18 pm. Otra vez estaba sola, y como de costumbre no sabía a dónde habían ido sus padres. Estaba sentada en su cama, últimamente su habitación era el único lugar donde estaba cómoda. Tenía los auriculares puestos, la música a un volumen demasiado alto como para no poder pensar. A fuera estaba soleado, ella tenía la ventana abierta, la brisa que entraba la ayudaba a despejarse. Su celular vibro, -Parece que mis padres se acordaron de mi" –pensó, lo agarro y tenía tres mensajes de tres diferentes números "Hola, ¿Cómo estás?", "Ey hola, tanto tiempo", "Hola muchacha". Sin siquiera abrirlos los elimino, ya estaba cansada de mensajes así.
-Ni siquiera me conocen, solo les parezco linda físicamente –dijo en vos alta- podría ser asesina que me hablarían igual solo por mi aspecto!. Hizo un gesto con los brazos demostrando cansancio, y luego se rió dándose cuenta de que había hablado sola. Últimamente lo hacía seguido, pensaba que podía ser un efecto colateral de la soledad.
Escucho entrar el auto, y desde las entrañas de todo ese montón de metal se escuchaban los amorosos gritos de la pareja, sus padres.
-La pelea del día –dijo ella levantándose rápidamente para irse a su cuarto.
Los adultos entraron ensañados discutiendo sin notar la presencia de la joven. Siguieron con los gritos, insultándose, echándose en cara errores del pasado, ella llorando y el gritando; parecía una competencia por quien lograba causar el mayor sufrimiento. Y la joven en su cuarto, deseando que las cuatro paredes que la contenían pudieran aislar el sonido, ya que podía oír todas y cada una de las palabras que decían sus padres en la cocina. Se tapaba los oídos, de a poco fueron brotando las lagrimas de sus ojos; desesperación. Los gritos aumentaban, ella deseaba no estar ahí, su madre golpeaba la mesa mientras su padre subía la voz. Intentaba contener las lágrimas pero le resultaba imposible, daba vueltas por su habitación como un animal enjaulado, impotencia. Luego, un minuto de silencio..
-Con vos no se puede hablar –dijo la madre desafiadoramente
-Y si cada vez que hablamos terminamos así –le respondió el padre a punto de estallar
Así la discusión continua peor que nunca. La joven en su cuarto desesperada intentaba no gritar, ya que necesitaba desahogarse, las lagrimas surgían, mas rápido de lo que se podía pensar, ella se acurruco en su cama como una pequeña niña que termina de ver una película de terror, y así con todo se durmió; como una niña desamparada, temblando, con lagrimas en el rostro.
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1:48 am, hacía dos días desde la última discusión, no cruzaron palabra desde entonces. A ella le dolía la cabeza, estaba intentando encontrar un método efectivo contra la depresión..
-Debo ayudarla de alguna manera –pensaba repetidamente. Miro la hora y cerro la computadora dejándola a un lado. No tenia sueño, en su cabeza daban vueltas todos los comentarios que hacia su madre últimamente y la cantidad de veces que había llorado. Decía cosas que a ella la destruían poco a poco por dentro. "Me voy a ir así ya no molesto a nadie", "Ni siquiera saben lo que es no tener ganas de vivir", "Podrían preocuparse un poco por lo que siento", "Ya no le importo a nadie".
La joven daba vueltas en la cama, le dolía la cabeza. El móvil que se encontraba a su lado vibro, ella lo recogió, 2:53 am y dos mensajes. Ella tenía miedo de abrirlos, podrían decir cualquier cosa, podrían romperle el corazón o traer malos recuerdos; opciones, eliminar mensajes.
-Mejor prevenir que lamentar –dijo susurrando mientras miraba a la gata que se encontraba durmiendo pacíficamente a los pies de su cama.
4 am. La joven estaba inmóvil mirando al techo. En el cuarto de al lado se escuchaban ronquidos. –Como pueden dormir tan tranquilos? –pensaba ella mientras intentaba aislar todo sonido y pensamiento que no le permitiera dormir.
Y llegaron las 5, por fin a la muchacha la abandono el insomnio; se encontraba en la mitad de su cama, acurrucada como una niña, tenía el pelo suelto, sedoso; tenia puesta una remera suelta que le llegaba un poco más abajo de la cadera; se veía perfecta, como si nunca nada la hubiera ensuciado, como si nadie la hubiera lastimado; como si nunca hubiese llorado.
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Paz. Ella se encontraba en la cocina tomando su café de las mañanas, la casa estaba en paz; sus padres habían viajado al médico. Y ella por fin estaba disfrutando del sabor amargo de un buen café, junto con el sonido de la lluvia de fondo; observaba como dormía su gata, con cuidado miraba todos los detalles de su pelaje; un sorbo de café, lo saboreaba y sentía su aroma, el mejor placer de una buena mañana. El olor de la tierra húmeda entraba por las ventanas, la lluvia comenzó a parar y poco a poco salió el sol. Luego de terminar el café, la joven se dirigió a su cuarto, tenia puesto un pantalón corto, y una remera vieja; su pelo largo y suave estaba vagamente atado con un broche negro. Ella se saco el pantalón corto y tomo de su ropero un jean azul clásico un poco rasgado en las rodillas, se puso una camisa blanca que metió debajo del pantalón y saco unas sandalias blancas de debajo de la cama; se soltó el pelo y lo cepillo delicadamente para luego recogérselo a un lado con un clip. Se puso crema en las manos y en la cara, lo cual le dejo su piel morocha tersa y suave; se puso un labial rojo que le dejo las curvas de los labios bien marcadas; rímel y delineador. Rápidamente agarro su campera y salió.
Esa tarde salió con un grupo de amigas, todas estaban bien arregladas, juntas parecían el grupo musical de las Bandanas. Ella se dio cuenta de eso, lo cual le causo gracia. Caminaban por el centro de la ciudad ignorando a los que pasaban a su lado; ella iba observando a los que se cruzaban, todos las miraban; los chicos que pasaban se quedaban observándolas con una mirada frívola y una sonrisa perversa, cosa que las chicas del grupo aprovechaban para modelar sus curvas; ella los ignoraba, lo cual la hacía aun más bella. El grupo destacaba del resto de las personas, pero ella en especial resaltaba; podría ser porque a pesar de su edad lograba mantenerse fuera de la estupidez adolescente. Todas iban concentradas conversando de diversos temas, típicos de las chicas de su edad, ella escuchaba, pero no le interesaba. Ella iba pensando en otras cosas, como el color del cielo, el rostro de las personas que las cruzaban; pensaba en que tormenta la esperaba al llegar a casa, o cuantos recuerdos la iban a acompañar esa noche.
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Ya eran las ocho de la noche, es sol se ponía y la luna despertaba. Ella decidió volver caminando a casa; iba despacio, una mirada profunda en su rostro. Pensaba en todo y a la vez en nada; veía los colores del cielo, sentía el ruido de sus pasos al caminar; podía oler las retamas a un costado de la calle, y sentía la brisa que le rosaba la piel. Llevaba las manos en los bolsillos, ya estaba despeinada por la brisa; pero se veía hermosa, así con esa media sonrisa dibujada en su rostro. Se acercaba a su casa, disminuyo su paso, como si esto minimizara lo que le esperaba al llegar.
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Lo hermosa que puede verse la locura
Teen FictionDepresión, discusiones. Un lugar que pondrá a prueba su inteligencia. Un chico que intentara acercarse. Crisis. Una chica perfectamente imperfecta. No todo es lo que parece La locura es algo terriblemente visible...casi siempre