Capítulo 23

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Soy de esas personas que siempre ha pensado que mucha de la gente tiene un sexto sentido, ese sexto sentido que funciona para  creer que esa otra persona está haciendo o hizo algo malo y yo, siento que ese "sexto sentido" lo ha de tener Thom. Hace una hora salimos del cine y estamos sentados en una mesa de un restaurante del centro comercial, hay bebés llorando, parejas dándose amor, otros hablan, el sonido de los platos y bandejas al chocar contra la mesa pero, lo que más se destaca acá, es el sorber de la bebida de Thom, que me mira, me mira y no deja de mirarme, una mirada sospechosa me lanza de vez en cuándo, y creo que es debido a que se estará imaginando que pude haber hecho antes de llegar al cine, porque siendo sincera, me estaba comportando de una manera extraña, pero es que en ese momento sentía nervios, muchos nervios.

Maia...

Con la mirada puesta en el gran escenario de estrellas que se encuentra en el cielo, tratando de evitar la mirada de ojos canela, la vuelvo a bajar hasta que mis ojos queden a la altura de los suyos, me le quedo viendo, sosteniendo la mirada, hasta ver que se canse y deje de mirarme, aunque muy en el fondo se que no lo hará.

–¿Que ocurre Thom ?

–¿Que pasó antes de que llegaras al cine?

Inteligente de él, responder una pregunta con otra, un ser inteligente y admirable y hermoso y... ¡Concéntrate!

Es que se había explotado una llanta de mi bicicleta.

Una respuesta rápida, seca y sin titubear. Pero creo que mis esfuerzos por hacer que no se me noten los nervios y que se vea como una pequeña mentira, no sirven de nada, dado que su mirada sigue siendo de sospecha, lentamente el muchacho de ojos canela se va acercando hasta sentir su respiración en mi cuello, un escalofrío me recorre desde la cabeza hasta los pies.

–Se que mientes, Mai... Se te nota al tratar de mirarme a los ojos y no poder sostenerme la mirada, por más esfuerzos que hagas.

Y un último aliento de él en mi oreja, hace que no responda, es ahí, cuando mi mente queda en blanco, tan blanco como la nieve.
Le diré.

Pero en ese momento  algo me detiene, un acto tonto y nervioso de mi parte hace que un  vaso de agua fría moje todo mi vestido. Un grito casi inaudible sale de mi garganta al sentir el contacto de este contra mi tibia piel, una risa ronca pero agradable me interrumpe, alzó mi cara para ver  al dueño de esa risa, es Thom, pero así es  como su risa se me es contagiada. Rápidamente cambiamos de tema, pero se que este no tardará en salir otra vez a la luz y ya sin más, Le tendre que decir.



El chico de la CafeteriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora