primero, después de instalarse, era buscar un trabajo.
Así fue como comenzó todo. Sus clases eran difíciles, y más de una vez pensó en abandonar su sueño. Andaba siempre cansado, y se equivocaba en muchas preparaciones. Pero Sawamura era terco y decidido, por lo que no podía rendirse aún.
Tampoco había podido encontrar trabajo, y eso empeoraba su ánimo. Por lo que ese día viernes, luego de una semana como salida del infierno, decidió pasear un poco para distraerse y encontrar algo delicioso para llevar a casa y descansar.
Encontró un buen restaurant de comida china, y luego de pedir para llevar, se dirigió a casa.
Hasta ahora no se había podido conocer a su vecino. Había ido a tocar su puerta y dejarle un presente, pero nunca estaba. Por lo que le sorprendió ver las luces del departamento de éste encendidas. Se acercó con curiosidad y cuando ya había alcanzado la puerta y alzaba sus nudillos para tocar, la puerta se abrió de repente. Grande fue su sorpresa al ver a un muchacho alto, de su edad presumiblemente, y negro pelo alborotado, como si se estuviera recién despertando. El otro chico le devolvía la mirada y se veía sorprendido también. Hasta que las mejillas del más alto se tiñeron ligeramente de rojo y carraspeo.
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Receta para un Pannacotta de Yogurt
Historia CortaDaichi conoce a cierto guapo vecino, y no puede dejar de pensar en la receta del Pannacotta cada vez que lo ve.