El Sonido del Violín

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No busco que me perdonen, ni siquiera busco explicarme, no quiero que intenten curarme pues no estoy loco, no busco encontrar o dar una razón para todo lo que hice, era inexplicable, no había razón, pasó porque tuvo que pasar. Quizá el estar escribiendo esto en las hojas de mi diario solo signifique que necesito una forma de sacarlo de mi cabeza para que deje de atormentarme, nadie más lo sabe, solo yo, pero empiezan a sospechar. Por las noches me despierto gritando entre sudores fríos, por las mañanas tengo ojeras de mapache por el poco sueño que he tenido y parezco un zombie deambulando cuando estoy en mi propia casa. Lo peor viene en el instituto, el ruido de los niños, tanta energía, tanta actividad, tantas miradas que parece que se centran en mí con cada paso que doy. Desde antes ya me atormentaba eso pero pensé que con la edad se iría. No podía estar más equivocado. Porque es imposible que la gente no se fije en ti cuando te tambaleas, tienes cara de muerto y vistes como un vagabundo...siendo profesor. Así es, soy profesor de Música en un pequeño instituto de pueblo perdido de la mano de dios. Llegué aquí tras separarme de mi esposa la cual prefería a un biólogo joven y apuesto antes que al hombre que la quiso toda la vida pero "ahora con 50 años estás muy viejo para darme lo que quiero". Así que me alejé de todo buscando algo de paz y tranquilidad, en un pueblo que no sabía ni que existía en el cual no me conocía nadie y mi nombre era solo un montón de letras más. Así pues voy a contaros esta historia desde el principio...

Llegué a este pueblo hace 3 meses, venía con optimismo en la mirada pues aunque mi esposa me había abandonado yo seguía teniendo algo más en la vida, mi música. Me habían llamado pues el anterior profesor de música debido a su edad y su condición acabó en el psiquiátrico del pueblo. Eso no me asustaba en absoluto pues me dijeron que el hombre rondaría los 70 años y a esa edad ya es mas habitual perder facultades mentales. Los primeros días fueron para acomodarme, me hice amigo de la gente del pueblo y procuré entablar conversación con gente que tendría que ver cada día. La panadera Margarita era especialmente encantadora, joven y de piel blanca, con el pelo negro y una sonrisa radiante en su cara. En las mejillas tenia pecas las cuales resaltaban sus pómulos y embellecían su "buenos días" de cada mañana. También conocí a su madre, una afable señora ya adentrada en la madurez la cual era más ruda y trabajadora y aunque tenía mas carácter trataba bien a todos sus clientes para así volver a verles en su panadería al día siguiente. Obviamente me hice amigo del director. Iba a ser mi jefe por un tiempo y era de conveniencia tener una buena relación. Él también rondaba mi edad. Tenía barba de 3 días y muchas arrugas para su edad, la piel morena de tanto recibir el sol y ni un solo pelo en la cabeza.
Esas 3 personas me guiaron y ayudaron a hacer nuevas relaciones en el pueblo.

Pasadas las 2 semanas de estancia comencé el trabajo. Así pues fui conociendo a los alumnos del pueblo mientras les enseñaba del maravilloso mundo de la música. Eran unos chicos muy interesantes, algunos querían ser como sus padres y cuidar el campo y el añado, otros querían ir a la ciudad a trabajar a la oficina, había 4 policías 2 bomberos y 1 alcalde. Eran chavales con grandes sueños y grandes capacidades. Pero hubo uno al que le cogí especial cariño. Se llamaba Samuel, el pequeño Sam. Era un chico muy bajito y delgado. Era obvio que su madre le vestía muy formal para las clases esperando que así el chico fuese serio. Tenía un corte de pelo de tazón a la más vieja usanza y los ojos negros como la muerte. No se le veía sonreír casi, las pocas veces que le vi feliz fue tocando el violín. A pesar de que el instrumento era bastante grande en sus manos Sam lo movía y agitaba en el aire sin problema alguno, hacía que bailase constantemente mientras las cuerdas vibraban y emanaban una dulce canción. Una canción tan dulce, como embriagadora.

Sam...Sam quería ser violinista.

Así pues, encantado con el chico estuve hablando de él con el director. "El niño es un prodigio", "Tenemos que hacer algo", "Hace que el instrumento lo dé todo"... El director me miraba atento y en cuanto acabé le cambió el rostro. Señor, le recomiendo que vaya al psiquiátrico del pueblo, busque al Sr.Rossvald, él le hablará del chico. De ese modo acabé yendo al psiquiátrico. Allí me encontré a un viejo y desgastado Rossvald el cual no era capaz de articular ni una palabra desde la silla de ruedas en la que se encontraba. Así pues comencé presentándome e informándole de que yo era el nuevo profesor y que sus alumnos eran maravillosos. Todos se esforzaban en clase y apreciaban la música, era maravillosos estar con ellos. Pero ocurrió algo que me dejó pensando... Nada más decir el nombre de Samuel el Sr.Rossvald abrió los ojos de par en par y me dijo al oído "Para volver loco a alguien solo se necesita UNA NOTA, para matarlo se necesita una melodía." Después volvió a su posición inicial y por mucho que le pregunté y rogué por respuestas no reaccionó. Volví a casa con el estómago algo revuelto, la visita no me había dejado buen cuerpo y mañana tenía que trabajar. Aun así antes de subir a mi casa decidí pasar por la panadería.

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⏰ Última actualización: Oct 21, 2018 ⏰

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