El pozo de las almas.

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Una tarde de verano, de esas que te calientan hasta el alma, fui de excursión a la Zona Colonial.

"No andaba sola, éramos tres, Daniela, Sandra y yo."

Yo por despistada, me separé del grupo y me perdí. Tratando de encontrar a mis amigas di miles de vueltas, pero al parecer estaba maldita, siempre terminaba en el mismo lugar, en el pozo de las almas.

"El pozo de las almas era el lugar donde madres, niños y ancianos de épocas antiguas, tratando de sacar agua para llevar a sus hogares, cayeron sin dejar rastro. No se sabe que habrá pasado con esas personas, solo se sabe que jamás de volvieron a ver."

Cansada de vagar, me senté en la orilla del pozo a reflexionar. Luego escuché una voz que decía "Aquí estoy, búscame", me levanté corriendo sin percatarme de lo húmedo que estaba el suelo. En uno, dos, tres segundos, mis pies chocaron, provocando mi caída en el fondo del pozo.

No tuve tiempo de gritar o moverme, solo cerré los ojos, al volverlos a abrir me encontraba en un lugar oscuro, donde solo se podía ver una delgada línea de luz que dibujaba una puerta.

Con dificultad, pero con mucha curiosidad, me levanté y caminé hacia la luz, logré cruzar la silueta de aquella puerta, quedando en un tiempo y espacio muy distinto al que siempre tuve frente a mis ojos.

Mujeres con vestidos extravagantes y hombres más formales que nunca, iban y venían en la calle polvorienta en que me encontraba.

Niños vestidos de igual forma, corrían y jugaban a las escondidas. Mientras yo, pasmada, solo veía. Muchos notaron mi presencia, pero continuaron su camino, otros se detenían en pequeños espacios a mirarme, era obvio que sintieran curiosidad, pues mis rasgos físicos, piel morena, cabello crespo, y mi vestimenta, unos jeans, tenis, y camiseta, no coincidían con la época.

Comencé a caminar y las personas comenzaron a esconderse, sentían miedo, porque rara vez el ser humano se muestra firme ante lo desconocido.

Ya alejándome de esa pequeña ciudad, con casas de una estructura considerada en mi tiempo como antigua pero hermosa y delicada, hechas de piedras y ladrillos, comencé a correr como alma que lleva el diablo.

En ese momento, fue que me di cuenta de la situación. Ahora la asustada era yo, comencé a preguntarme, ¿por qué estaba donde estaba?, ¿qué estaba pasando?, ¿estaría soñando?.

En medio de la corrida, choqué con un caballo y caí inconsciente al suelo cubierto de tierra.

Dos horas después, desperté en una habitación, en una cama de madera tallada. Al levantarme lo primero que hice fue observar el entorno. En la habitación había un baúl que a la vista parecía de manufactura de África y piel de elefante. Yo estaba con un vestido elegante, un poco ajustado pero con mucha tela por encima.

No tuve la oportunidad de observar por mucho tiempo, porque pasados 15 minutos después de estar despierta, entró a la habitación un hombre fino, alto, de piel clara, ojos color miel y cabello castaño, con una vestimenta muy adaptada a la época.

Este decía llamarse Samuel Arredondo. Era quien había chocado conmigo en aquel monte y sintiéndose culpable de mi desmayo, me llevó a su casa hasta que despertara.

Me dijo que tenía dos hermanas y sus padres habían fallecido.

No les voy a mentir que entre la gran situación y todo lo ocurrido, su rostro fue lo más cautivante.

Yo me presenté a él como una desamparada sin memoria, porque era imposible que le planteara lo que a mi percepción había pasado realmente.

Él dijo que por el momento me llamaría Victtany, nombre que le pondría a su futura hija. Me dijo que si me preguntaban, usara su apellido y me presentara como su prima. Me hubiera gustado presentarme como alguien más, su esposa por ejemplo, pero sería demasiado descarada.

Se ofreció a mostrarme el lugar, y me llevó a donde ese mundo se mostró a mí, dónde inició todo, una calle, que según recuerdo él dijo, era llamada Calle las Damas por unos y Calle de Reloj por otros.

En esa calle residían las damas del cortejo de la virreina Doña Natalia de Toledo.

De regreso a su casa, me sentí por unos momentos satisfecha, pero luego me invadió un gran miedo. Miedo a no volver, y si dormía, miedo a no despertar.

Esta historia continuará...

Por Oilans Solano

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⏰ Última actualización: May 30, 2020 ⏰

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