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Odiaba está casa, odiaba absolutamente todo de está aldea, sobre todo la odiaba a ella; esa mujer era una idiota.
¿Acaso no veía que yo era un extraño?
¿Porqué bajaba la guardia de esa manera?
Y odiaba más el sentirme un poco a gusto con ella, detestaba sonrojarme cuando me veia fijamente; sabía que no eran los sonrojos de un típico chiquillo estando cerca de la chica que le atrae. Estos días habían sido confusos para mí, sin darme cuenta, mi actividad en está casa se volvieron parte de mi rutina diaria; el estúpido de su esposo se largaba a hacer su trabajo, no sin antes desayunar con toda su familia y conmigo, su hijo hiperactivo e idiota se iba con su "equipo", obviamente yo me quedaba aquí, acompañado a las dos mujeres de está casa, bueno una aún era una niña, Hinata comenzaba a hacer la limpieza diaria de su hogar, la niña jugaba en su cuarto con un ridículo oso de color rosa y yo al no tener otra cosa que hacer me sentaba en el sillón y observaba a Hinata; así era todos los días hasta que...
- ¿Quieres ir conmigo a comprar?- su tierna y desesperante voz me sorprendió.
¿Comprar?
-Necesito ingredientes para la comida- al parecer mi cara de confusión fue lo que la motivo a darme alguna explicación.
Simplemente me levanté y con las manos dentro de los bolsillos caminé hasta la puerta y ahí la esperé.
- Estoy segura que te encantará la aldea- desapareció un momento.

La esperé unos minutos y cuando la vi a aparecer me mostró una de sus sonrisas que me hicieron sentir incómodo.

- Iba a llevar a Himawari pero se quedo dormida- rio bajito y se colocó sus botas.

Ya una vez listos salimos y me guió hacia el mercado, realmente esta aldea era muy grande y al parecer todos eran felices con sus patéticas vidas pues veía sonrisas en todos lados; pero ninguna me hacía sentir como la de la mujer a mi lado.

Era amable con todos y al parecer era muy querida en la aldea, pues todos los vendedores le sonreían y trataban bien, noté como hacía un poco de esfuerzo al cargar las bolsas repletas de ingredientes para preparar la comida de está tarde y seguramente de toda la semana. No entendía por que actuaba de está manera, cuando bajo las bolsas para masajear sus manos, yo las tome; me miró extrañada, pero automáticamente sonrió de nuevo.
- Gracias Kawaki- seguimos caminando.
No le contesté, solamente había tenido la necesidad de ayudarla, lo cual me molestaba infinitamente.

Un peculiar aroma provocó que me detuviera, estaba enfrente de un puesto de "Dangos".

- ¿Quieres unos?- me preguntó acercándose más a mi.

Realmente no era fanático de las cosas dulces, estuve a punto de negarme cuando su mano sujeto la mía y me llevó adentro del local. Pidió dos órdenes una para llevar y otra para ir comiendo.

- Prueba- me tendió un palito con tres extrañas bolitas de diferentes colores.

Esta mujer cada vez hacia algo que me dejaba confundido y me hacía sentir extraño, como si quisiera seguirle este absurdo juego. Abrí mi boca y probé aquel extraño dulce, realmente era delicioso.

-¿Y bien?-

Sentí como me sonrojaba un poco.

- Está rico- no entendía por que le contestaba.

- Exacto, le llevaré estos a Hima a ella le encantan los dulces- sonrió.

Se preocupaba por su hija, quería traerle algo apesar de que esa mocosa prefirió dormir que acompañarla; mi padre me hubiera llevado a rastras, pero ella no, ella era buena con sus hijos, los mimaba y procuraba verlos felices.

Sin darme cuenta me quede parado viendo el palito donde estuvieron las bolitas de masa.

- ¿Kawaki? ¿Pasa algo?- me miro preocupada.

- Nada, sólo me quede pensando, mi padre jamas me trato asi, como tu- dije apenado.

Una sensación de calidez me inundó cuando sentí como me envolvía en sus brazos.

¿Esto era un abrazó?

Me sentí patetico cuando inconsistemente me restrege contra ella en busca de sentir más esa calidez, como si fuera un cachorro.

- Kawaki, si tuviste una mala infancia, puedes contar con nosotros para que ahora seas muy feliz- sus palabras me calmaron, sentía que tenía un poco de esperanza, no sabía por cuanto tiempo; pero quería que esta vida no fuera solo un sueño.

Parece ser que solo me había encariñado con Hinata, pues seguia actuando como un chico insufrible con los demás miembros de esa família; ahora la veía preparando un pastel, Himawari ahora estaba jugando con su hermano y su equipo en el parque, así que yo me quede con ella. Mi concentración se dirigió a mi extraña marca en mi mano, cada noche me preguntaba que era esto y si había manera de quitarmela, fue cuando recordé que el tal Boruto tenía la misma marca que yo.

- Mujer, ¿crees que tu hijo quiera hablar conmigo?-

-¿Boruto? Mmm pues se que empezaron con el pie izquierdo, pero estoy segura de que si hablas con el, al final podran entablar conversación- me dijo muy segura.

Y así fue, solo que no me advirtió que su estúpido hijo me pediría comprar otro florero, cada vez me sorprendía más pues el tal Naruto siempre intentaba calmarme cada vez que comenzaba una riña con su hijo; pero siempre tenía que recurrir a la fuerza bruta, en cambio, su mujer con tan solo unas palabras lograba tranquilizarme, ahora me preguntaba como este imbécil término con semejante criatura llena de ternura que llegaría a empalagar.

Así que aqui estaba caminado con el rubio mayor, era muy diferente las sensaciones que sentía, tan diferentes; acabamos reuniéndonos con una tal Sarada, no iba a negarlo, se me hizo a primera vista una niña muy atractiva, me entró un dejavu cuando me llevaron a comer un extraño pan relleno de chocolate al parecer se llamaba Taiyaki, una vez más me di cuenta de que había un mundo de diferencia entre Naruto y su esposa, pues el solo compró para el y para mi, sin pensar en sus hijos. Después de ese episodio fuimos a la floreria, supuse que la dueña debía ser su conocida; me tendió un florero, nos lo dejo gratis, pero al momento de colocar las flores, los recuerdos atacaron mi mente sin piedad, dejando que mi mente tuviera alucinaciones basadas en mis recuerdos; mi padre experimentando con mi cuerpo, sin permitirme ser capaz de sentir dolor, tire el florero, sentía como mi pecho subía y bajaba debido a mi respiración acelerada.

- No te preocupes Kawaki, estas seguro aquí- me susurro tomandome entre sus brazos.

De nueva cuenta, sentí su abrazó vacío, no me provocó tranquilidad como los brazos de su mujer. Al final adquirimos otro florero, cuando salimos Sarada se despidió de nosotros, admito que en todo el rato que nos acompaño me comporte como un idiota con ella, simplemente no podía evitarlo.

- Mi sueño es ser Hokage, igual que el séptimo-

Que tontería.

¿Quién quisiera seguir los pasos de alguien?

Llegamos a su casa y el olor a la comida deliciosa inundó mis fosas nasales; solo ella cocinaba así, sin embargo debía hablar con su estúpido hijo, el cual no me costo encontrar pues estaba por salir.

Una extraña forma de hacer las pases, cada día más me acercaba a está familia y cada vez, quería a esa mujer; lo cual no me agradaba...

Amor Maternal (Kawaki Uzumaki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora