Capítulo Siete "Eres tú"

67 4 8
                                    


Durante toda esa semana tuvo que esconderse de Jackson tanto en el club como en el centro comercial.

Era algo incómodo pero necesario. Aun así, una parte de ella deseaba verlo y estar en sus brazos como aquellas veces. Pero siempre tomaba victoria su miedo de ser descubierta.

Y dicho miedo se convirtió en pavor cuando regresó al local y su superior le informó que el Director pidió que fuera a su oficina.

Su respiración se hizo más rápida y sentía sus pies temblar en cada paso.

Internamente suplicaba porque no fuera Jackson quien la mandó llamar. Y si fuera él imploraba que no la reconociera.

Con tantas suplicas en su cabeza no se percató de lo rápido que había llegado al onceavo piso, en donde se encontraba la oficina del director ejecutivo.

Salió del elevador con el corazón acelerado. A pasos ligeros caminó hasta el escritorio de la secretaria, el cual se encontraba justo frente a la oficina.

—Me... me mandaron llamar

—Informó con evidente nerviosismo.

—¿Kim Hannah? —preguntó la joven detrás del escritorio recibiendo un ligero movimiento afirmativo—. Puedes pasar.

Le señaló con la mano la puerta para que entrara. Hannah le respondió con una reverencia y enseguida se giró para continuar sus pasos.

Con las manos temblando tomó el picaporte para girarlo y abrir, pero no pudo. Dudo unos instantes. Quería salir corriendo de ahí, sin embargo ya era tarde para hacerlo.

Llenó de aire sus pulmones y al instante lo soltó por la boca. Se obligó a ser fuerte y esperar que todo saliera bien.

Giró la perilla y abrió la puerta un poco para enseguida entrar.

Lo primero que vio fue el tamaño del interior. Era enorme. Mucho más que el pequeño departamento que rentaba. Contaba con una sala de dos sillones grandes de piel y su mesa de centro de madera y cristal.

Varios metros más atrás se encontraba un hombre detrás de su escritorio. Estaba cabizbajo mirando atentamente unos documentos.

Supo al instante de quien se trataba y su corazón se detuvo por unos segundos. El deseo de salir corriendo de ahí se apoderó de nuevo de ella a pesar de haber avanzado algunos pasos más. Pero ya era demasiado tarde. El chico se había percatado de su presencia desde el momento que abrió la puerta. Aunque, en realidad, ya la esperaba ansioso y al mismo tiempo nervioso.

No sabía como actuaría al tenerla por fin frente a frente. ¿Qué debía decir? ¿Qué debía hacer?

Un montón de preguntas se arremolinaron en su mente. Las mismas que se esfumaron al levantar su mirada y encontrarse con esos ojos color avellana que lo veían con ¿temor?

Sí. Con temor. O tal vez solo estaba sorprendida o desconcertada por verlo ahí. Tal vez, ni siquiera tenía idea de que también trabajaba en ese lugar.

—Nana —dijo con dicha en su voz mientras daba pasos hacia ella.

Esa voz tan varonil que ella recordaba y guardaba en su memoria. Aquella que provocaba tantas emociones en su ser y que en esa ocasión no era la excepción.

—L-Lo siento, se equivocó de persona —se apresuró a decir obligando a sus emociones a mantenerse ocultas y a sus pies a andar hacia atrás conservando la distancia que hasta ese momento los separaba.

Miró como tal distancia se acortaba con cada paso que él daba. La desesperación la invadió y como última opción pensó en, ahora sí, huir de ahí.

Eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora