El juego de la copa...

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La noche era fría, como toda noche de invierno, y los amigos se habían reunido en el departamento de Joaquín para cenar y después tomar unas cervezas.

Estaban en el tercer piso y el viento hacía vibrar con fuerza las ventanas. Joaquin se acerco a los vidrios y miró hacia fuera, hacia la ciudad oscura y dormida.

-¿Saben qué?- dijo, entrecerrando los ojos porque estaba algo borracho-. Creo que esta noche es ideal para hacer el juego de la copa.

Los otros de inmediato expresaron su acuerdo. Todos menos Carolina que de repente se había puesto palida y amenazó con irse y no hablarles más si insistian en jugar. Su nerviosismo era tan visible que los otros chicos dieron por terminada la idea.

Sin embargo, la curiosidad había picado en Joaquin y él le preguntó por qué sentía tanto rechazo por un simple juego.

-Primero que todo, no es un simple juego- contestó Carolina, todavía nerviosa. Y luego les contó “la historia” que los dejó mudos de la impresión.

Contó que unos cuatro años atrás, en la habitación de la casa de sus abuelos,ella estaba con sus amigas realizando el famoso “juego”. Ella no sabía lo que era, y una de sus amigas le explicó.

“El juego de la copa es una variante simplificada de la tabla ouija”,le dijo.”Sobre una mesa cualquiera se pone una copa al revés y luego los participantes apoyan el dedo meñique sobre ella. Supuestamente esto crea una fuerza invisible que atrae a todo tipo de espíritus. Las cosas alrededor se mueven, las velas se apagan, la copa misma comienza a deslizarse sin control sobre la superficie de la mesa.”

Carolina pensó que era una pavada yse reía divertida, como si no esperaban nada raro. Nunca se supo que es lo que se les pasaba por la mente a esas ocho chicas. Pero su sonrisa se cortó de golpe cuando, una vez comenzado el juego, vio que las luces del techo titilaban.

Miró a sus amigas; eran siete, ocho con ella en total, y todas las otras tenían los ojos cerrados y no parecían darse cuenta lo que había ocurrido. “Me deben estar jugando una broma”, pensó Carolina. Y tiró una risita, dispuesta a no dejarse intimidar.

Enseguida ella sintió que alguien a sus espaldas la empujaba, y una de sus amigas, que estaba a su derecha, con una voz que no era humana dijo: “No te burles de los muertos, Carolina”. 

Carolina miró hacia atrás. No había nadie. Sintió que se le ponia “la piel de gallina”, y de golpe sintio algo horrible: abajo de la mesa había alguien. Ella no se atrevió a levantar el mantel para mirar. Pero, casi podía percibir la respiración de aquel ente, que lo sentía muy cerca de sus piernas, como si estuviera encogiendo su cuerpo para entrar entre mis piernas. Trató de despegar sus dedos de la copa y levantarse, pero no pudo hacer ninguna de las dos cosas. Parecía que su dedo se había pegado a la copa, que ahora se movía sobre la mesa de un lado a otro con violencia. “Boludas, dejemos esto de una buena vez”, dijo con voz temblorosa, pero ninguna de sus amigas abrió los ojos. Parecían sumidas en un trance muy profundo. “Chicas”, repitió Carolina, tratando de alzar la voz, “les dije que...

Entonces lanzó un grito. Las caras de sus amigas se habían transformado. Ya no eran adolescentes de dieciséis o diecisiete años, sino viejas, que parecían muertas desde hacía mucho tiempo. Las viejas abrieron sus ojos al mismo tiempo, y en un coro horrible y perfectamente sincronizado le dijeron:

“Abriste un portal hacia otro mundo, que muy pronto se cerrará. Pero vos siempre vas a tener la llave.”

Carolina por fin pudo salir de su parálisis y salió corriendo de la casa. Cuando las volvió a ver, en el colegio al otro día, sus amigas seguían siendo las mismas de siempre y parecia que no se acordaban de nada.

-¿Qué habrán querido decir con eso de que siempre vas a tener la llave?.- Preguntó Joaquin, que había escuchado el relato de Carolina en un horrorizado silencio, al igual que los demás.

Carolina se encogió de hombros.

-No lo sé. Pero por las dudas, siempre me alejo de esas cosas.- dijo Carolina mientras abrazaba a Joaquin.

-Esta bien que lo hagas, te entiendo.- dijo Joaquin, y volvió a mira hacia la ventana. Y su cuerpo se endurecio, se congelo, él habia visto en el reflejo del vidrio que la cara de Carolina era la de una vieja, que le sonreía con una profunda cara de mala mientras lo abrazaba. 

El juego de la copa...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora