Ese fue el cuarto mal chiste de la noche, aun así, Ellie no tardaba en estallar en risas. De tan malos que eran, obviamente. Y él, reía de su risa.
No había nadie en la cafetería del centro, no a las doce y cuarto de la noche, solo estaban ellos riendo y hablando sobre nada en particular. La castaña colocó un mechón de cabello detrás de su oreja y sonrió mirando la taza que Justin tenía frente a él. Y allí estaba el sexto café gratis para Justin.
La semana había pasado rápido, más junto a un chico como Bieber. Siempre llegaba a la misma hora con un paquete de rocklets para ella.
- Espera -le hizo una seña con la mano y atendió su teléfono. Justin asintió y tomó un sorbo- ¿Mamá? Eh... sí, aún estoy aquí. ¿Ahora? Claro iré enseguida. Yo también te quiero. Claro, adiós.
- ¿Todo en orden? -ella asintió.
- Sí, es que, mi mamá tiene que salir y mis hermanos quedarán solos -resopló- Tengo que ir.
- ¿Puedo ir contigo? -realmente la sorprendió. Todos los chicos que habían salido con ella, jamás habían hecho esa propuesta. Solo uno había conocido a Josh y a Messer, y eso salió muy, muy mal.
- Sí quieres...
Esa parecía una auténtica prueba de honor, si Justin podía pasar un minuto cerca de los pequeños diablos, sería el indicado. Patético, pero ella lo pensó todo el camino a su casa. Antes de tomar el picaporte volteó a mirarlo con una sonrisa.
- Puedes huir ahora si quieres. Ya sabes, antes de que sea tarde -él soltó una risita y negó con la cabeza.
- ¿Tanto temes que conozca a tus hermanos?
- Temo que salgas corriendo -soltó apenada. Él tomó su mano y la miró fijo.
- No lo haré -finalmente abrió la puerta y entraron.
- ¡Llegué mamá! -escucharon el taconeo apurado bajando la escalera y un griterío persiguiéndolo. Me llegó la hora, pensó la castaña.
- ¡Qué suerte que llegaste cariño! Ethan acaba de llamar, y quiere que cenemos. Oh... Hola -frenó en seco cuando vio a un atractivo muchacho de la mano de su hija- No sabía que tenías compañía Ellie. Soy Hanna, su madre -se acercó a ambos con una sonrisa.
- Soy Justin, un place Hanna -ambas tenían la misma sonrisa, hermosa y amplia- Espero que no le importe que le haga compañía a su hija.
Y encima, educado. ¿Qué más podía pedir?
- Por supuesto que no, encanto. Puedes quedarte el tiempo que quieras... -se acercó más y murmuró casi en secreto: - Te daré un premio si soportas a Jesser.
Él la miró extrañado, casi con diversión.
- ¿Jesser?
- Los gemelos: Josh y Messer. Son tan iguales que la familia decidió ponerles un sobrenombre en común.
Y hablando de Roma...
* * *
En un descuido de Hanna y Ellie, se sorprendieron enormemente al ver a Justin jugar animadamente con los gemelos. Un simple video juego hiper sangriento, había unido a los tres, y el mito de los terribles gemelos "Jesser", quedo siendo eso, un mito.
- Ellos son geniales, Ellie -le dijo Justin en voz baja cuando iban bajando las escaleras. El ojimiel había logrado (mágicamente) dormir temprano a Josh y Messer, quienes ni siquiera presentaron quejas.
- Nunca habían actuado así con alguien más -contestó sonriendo, casi con admiración- No sé cómo lo hiciste. Ellos te aman.
- Y yo amaría una revancha.
Oh, ¿eso significa que quiere volver?
- ¿Café? ¿O ya quieres irte? -preguntó incómoda cuando llegaron a la sala. Él se encogió de hombros. Aún no quería irse.
- ¿Café? -le sonrió pícaro- ¿Estás consiente que sería el número siete?
¿Número siete? Ellie ni siquiera había llevado de cuantos cafés le había servido a Justin. Sonrió y recordó lo que él había dicho sobre ellos: "¿Sabes? Al séptimo café, te enamorarás de mí." ¿Séptimo café? ¡Por favor! Ella ni siquiera había comenzado ese estúpido juego que ya se había enamorado de él.
- Pues, dijiste que me enamoraría de ti al número siete -se encogió de hombros y caminó hacia la cocina pasando de Justin- Tú no dijiste cuando te enamorarías de mí.
- Pensé que era obvio -giró a mirarlo- Al séptimo paquete -metió la mano en su bolsillo y con una sonrisa divertida le enseñó un colorido paquete de rocklets. Ella soltó un jadeo- Y aquí está.