María Paz Toranzo

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Aquel día era de esos en los cuales la gente solía estar más feliz de lo normal y sobre todo yo, es por eso que agarré mi celular, mis audífonos y me largué a caminar y a comprar unas cosas que faltaban para la cena de esa noche.

Me encantaba caminar justo en ese día, ya que las calles estaban totalmente coloridas, llenas de globos, banderas, y serpentinas que adornaban toda la ciudad. Por única vez en el año todo es amor y paz.

Aquel día, se caracterizaba por algo en especial, ya que los primos que se odian se piden perdón, la tía gorda promete hacer la dieta, el hermano soñador promete seguir viajando, el tío solterón promete por fin casarse, y, en realidad son muchas las promesas que la ciudad se hace, todo porque hace doscientos años se había prometido la independencia, que finalmente tardó cincuenta años después en concretarse.

Por tradición a las 21:00 hrs., se reúne toda la familia en una mesa enorme para comer un rico pavo relleno o también suelen comer soufflé de papa que es la comida típica de esta ciudad, y justo a las 00:00 horas hay un show enorme en la plaza principal, en donde además tiran fuegos artificiales.

Mientras caminaba con destino a la verdulería de la esquina en busca de papas, me llegó un mensaje de texto de un amigo de mi familia, el cual nos invitó a ver los fuegos artificiales <<al muelle>>. Este es aquel lugar donde sólo las personas más adineradas pueden llegar, ya que es imposible ir caminando o en micro, sólo se puede llegar en un yate o un Ferrari.

Dicen que allá los fuegos artificiales se ven mucho mejor, —sólo he ido una vez y se ven exactamente igual—, pero como mi familia ya tenía planes ignoré el mensaje.

Insisto en la idea de que ese día es el gran esperado por todos. sobre todo por Don Willy, el dueño de la carnicería de la esquina, ya que el viejo desde que el sol se asoma no para de tomar y tomar.

El correo de las brujas cuenta que en un día de la independencia, pero de varios años atrás, su hijo y su esposa murieron en un accidente de tránsito, pero como él no habla con nadie, nunca se ha podido comprobar la teoría. Sólo sabemos que se emborracha y que su carnicería permanece cerrada por una semana.

¡Mierda!, Grité.

Me había quedado sin batería en el celular. Creo que escuchar música no fue muy buena idea, ya que no sabía la manera de entretenerme mientras hacía la enorme fila en la verdulería.

<<Leeré la revista de la semana>>, Pensé.

Menos mal la señora Yoli era fanática y no había semana que no pasara sin que la comprara, pero justo en el momento que le iba a pedir la revista a la dueña de la verdulería, miré por el ventanal que daba con la calle de afuera y vi a Maripi, María Paz Toranzo, una antigua vecina que no veía hace mucho tiempo.

El deseo de la indiferenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora