II

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Algo que detesto de viajar es que uno se tiene que levantar tan temprano para poder disfrutar de los lugares turísticos y cosas así.

Pero en Colonia nunca usamos la camioneta para nada, nos fuimos caminando. Y al final del día, los pies te calaban que hasta sentarse en una silla era glorioso.

Primero, fuimos a visitar la Catedral de Colonia, y me extraña decir esto, pero la catedral estaba situada en el centro de la ciudad, algo muy genial. Mi padre me había contado que esta catedral había sido empezaba el 1248 y que no se terminó de construir hasta el año 1880 y que tenía una altura de 95 metros; muy alto. Toda esta información la encontramos en un folleto que estaba en la catedral.

Algo extraño había pasado, pues dentro de la catedral había un cubo de vidrio grande en donde la gente podía donar su dinero para el cuidado de la iglesia. Y donde se depositaba había dinero de muchas partes, encontramos dinero de México, el franco suizo, yen japonés y obvio el euro. Mi hermano Diego y yo nos dimos cuenta del dinero que había y de pronto vino una niña mexicana, ella le había pedido un peso a su madre para poner uno, después que hizo lo mencionado dijo "¡Mira mamá! Fui la primera que puso un peso mexicano." y se fue. Fueron unas grandes ganas que me dieron de acercarme a la niña y decirle que estaba mal, pero estábamos en una iglesia y decidí no hacer nada al respecto.

Seguimos caminando en en la catedral, estaba lleno de cosas geniales. Los vidrios, las paredes, todo estaba muy detallado, muy bonito. Había gente de muchas partes, los mexicanos, gente de España, de Corea y suizos, todos parecían disfrutar de la catedral.

Nos habíamos sentado en una de las sillas mi mamá y yo mientras mis hermanos y mi papá se habían separado, estábamos cansados porque habíamos caminado desde el lugar que mi papá rentó hasta la catedral. Decidí recargar mis pies en donde recargas tus rodillas para rezar, una señora y (supongo) su marido estaban frente a nosotros, y en cuanto yo había recargado mis pies volteó su mirada a mí con una cara de enojo, en ese momento no sabía que estaba pasando, tal vez había empujado la silla en la que ellos estaban y yo no me había dado cuenta, seguimos sentados ahí hasta que la señora se levantó y nos agita fuertemente la silla en la que mi mamá y yo estábamos sentados, después de eso dijo algo en alemán, mi mamá no entiendo nada, pero yo en base a lo que escuché entendí algo así como "¿ves lo que se siente?". Por parte de su marido no hizo nada, simplemente negó con la cabeza. Tenía muchos significados, yo creía que él hizo eso por la acción de su mujer, o por lo que (supuestamente) hicimos nosotros. Así que decidimos irnos de ahí y tomárnoslo a la ligera, de hecho, mi mamá y yo nos habíamos reído por lo que había pasado.

Después de eso, nos encontramos con mis hermanos y mi papá y les contamos lo sucedido y así como mi mamá y yo nos habíamos reído él también se rió. Después de estar un poquito más de tiempo en la catedral y ver lo bonito que había allí, nos salimos.

Nos la habíamos pasado bien. Y después de eso mi papá decidió llevarnos a museos. Caminábamos y encontrábamos tiendas de souvenir y no importaba de qué tipo de tienda fuera mi mamá siempre se metía a todos. Se llegó a quejar de que había encontrado un llavero más barato que compró en otra tienda, obvio no se lo restregó con el vendedor sino que nos lo había dicho, solo estaba dos euros más barato pero igual, estaba más barato.

Al fin llegamos al museo y... estaba cerrado. Mi papá buscó entre muchos museos y todos estaban cerrados, así Sebas sugirió ir al zoológico y eso fue lo que hicimos. Por fin algo divertido.

Así que lo que íbamos a hacer ya lo teníamos claro, ir al zoológico a pie, obvio. Así que caminamos 7 kilómetros hasta llegar y pagamos por nuestras entradas. Estaba tan emocionando que quería ir a ver a lobos, era mi único objetivo y siempre había soñado con ver a lobos... hasta el momento que supe que en el zoológico no habían lobos. Y ahí estuve casi todo el tiempo en el zoológico con los brazos cruzados enfadado porque no habían lobos... hasta que pingüinos, ¡era mi primera vez que veía pingüinos y era lo más bonito que había visto! Literalmente quería abrazar uno. Y desde ese punto ya no estaba enojado, sino que caminaba feliz, respiraba feliz, hablaba feliz, comía feliz y me emocionaba feliz.

En el zoológico tuvimos que pasar por un puente sobre un lago así como el de la primera película de Shrek en la que él y burro tienen que pasar por un puente para llegar al castillo de la princesa perdida, y para que burro pasara por el puente rápido Shrek empezaba a agitar el puente y decir "¡Vamos a bailar, vamos a bailar!".

Primero pasó mi papá, mi hermana, mi mamá, después mis hermanos mayores y después yo e hice lo mismo que hizo Shrek en la película.

–¡Vamos a bailar, vamos a bailar! –Decía mientras agitaba fuertemente el puente sin importar lo que le pasara a mi familia.
–Deja de hacer eso y cállate. –dijo Diego amargado.
–¡No! –contesté y seguí haciendo lo mismo.
–¡QUE DEJES DE HACER ESO! –me gritaron mis dos hermanos.
–Ay, está bien amargados. –Y paré de hacerlo.

Mis hermanos tienen una tendencia de enojarse conmigo cada vez, así que mejor dejé de hacer lo que hacía o si no terminaba castigado porque cuando se enojan le dicen todo lo que hago a mi padre.

Terminamos de cruzar el puente, y seguimos viendo animales. Nos topamos con un cotorro que tenía el mismo nombre de mi hermano Diego y así como yo me puse feliz cuando vi pingüinos el también se puso feliz cuando vio a un pájaro que tenía su mismo nombre. Me pareció divertido ver al pájaro que tenía el mismo nombre de mi hermano. Sebas... él parecía disfrutarlo, no le veía la cara de cansado ni tampoco la parecía entusiasmado, al fin y al cabo fue su idea ir al zoológico y nosotros la aceptamos.

Seguimos viendo animales, vimos jirafas, hipopótamos y muchos más hasta que se hizo de tarde y salimos... No sin antes irnos a la tienda de souvenirs del mismo zoológico, nos compramos un llavero.

Finalmente salimos del zoológico y al lado estaba un camión que vendía helado.

–¡Mira mami! –dijo mi hermana sorprendida agarrando de la muñeca derecha a mi mamá queriendo llevarla al camión de helados– ¿Me compras un helado?
–N-No sé mija –respondió mi mamá–. No creo que tengamos dinero para comprarte un helado...
–Si tenemos mijita –mi papá le dijo a mi hermana–. ¡Niños!

Mi papá nos habló a Sebas, Diego y a mí.

–¿Quieren un helado?

Nos preguntó mi papá.

–¿Tengo que pagar? –le pregunté.
–No, pero-
–¡Entonces si quiero un helado! –respondí interrumpiendo a mi padre.
–Ah... está bien –suspiró–. ¿Alguien más?

Preguntó mi padre, por lo que mis hermanos siguieron sin querer helado.

Me reí un poco al ver esta parte que escribí en el segundo diario, literalmente la plática la puse como salía en el diario. Bueno, sigamos. Mi papá nos compró a mi hermanita y a mi un helado, y de ahí nos fuimos al restaurante Hard Rock: Köln para tener nuestra cena porque se hacía de noche.

Nunca les dije, ¿verdad? Pues mi papá es un coleccionista de vasos de cualquier restaurante de Hard Rock que se encuentre y siempre se iba a comprar un vaso para tenerlo en su colección que teníamos en nuestra casa allá en Ciudad Juárez; mi papá ha viajado por muchas partes del mundo y no se iba a ir si no tenía su vaso del restaurante.

Tuvimos nuestra cena ahí, ordenamos cada quien... pues nuestra cena. Hablamos, nos divertimos ahí y mi papá compró su vaso del restaurante. Su objetivo era conseguir todos los vasos de los Hard Rock que había en Alemania.

¿Y el mío? Mi objetivo era conseguir pines de cualquier lugar histórico que vaya.

Y lo logré.

Diario 2:  Viejas MemoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora