-Gracias por venir, che.
Renato se terminaba de abotonar la pulcra camisa blanca que le habían dejado los vestuaristas para la próxima escena del rodaje de El mundo de Mateo. Se sentía observado allí parado en medio de esa habitación mientras un par de ojos verdes lo miraban fijo desde una silla.
-Te dije que un día vendría a visitarte.- Dijo Gabi sin apartar los ojos del último botón de la camisa que estaba atando.
-Lo sé, pero...
-¿Pero...?- Preguntó Gabi mirándole a los ojos por primera vez desde que había comenzado a cambiarse.
-No nos hemos visto mucho últimamente.- Renato se encogió de hombros mientras chasqueaba la lengua.- Has estado bastante ocupado...
Le sostuvo la mirada un segundo antes de que Gabi la desviara hacia sus zapatillas. Llevaban meses hablando sin hablar. Diciéndose todo sin decirlo. Desde que los ensayos acabaron casi no se habían visto. Los dos fingían que todo estaba bien pero no era así. Todo se había vuelto raro, tenso. Si había un acercamiento de más lo notaban. Si había uno de menos también. Lo único que quedaba claro era que los dos vivían pendientes el uno del otro.
-Sí, bueno... Hay que aprovechar que empieza el buen tiempo, ¿viste?
-¿En Tecnópolis?
Renato soltó una ligera risita mientras comenzaba a ponerse la corbata negra de su personaje.
-¿Qué pasa?- Preguntó un poco ofendido.
-Nada, nada... si os divertís así...
Gabi frunció los labios conteniéndose a responder. Hablar con Tato de su novia siempre era algo delicado, difícil y tenso. Sobre todo tenso. Nunca habían hablado seriamente de lo que había pasado entre ellos mientras grababan la novela. Unos cuantos besos en los camerines entre grabación y grabación, apretar más de una vez en los baños del Luna Park, una más que satisfactoria noche en Neuken... Pero nada. No habían hablado absolutamente nada.
Pero es que cuando se quedaban solos muchas veces las palabras sobraban, las caricias aparecían y sus mentes formaban una burbuja en la que sólo existían ellos dos.
Y el tema de ellos dos y su novia siempre quedaba ahí, en el aire.
-Fue una tarde divertida...- Dijo con voz bajita.
Renato alzó las manos diciéndole con un gesto que ni se burlaba, ni se reía. La verdad era que tampoco quería saber más sobre las excursiones de la parejita para pasar el tiempo libre.
-Sólo digo que me sorprendió que vinieras a verme hasta acá.- Confesó Tato.- Pero parece que hoy te acordaste que existo...
-¿Estás enojado?
-No.- Renato negó con la cabeza mientras se apretaba el nudo de la corbata alrededor de su cuello.- Sé que no soy tu prioridad, ni mucho menos.
Gabi suspiró y se levantó de la silla en la que estaba. Esa situación era complicada y frustrante y no tenía ni la menos idea de cómo manejarla.
-Todo era más fácil cuando trabajábamos juntos, ¿no?- Se acercó a él cruzándose de brazos.
-Creo que...- Renato dejó de lado la corbata y se rascó la cabeza.- Creo que sólo nosotros dos hacemos que no sea fácil.
Se quedaron ahí parados, mirándose sin decir nada. Echaban de menos los días en los que era una rutina constante verse, esos días en los que eran Junior y Blas besándose en el playroom, o simplemente esos días en los que eran sólo Tato y Gabi besándose a escondidas mientras sus compañeros los buscaban para seguir ensayando. Esos días en los que era mucho más fácil no pensar en qué estaban haciendo.
-Te extraño.- Confesó Gabi cuando ya no pudo más sostener su mirada más tiempo sin decir nada.- Extraño...
-¿Qué extrañás?- Renato le instó a seguir.
Pero una parte de él tenía miedo que Gabriel dijera que sólo extrañaba la parte sexual de su relación. Porque hacía mucho tiempo que para él, sea lo que sea que tuvieran, era algo que iba mucho más allá del simple hecho de sacarse las ganas.
-Extraño estar con vos.- Respondió con simpleza.
Renato suspiró y levantó la pequeña barrera de seguridad que había intentado construir al verlo aquella mañana en la puerta de la que sería la casa de Mateo.
-Vení.- Le dijo moviendo la cabeza.
Y Gabriel tardó dos segundos en llegar hasta él y agarrar las manos que le ofrecía.
-Perdón por venir sin avisar.
-Me encanta que hayas venido.- Susurró Tato acercándolo más a él.
-¿Sí?- Preguntó Gabriel con sus ojitos verdes iluminados.
Renato asintió sonriente marcando sus hoyuelos y terminando de acercarlo a él, uniendo sus bocas a la primera, como dos imanes que hace tiempo se están buscando. Sí, extrañaba besarlo, sentir sus labios sobre los suyos y su respiración sobre su boca. Y por la necesidad con la que Gabi saboreaba cada milímetro de los suyos tenía la certeza de que a él le pasaba lo mismo.
-Tato, Tato...- Lo llamó separándose lo justo para que se le entendiera.- Pueden vernos acá.
Renato miró a su alrededor un segundo y, agarrándole fuerte por los brazos, lo empujó contra la puerta del aquella habitación que hacía las veces de camerín.
-Vos hacé fuerza para que nadie entre.
Le guiñó un ojo y se abalanzó de nuevo sobre sus labios. Cómo había extrañado esos labios...
Sus labios, su mandíbula, su cuello, el hueco detrás de su oreja... cualquier sitio era el indicado para dejar un beso en Gabriel, que se dejaba gustoso mientras gemía bajito.
-Me volvés loco, Tatito...
Renato ocultó una sonrisa en su cuello y comenzó a desabrocharle los jeans que llevaba puestos.
-¿Tenemos tiempo?- Preguntó Gabi echando la cabeza hacia atrás, chocando contra la puerta.
-Sabés que soy rápido.
Y antes que pudiera decir nada más Renato ya se había agachado y estaba llevándose su erección a la boca y jugando con su lengua sobre la cabeza de su miembro. Otra cosa que echaba muchísimo de menos era aquello, ser la debilidad de Gabi y su fuente más sincera de placer.
Gabi llevó sus manos hacia la cabeza de su antiguo compañero y empezó a marcar el ritmo con las manos inconscientemente, haciendo que Renato introdujera su erección en la boca cada vez más hondo.
-Dios, Tatito, así... así...
Renato sonrió mentalmente y comenzó a acelerar el ritmo logrando que las piernas de Gabi flaquearan ligeramente.
-Oh, la concha de tu...
Pero no pudo terminar de decir nada porque ya había acabado dentro de la boca de Tato, que le subió el bóxer mientras subía el también a su misma altura. Vio como Renato se relamía los labios y sintió que su miembro volvía a moverse. Ese pendejo despertaba en él sensaciones que nunca antes había tenido. O nunca antes se había permitido tener.
-¿Te lo pasaste mejor que en Tecnópolis?- Preguntó con una sonrisa burlona mientras le abrochaba el pantalón.
-No seas malo...- Le advirtió mientras le apretaba el nudo de la corbata.
-Posta... ¿Te gustó?
-A mí me gusta todo de vos, bebé.- Renato sonrió ampliamente.
-¿Querés quedarte a ver? Luego podemos almorzar juntos.
-Dale.
Tato intentó hacerle a un lado para salir por la puerta, seguro todos estaban esperando por él para empezar a grabar.
-Pará.- Gabi lo paró y agarró su corbata para atraerlo hasta él y darle un beso.- Ya podés marchar.- Lo despidió no sin antes aflojar el nudo.- Así estás mucho más lindo.
Ese día a Renato se le iba a hacer muy difícil ocultar su sonrisa de felicidad durante la grabación.
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Corbata
RomanceUna visita inesperada a las grabaciones de El mundo de Mateo hace que Tato empiece el día de mejor humor que nunca...