Entre Rejas

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Nuestra desafortunada protagonista, despertó en un oscuro lugar, unos de sus sentidos podía oír lamentos de diferentes tonos, géneros, edades e idiomas. Podía sentir el olor a putrefacción que emanaba de los barrotes oxidados y el notable olor de la mierda, que emanaba de las múltiples jaulas de apenas 1,20m por 2cm, que aprisionaba a Ayley, y a otras tantas personas, en su pierna una pesada y cortante tobillera de hierro, creada para aprisionar su libertad. Cuando sus temerosos y confundidos ojos, por fin, se acoplaron a la envolvente oscuridad de ese infierno sobre la tierra, pudo divisar a su alrededor, la horrenda imagen en la que ella era parte.

En su frente, pudo divisar una de las jaulas que pertenecían al lugar donde se encontraba, dentro de esta se encontraba, una pequeña niña, que a su perecer, tenía nueve años, era de una delicada tez clara, ojos de un azul extraño (pero hermoso) y una cabellera castaña clara, extendida hasta sus hombros pequeños y tristes. En el rostro de esta niña, solo se podía ver el dolor y terror que sentía, se reflejaban en sus cristalinos ojos. Aylen no podía dejar, de mirar con pena y espanto el rostro de la pobre niña, pero a pesar de no poder dejar de verla, pudo notar que a su izquierda en la parte superior de la jaula que aprisionaba "a su vecina, cruzando el pasillo", tenía plasmado en letras medianas y claras, la palabra "g.américa". Al ver esto, decido ver a la derecha de la niña, encontró con su mirada a un chico de su edad ( o eso parecía), de los mismos rasgos "gringos" (si así se podía decir) de la niña, con las mismas letras escrita en la parte superior de su jaula "b.américa". Tambien, pudo ver otra palabra en una de las jaulas, "b.asian". En ese instante comprendió, era una red de trata infantil, donde elegían un niño y una niña de cada continente, ¿para qué?, para vender supuso.- ¡Están enfermos! - dijo en un murmullo lleno de espanto y llantos. Después de caer en la cuenta de lo que estaba pasando, no lo resistió, y comenzaron a caer gotas llenas, de desesperación y tristeza sobre sus mejillas.

B. América - Shhhh, puedes callarte. - dijo el joven de cabellera oscura , de ojos claros y de acento americano.

Aylen - ¡¿Qué?! - dijo con la voz quebradiza y temblorosa.

B. American - Lo que oíste, si no cierras la boca te llevaran a un lugar peor - dijo el chico entre dientes.

De repente un hombre, con lo que a simple vista era un rifle, golpeo con violencia la rejas de la estadía de Aylen, y vocifero, con fuerza y en un tono amenazante - ¡¡STOP TALKING SHIT!!. Luego de ese atemorizante grito, el violento hombre siguió su trabajo, el cual parecía ser, merodear por todo el lugar vigilando las jaulas.

Aylen - ¿Sabes dónde estamos? - dijo en susurro, para que entre tanto llanto y jadeo, sus secuestradores no la oyeran.

B. América - No, no lo sé. Solo, estaba volviendo a casa después de la escuela, me metieron a un auto, y desperté aquí - dijo con algo de fastidio y con pena - Y me llamo Alex, por si te interesa.

Aylen - Yo soy Aylen ¿Alex, a hace cuánto tiempo estas acá?

Alex - No lo sé, unos días, creo.

Aylen - ¿Sabes lo que pasa?¿Que van hacer con nosotros? - pregunto atemorizada

Alex - Por lo que pude oír, se están preparando para una subasta y faltaba algo. Supongo, que es la persona que le falta ocupar la jaula, que está a tu lado.

Aylen - ¿Subasta?¿Qué carajo?¡La concha de mi madre! - dijo entre lágrimas.

Habían pasado diez horas de la conversación entre prisioneros, Aylen moría de cansancio, no podía dormir de la angustia, de los llantos y suplicas de los otros niños que estaban con ella. Solo podía recordar a sus amigos felices en la plaza.Ella se preguntaba si la estarían buscando, como estarían sus hermanas, su padre. Se preguntaba si su padre estaba sufriendo por su desaparición, si tendrían esperanzas en encontrarla, (si es que la buscaban) ella pensó que si ese era el caso, habría esperanza, ya que no había pasado tanto tiempo, aunque en esa putrefacta prisión le parecio haber una eternidad casi insufrible. Pensaba en los momentos entre amigos y familiares, que no había valorado lo suficiente, y ahora se aferraba a ellos como soporte para no caer en la locura y la desesperación. Y lloraba los momentos pasados.

Lo Que No Puedes VerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora