Cambios y sentimientos nuevos

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Cuando Blas se levanta a la mañana siguiente, en un principio no le dice nada a su mamá, porque se ha olvidado del sentimiento y ahora solo hay culpa por haber pensando en empujar a Dante. Medita sobre eso mientras desayuna y observa a su mamá caminar alrededor de la cocina, tarareando una canción que suena en la radio que ella siempre tiene prendida a la mañana. ­­­A Blas le gusta mucho su mamá porque tiene cabello largo y rizado, el cual deja que le toque mientras lo abraza cuando se lastima jugando o solo desea mimos como cualquier nene de su edad, ella siempre le sonríe y le explica las cosas que él no comprende. La mamá de Blas se siente como un día de verano, cálida, llena de luz y calor, y él ama eso.

—¿Vas a ir a jugar con Dante? —le pregunta, ahora está parada a su lado y le acaricia los rulos, una clara herencia genética que comparten.

—No se —susurra mirando las flores que adornan el mantel que hay sobre la mesa. —No me gusta cuando reta a Junior, nunca lo deja jugar con nosotros —está bufando, de repente siente ganas de llorar porque el sentimiento de la noche anterior vuelve, y ahora su mamá está cerca, mirándolo de esa forma que lo hace ser frágil y transparente, él no puede ocultarle nada.

—¿A vos te gusta jugar con Junior? —su voz es dulce y cálida, se ha sentado a su lado.

—Si, es chiquito y no entiende algunas cosas, pero no me molesta, no me gusta verlo llorar por culpa de Dante —suspira mirando a su mamá.

—Podrías jugar un día con Dante y otro con Junior —ofrece ella. —Podés tener varios amigos, Blas, no solo uno —le besa la frente antes de ponerse de pie y seguir en lo suyo.

Entonces, él entiende mejor algunas cosas, y se da cuenta que quiere a Junior como un amigo, y por eso no le gusta que Dante lo trate mal. Es más chico que ellos, pero puede jugar al futbol y sabe trepar árboles, dos de las cosas favorita de Blas. Así que desde ese día, su tiempo va a estar constantemente divido entre los dos hermanos Guerricos. Algo que con los años no cambia.

Luego de esa charla con su mamá, Blas pone en practica su consejo, y funciona la primera semana, hasta que Dante decide que Junior puede quedarse a jugar con ellos, y desde ese momento los tres se vuelven inseparables. Aun hay peleas entres los hermanos, pero Blas se acostumbra, ha aprendido a mirar todo en silencio hasta que se calman y luego todo vuelve a ser como antes, en general los pleitos duran minutos y es por algo tan absurdo como quien va a ser el arquero en un partido o por una bolsa de papitas.

El primer año se pasa volando y cuando quiere darse cuenta Junior está cumpliendo nueve, y él con Dante están cerca de los once. Las cosas no cambian en algún tiempo, están en la misma sintonía y disfrutan de jugar a los mismos juegos y reírse de las mismas cosas; pero entonces pasa un año más, y Junior ahora tiene diez, Blas con Dante han cumplido doce y de repente los intereses cambian.

Los mayores descubren otras cosas que para el menor son aburridas, así que de repente es él quien pasa de ellos y esta bien, ahora Junior no llora y está mas grande, ha hecho nuevos amigos y su tío lo deja pasar tiempos en sus casas. Blas no dice nada, pero algo parecido a la tristeza se instala en su pecho al ver que crecen, y se alejan.

Una tarde, mientras Blas espera que Dante se bañe, ve a Junior entrar en el cuarto. Está colorado, tiene el cabello desparramado, con mechones rubios y castaños claros, apuntando en todas las direcciones. Se detiene en seco cuando ve al mayor sentando en la cama, quizás es imaginación de Blas, pero se pone mas colorado y agacha un poco la cabeza cuando camina cerca suyo.

—Hola —le murmura, aun sin mirarlo.

—Hola, Ju— sonríe, algo cercano a la ternura le recorre el cuerpo cada vez que ve al chico, y ese día no es la excepción. —¿Estuviste jugando al futbol? —le pregunta porque quiere sacarle charla y que deje de parecer tan incómodo.

—Si, pero Fabricio atajó mal y terminamos perdiendo —bufa y pone los ojos en blanco, se acerca hasta el ropero que hay a un costado de la habitación y escarba dentro, tirando prendas sobre su cama. —Ahora hay que pagarle a los del otro equipo y el tío no me quiso dar plata, pero me acuerdo de que por acá había guardado un billete —mete casi la mitad de su cuerpo dentro del mueble. Blas mira toda la escena divertido, con los años, la personalidad descarda y brillante de Junior no hace otra cosa que aumentar, solo basta unos segundos para que deje atrás su timidez y comience a hablar casi tanto como Dante.

—¿Cuánto queres? Creo que tengo veinte pesos —se levanta para hurgar el bolsillo trasero de sus jeans donde, si mal no recuerda, había tocado un billete. Y si, ahí está, lo saca y se lo entrega a Junior que se ha acercado a él. —Sirve ¿no? —le acaricia el cabello que de a poco va dejando de ser rubio para darle paso a un color castaño claro.

—Si, te los voy a devolver, te lo prometo —le asegura con ojos brillosos que lo miran agradecidos, sostiene el billete contra su pecho como si se tratara del tesoro mas grande, y Blas siente que le pinchan el pecho mientras lo observa allí. Es un poquito mas bajo que él, tiene pecas en la nariz, siempre esta despeinado y aunque no llora tanto como antes, de vez en cuando las lagrimas traicioneras aparecen en sus ojitos marrones y él solo piensa que un nene no le debería parecer tan lindo ni causarle ese cosquilleo en las manos.

Se aclara la garganta mirando hacia otro lado, a cualquier cosa de esa habitación menos a Junior y su carita colorada.

—No te hagas drama, pendejo —se vuelve a tirar sobre la cama, dándole a entender que ya se ha acabado la charla y que puede irse. Quiere que se vaya.

—Gracias, Blas —de repente se inclina y el mayor siente unos labios sobre su mejilla, es un toque suave que, así como llegó, se fue. —Sos mejor que mis hermanos— le susurra antes de salir corriendo del cuarto.

Y no es justo, piensa Blas, tocándose el lugar donde los labios de Junior estuvieron. No es justo que su corazón este tan acelerado y que tenga ganas de llorar, ya no tiene diez años, es más grande y debería pensar en otras cosas, no en el hermano menor de su mejor amigo. Ni en el sentimiento que le recorre el cuerpo cada vez que lo ve y escucha, porque es vergonzoso y no esta bien, para nada.  

Fragmentos de lo que somos || Blasnior ||Where stories live. Discover now