Park Jimin nunca fue un chico con suerte. Es ese tipo de personas que siempre llega tarde a las citas importantes, aquel que pierde el transporte por despistado. Muchas veces actúa como un niño de diez años a pesar de que pronto cumpliría sus veintiséis.
Cuando comenzó el año había prometido cambiar. Quería buscar un trabajo estable, continuar la carrera que había empezado en la universidad y abandonado. Quería ser alguien mejor en la vida, poner los pies sobre la tierra y dejar de comportarse inmaduro, sus padres y su hermano menor lo regañaban siempre por eso.
Pero a él le gustaba como era. Se sentía feliz y pleno, a pesar de que todos lo criticaban, cambiar su vida significaba olvidarse de su felicidad y complacer a los demás.
¿Estaba dispuesto a vivir así?
Esa pregunta se la repetía todos los días, y sabía perfectamente la respuesta pero la empujaba al fondo de su mente porque la sonrisa orgullosa de sus padres lo hacía olvidar la infelicidad que sentía.
-¿Realmente quiero trabajar ocho horas sentado en una oficina para un viejo pelado que lo único que hará es darme órdenes? - Agradecía eternamente ya estar dentro del ascensor para que nadie escuchara sus dilemas, tenía la mala costumbre de hablar en voz alta - lo peor es que odio los ascensores.
Se miró en el espejo mientras el tablero marcaba el segundo piso, tenía que ir al diecisiete y se sentía una eternidad.
Su cabello anaranjado estaba perfectamente peinado a un costado haciéndolo ver demasiado ridículo, su padre le dijo que lo llevara a su color natural o al menos que usara tinte negro, pero Jimin no estaba tan desesperado por aprobación como para cambiar ese color en su cabello. Le gustaba mucho así.
-Me veo tan ridículo.
No pudo evitar volver a acomodar su cabello como lo traía siempre, despeinado pero con estilo. Observó entonces el costoso traje que llevaba puesto, su madre se lo había obsequiado cuando él le comentó sobre las entrevistas de trabajo en las que lo habían aceptado para ponerlo a prueba. Realmente extrañaba sus jeans rasgados y sus sudaderas grandes.
-Realmente me veo como un adulto - cerró los ojos para mantener la calma, apretó los puños con fuerza y pensó en la sonrisa orgullosa de sus padres, pero ni eso fue suficiente para no sentirse miserable.
Porque lo era. Complacer a los demás era una verdadera mierda.
Estaba tan sumido en sus pensamientos que no notó que el ascensor al llegar al piso cuatro, volvió a descender. Se dio cuenta cuando las puertas se abrieron y se giró para salir, pero una multitud de gente le impidió el paso, observó fuera y el vestíbulo del edifico lo confundió. Miró el tablero y suspiró frustrado, ¿cómo es que no había notado que el maldito aparato había bajado? En momentos como esos realmente odiaba ser así de despistado.
Las personas a su alrededor tocaron los pisos a los que iban, miró los números en el tablero. Tres, cinco, seis, ocho, nueve, once y finalmente el diecisiete, ¿cuántas veces debía tocar el botón para que subiera sin problemas? Se recargó en la pared del ascensor, ignorando las miradas curiosidad de algunas de las personas ahí dentro. ¿Cuántas había? ¿Nueve? ¿Diez? No había notado que el espacio era bastante amplio y entraban quizás unas tres personas más.
Definitivamente odiaba ser despistado.
El ascensor se detuvo en el piso ocho y dos mujeres que no habían dejado de cuchichear en todo el viaje se bajaron, sólo quedaba tres hombres además de él y se sintió aliviado. Todas esas personas le habían causado un gran dolor de cabeza, no acostumbraba a pasar tiempo con mucha gente a pesar de que trabajaba en un lugar de comidas rápidas.
Cuando dos hombres se bajaron en el siguiente piso, rogó para que el extraño que quedaba se bajara en el once, necesitaba un poco de tiempo a solas antes de su entrevista. Le quedaban diez minutos, agradecía eternamente que por una vez en su vida había decidido ser puntual.
Sin importarle que no estaba solo soltó un largo suspiro al mismo tiempo que cerraba los ojos, por primera vez en su vida se sentía verdaderamente nervioso, ¿qué pasaba si no lo aceptaban? Esta era su quinta entrevista y todos los lugares a los que había acudido le decían lo mismo "nosotros te llamamos", pero la llamada nunca llegaba.
-¿Qué voy a hacer?
El rubio a su lado lo miró de reojo, por un momento pensó que le estaba hablando a él, pero descartó la idea cuando vio que tenía los ojos cerrados.
Le llamo la atención desde que había ingresado en el ascensor, el joven con el cabello anaranjado parecía confundido cuando él ingresó en la planta baja, se había mantenido apartado de los demás como si las personas le cayeran mal, lo había visto balbucear cosas y mover sus manos con nerviosismo, no sabía por qué pero le había agradado.
Min Yoongi era de esas personas frías que nunca demostraban sentimientos, no podían culparlo, desde pequeño su padre lo había hecho muy ambicioso, lo único que le había enseñado a amar era el dinero. Tenía un puesto de trabajo donde ganaba muy bien, podía costear todos los gastos que quería, incluso a veces compraba cosas por aburrimiento, en sí su vida era bastante aburrida y monótona, pero cuando trabajaba se sentía vivo.
-¿Y si no quedo?
Volvió a escuchar el murmullo del chico a su lado y esta vez la mirada que le lanzó no fue sutil, lo analizó durante una milésima de segundo, aunque el otro ni se enteró porque sus ojos seguían cerrados.
Se sobresaltó cuando el ascensor se detuvo, no estaban en el piso que él había seleccionado, ¿por qué el ascensor estaba detenido? Las luces del elevador se apagaron y Yoongi sintió como su cuerpo se tensaba.
Otra vez no.
Jimin llevaba medio minuto reteniendo el aire, ese siempre era un buen método para calmar sus nervios. Tenía demasiadas preguntas en su cabeza y no se percató de que el ascensor se había detenido hasta que una voz y ruidos extraños lo sacaron de su transe.
El rubio que había visto unos minutos atrás, golpeaba las puertas de acero con fuerza gritando que las abrieran y lo dejaran salir, Jimin también escuchó unas cuantas maldiciones saliendo de su boca, ¿qué demonios estaba pasando? Cayó en cuenta de la actitud del hombre cuando miró el tablero, ningún número estaba seleccionado y entonces se dio cuenta de que las luces estaban apagadas y lo único que los iluminaba era la luz de emergencia.
¿En qué problema se había metido?
Miró la hora en su celular y eran las tres de la tarde en punto, ni en broma llegaría a tiempo a la entrevista. Estaba atrapado en el maldito ascensor con un lunático que no dejaba de golpear las puertas con fuerza.
-¿Podrías dejar de hacer eso, por favor? - su voz, naturalmente tranquila, salió irritada en ese momento. El dolor de cabeza se había intensificado y los golpes no ayudaban.
El rubio se giró para mirarlo, le dolían las manos de golpear con tanta fuerza la estúpida puerta, sabía perfectamente que era inútil y no había manera de llamar la atención de nadie, no podía creer que nuevamente estaba en esa situación.
Al menos no estaba solo.
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Atrapados - Yoonmin
FanfictionJimin y Yoongi son dos desconocidos hasta que se quedan encerrados en un elevador. Jimin es un adorable chico de veinticinco años que actúa como niño todo el tiempo y tiende a desilucionar a su familia por eso. Yoongi es un hombre de casi treinta añ...