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" No te volveré a textear diciendo lo que siento por ti "


Hubo una vez una princesa tan noble que perdonó los pecados de un vil ladrón, un hombre que, cuenta la leyenda, se convirtió en uno de los sultanes más amables de la historia y que llevó a su tierra a la prosperidad...

Patético, eso era patético.

Kalim no podía dejar de llorar mientras esa historia se repetía una y otra vez en su mente; él quería ser como esa princesa que encontró un diamante en bruto y que la hizo feliz hasta el final de sus días. Realmente quería creer en esa leyenda, en que todos tenían algo de bondad, todos podían cambiar, pero... Pero dolía, maldita sea, ese dolor en su pecho era insoportable, ni siquiera cuando un puñal le atravesó el pecho podía comparase.

Se preguntó ¿A caso la princesa sufrió igual?¿A caso ella también se encerró en su habitación y cubrió su boca, tratando de sofocar su dolor?¿Ella tambien maldijo a quien le traicionó y deseo con todo su ser olvidar?¿Ella también se quedó sola y lloró todas las noches hasta quedarse dormida?

Ella... No podía ser como ella, no quería serlo, ya no, no pensaba seguir sufriendo de esta manera, toda su maldita vida le habían traicionado, el mundo siempre confabulado en su contra, todos le querían muerto y la única persona en la que se atrevió a confiar
... qué gran error.

-Patético, soy tan patético

Se burló de si mismo con amargura, recordando a Jamil en el suelo, con el odio contenido en sus ojos, esos ojos que no habían perdido su veneno incluso después un overblot, por el contrario, parecía que el sentimiento de repulsión hacía Kalim era más fuerte que nunca. Kalim realmente había deseado golpearlo, al menos gritarle...

Pero cuando lo vió en el suelo, derrotado y completamente exhausto, lo único que pudo hacer fue correr a abrazarlo, con los ojos llenos de lágrimas. Un abrazo que duró menos de un segundo, todo porque Jamil le había empujado con tanta fuerza que le hizo caer al suelo.

Te odio

Se cubrió los oídos con desespero, no quería recordar, no quería volver a escuchar esas palabras llenas de desprecio. Pero no importaba cuanto presionará las manos en sus orejas, esa mantra no paraba y a cada segundo su corazón se rompía un poco más.

Sus recuerdos felices distorsionandose hasta dejar solo miradas llenas de rencor, palabras venenosas, dolor, traición.

Jamil nunca lo amo, nunca lo quiso cerca, asco era lo único que podía sentir por él, ahora lo entendía y realmente dolía. ¿Cuántas veces se habría burlado de su amor sincero? ¿Cuántas veces Jamil habría deseado asesinarlo mientras dormían juntos? ¿Cuántas veces habrá reprimido el deseo de envenenar su comida?

Esa misma comida que Kalim no paraba de alabar, creyendo infantilmente que si tenía un sabor tan delicioso, seguramente era porque Jamil impregnaba todo su amor en ella. Patético...

Y aún así, con todo el daño que Jamil le hacía, no quería separarse de él, hacerlo implicaba quedarse completamente solo, abandonado en medio de un palacio de oro, mientras que Jamil se marchaba y hacia su nueva vida.

Porque Jamil había aceptado la propuesta de Azul, ese era el nivel de repulsión que sentía, no quería siquiera tener que toparse con Kalim en medio de los pasillos. Se había marchado, burlándose de su desespero, de sus ruegos por qué se quedara, jugando una vez más con sus sentimientos y su mente.

Kalim no lo recordaba, pero sabía que Jamil había utilizado su magia en su contra una vez más antes de marcharse, conocía bien las secuelas del Snake whisper. Y lo peor no fue el dolor con el que recibió la mañana, sino que aquello le dió una esperanza, le hizo sentirse amado, tal vez Jamil no lo odiaba tanto como vociferaba, tal vez aún podían tener un final feliz, tal vez...

Tal vez Jamil solo gozaba de quebrarlo más y más hasta el punto del no retorno. Y Kalim ya no podía seguir con esto, ya no podía suplicar por el perdón y el regreso de Jamil. Kalim ya ni siquiera sabía porque pedía perdón, no era su culpa, él tampoco pidió nacer de esa manera, no había pedido esta vida, él nunca golpeó a Jamil, nunca le gritó, nunca pensó en Jamil como alguien inferior y mucho menos como un esclavo.

Él siempre quiso la felicidad de Jamil, incluso ahora, con el corazón roto, deseaba tanto que Jamil fuera feliz, darle su libertad, así de patético era, tan incapaz de odiar a aquel que le mintió, aquel que lo usó y desecho. Pero tenía un consuelo... Ya no habría segundas oportunidades, lo había decidido, no pensaba ser como esa pobre princesa, la que estaba tan sola y abandona que decidió creer las mentiras de un embaucador.

Kalim no sería así, ya no, hasta aquí llegaba su obsesión, ya no importaba si se quedaba solo, lo había entendido, tal vez ese era su destino, vivir en una jaula de oro, no era tan malo ¿Verdad? Podía con esto, podía estar por siempre solo. Ya no iba a rogar, ya no lo buscaría, ya no lo iba a amar.

Y posiblemente le dolería más a él que a Jamil, pero eso ya no importaba, si Jamil deseaba hundirse en su odio y rencor, que lo hiciera, Kalim ya no podía seguir amándolo y perdonando todo el daño que le hacía, cada corte a su corazón. Esta vez, Jamil se perdería entre sus memorias, solo una traición más, solo otro hombre que no iba a recordar.

Y cuando eso pasará, Jamil regresaría, con esa sonrisa, con palabras bonitas susurradas al odio, inyectando su veneno una vez más, seduciendo, enredándose igual que una serpiente, tratando de tener una vez Mast el control y el poder, pero sería tarde, Kalim le olvidaría y superaría, siempre lo hacía, después de los treinta dejaba de recordar, después de los cuarenta dejaba de contar, después de una traición el decía adiós.

PatéticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora