Llegó el momento donde empezaron a saltar los corchos de las botellas de champañas. Mi vecino, por su parte, comenzó a lanzar los fuegos artificiales por toda la cuadra, y como todos los años, no podían faltar las supersticiones de mi familia; la tía Lidia comió sus famosas lentejas, paralelamente a ella, mi primo Rena sus doce uvas, y lo más gracioso, fue a ver a mi abuela paseando con una maleta antigua por todo el pasaje, con la esperanza de por fin viajar para ver a su hija que tenía en el extranjero, y yo por obligación llevaba puesta ropa interior de color amarillo. Según mi tía, el amarillo está ligado al color del sol y me traería dinero y éxito para aquel año.
El primer abrazo se lo di a mi abuela:
—¡Feliz año! hijo mío, que este año te vaya muy bien en el instituto— Dijo ella.
Siempre me he preguntado por qué las personas en año nuevo me dan el abrazo y me desean el mayor éxito del mundo, pero sólo en lo académico, y ¿Qué hay del amor? ¿Qué hay de la felicidad? ¿Qué hay de tus sueños? Sonaría tan lindo que me dijeran:
— ¡¡Feliz año Vicente!! Espero que este año puedas cumplir todos tus sueños, encontrar el amor, y sobre todo, que seas muy feliz.
<<Como todo año nuevo que llega, también llega el término de las vacaciones y el comienzo de las clases>>.
Afuera de mi casa me esperaba Carlo, mi mejor amigo, íbamos en el mismo instituto, pero él estudiaba Comercio Exterior y yo Ingeniería Comercial. Debo agradecer que no son carreras tan opuestas, ya que a veces me ayudaba en algunas asignaturas. Admito que la única neurona que pensé que él tenía le funcionaba muy bien en las matemáticas. Bueno, en el instituto me recibía el profe Carmona, uno de los profesores más estrictos y rajones del departamento de matemáticas. Dicen los compañeros más antiguos, que desde que pilló a su esposa en su propia cama con un colega se puso así. Imagínate lo cabrón que es, y el primer día de clases me hizo un taller evaluado.
Me tocó hacer grupo con un compañero que nunca había visto en mi vida, su nombre es Kevin, Kevin Máquina.
Desde que nací mi vida nunca fue fácil, me costaba hacer amigos, vivía en plena soledad, inclusive en los recreos del colegio me quedaba absolutamente solo, no conocía los equipos de fútbol ni el típico juego "de las escondidas" o "el Paco ladrón".
Las hormigas y los chanchitos de tierra del jardín de mi colegio eran una fiel compañía. La verdad es que no tenía ningún amigo, por más que trataba, no podía. Eso tuvo como consecuencia que pasara por muchos colegios, algunos me cerraban las puertas en las propias narices, engañándome y justificándose que no había cupos, cuestión que era una absoluta mentira, ya que tenía antecedentes de que a otros niños, sin mi condición los aceptaban. Después de mucho esfuerzo, por parte de mis padres, lograron aceptarme en un Colegio estatal, incluso llegaron a apoyarme con terapias psicológicas y talleres de integración escolar, creo que así se llamaba, pero era algo parecido como lo ves en las películas cuando una persona viene llegando a un centro de rehabilitación y están todos sentados en círculo y cada uno se presenta por su nombre, cuentan sus problemas, algunos lloran, todo es amor y paz.
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El deseo de la indiferencia
Non-FictionVicente descubre que posee un don: escuchar, extender una mano amiga, entregar un mensaje de aliento y consuelo, pero tarde o temprano descubre que toda habilidad tiene una contraparte y pide un deseo, ser indiferente. SOLO PUBLICADO EL CAP 1 Y 2.