La tarde llegaba a la ciudad. Y con ello el sol se escondía en el horizonte detrás de aquellas montañas alejadas de aquella metrópoli. El clima otoñal de octubre se hacia presente. Hoy no seria una tarde de lluvias, o nubes perdidas por el cielo. Hoy seria una tarde despejada, en la que se podría sentir aquella brisa fresca, aquella fragancia a otoño y sobre todo el blando movimiento de las ramas de los árboles y, las hojas color anaranjadas, amarillas y las rojas, en su eterna caída de todas ellas sobre el césped debajo de ellas, que llevan al infinito pensamiento.
Llega el otoño y toca ponerse melancólico, es el sentimiento que mejor le sienta al sol que ya no arde, a las hojas caídas y al olor de los suelos mojados por la lluvia. Sí, el verano ha terminado, pero empieza el bello espectáculo que cubre los paisajes con un manto color fuego.
Los parques suelen ser quizá una de las mejores postales del otoño. Románticos, la esperas salen a pasear. Melancólicos y tristes refugian a los solitarios. A los decepcionados, a quienes buscan un momento efímero de paz.
Sting, contemplaba todo aquello, sentado en el césped apoyado en el tronco de un enorme ciruelo, estaba completamente inmóvil, con sus brazos alzados, y sus manos haciendo el soporte de us nuca contra el tronco. Cualquiera diría que el chico rubio estaba dormido, pues su vista ya hacia en dirección al suelo. Pero no, no estaba dormido. Simplemente se limitaba a ver el caer de las hojas contra el césped verde que poco a poco perdía su color verde. Escuchaba todo, escuchaba los patos del lago, las risas de los niños, las platicas de los adultos, los pasos acelerados de quienes trotaban en el carril que se encontraba a sus espaldas.
Suspiro como si despertara de un profundo sueño. Pudo sentir el aire frio adentrase por su fornido pecho, e invadir sus pulmones. Aquello causo un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Pero lejos deseo molesto, le resulto satisfactorio y placentero, pues aquella brisa era su elixir. Se trataba de el otoño, su estación favorita.
Escucho el sonido provocado por el caer de otra hoja. Aquello lo saco de su profundo pensar. Sabio de su viaje mental, incorporo su vista y pudo notar aquel cielo rojizo, que le indicaba que pronto saldría a relucir otro de sus espectáculos nocturnos que amaba del mes de octubre. La luna, Sting amaba contemplar aquel cuerpo celeste, poder hacerlo por noches enteras.
-Así termina un día.- Volvió a suspirar. -Una nueva luna.- Miro el salir de aquel astro por sobre las montañas. Aquello simplemente le fascinaba.
Miro cómo las lamparas del parque se encendían, el lago perdía en la oscuridad y las personas se retiraban, colocándose sus abrigos, chamarras y aquellos elegantes suéteres de la temporada. Y recodo que olvido cargar alguna de esas prendas, y al parecer esta seria una tarde -noche fría.
-No podría ser mas perfecto.- Sonrió como si el pasar frio le diera gusto. Lo complaciera. ¿Quizá se lo merecía?. -Por supuesto.- Se dijo a sí mismo, y una lagrima brotó de sus ojos azules y corrió por su mejilla.
Se incorpora con falta de ganas. No se molesto en limpiar su pantalón. Tomo su mochila, y se echo a andar.
Con paso lento, Sting admiraba el centro de la ciudad. Aquello lo enamoraba todas las tardes. Simplemente le encantaba la arquitectura. Sting Eucliffe podía ser un desastre de adolescente, pero tenia buenos gustos.
No podía negar que al ver aquellos cálidos abrigos de las personas, se le antojaba profundamente portar uno de aquellos. A pesar de que no tenia frio, sabia que su camisa que se ajustaba perfectamente a su trabajado y marcado pecho no seria suficiente.
Con esa premisa, se detuvo frente a un elegante establecimiento de estilo Neoclásico. Aquella elegante fachada correspondió a la de una cafetería de una famosa cadena de café. Aquella era la favorita del rubio, y quizá la única que conocía. No era normal en él, pero decidió entrar y tomar un café, quizá eso le ayudaría.
Miro su reflejo en la puerta del establecimiento. Y, pudo mirarlo solo. Efectivamente estas solo y con el corazón roto, tratando de olvidar una historia que jamas debió haber sucedido. Pero para su desgracia, la historia nunca es amable con su autor. Y él habla sido el autor de aquella historia, él y solo él.
Deslizo aquella puerta de cristal templado. Inmediatamente pudo percibir y degustar de aquel aroma del café, que embriaga a cualquiera con su fragancia tan característica. Seguido del calor de aquel establecimiento, que calentaba sus frías mejillas, y que acariciaban sus congeladas manos.
El lugar estaba parcialmente vacío. No había ningún problema con el lugar donde tomaría asiento. Se dirigió hasta la barra del local. Miro el menú colgado en la pared. Luego de decidir por un Mocka blanco. Espero su bebida en barra y tomo asiento.
-Esto es patético.- Se dijo así mismo en voz alta, semi cubierto por la música de fondo del lugar.
Sting. El gran Sting Eucliffe, el chico más popular de la preparatoria. Aquel por quien cualquiera mataría por estar a su lado, por compartir cama con él. El rubio ojiazul más codiciado. La persona mas de vida y experimentada de su curso. Aquel quien podía hacer lo que quisiera con solo desearlo. Y que podía tener a sus pies a cuantas personas quiera con solo un guiñado de ojo. Se encontraba solo tomando un cae que lejos de saberle agradable, le sabia como la cosa más amarga que pudiera beber. Solo sin nada, ni nadie. Y que así lo había decido quería estar solo.
-¿Qué sentido tiene?.— Bajo aun mas su mirada, contemplando el suelo.
Hace un mes haba dejado todo aquello atrás. Fiestas, alcohol, drogas, sexo y todo cuanto podía disfrutar, para estar solo apartado de todo. ¿La razón?. Solo él la sabia.
Sus ojos ocultos por sus brazos cruzados que reposaban sobre la pequeña mesa redonda individual en la que su baso blanco de café ya sin liquido reposaba. Simplemente se humedecieron. Y cuando parecía que el llanto era inminente algo llamo su atención.
-¿Estas bien?.- Una profunda, pero delicada voz lo llamo. Y una cálida mano se coloco sobe su hombro.
-Si.- Respondió por instinto, sin querer incorporar su vista.
Aquella persona que miraba al rubio ocultar su rostro sabia perfectamente de qué se trataba. Sonrío al ver aquella escena.
-¿Puedo retirar tu baso?.- Pregunto aquella voz masculina.
-Si.- Dijo sin mas.
Y así aquel chico de pie se limito a hacer su trabajo. Observando detenidamente la fornida espalda del rubio.
-Esta noche habrá luna, ¿Sabes?.- Se dirijo al rubio. -Lo que significa que por muy oscura que puede parecer habrá luz.- Sonrío.- En cuento al frio. Busca calor, refugio y consuelo en los brazos de alguien.- Aquellas palabras eran mu sabias.
-No es tan sencillo.- Sting ni siquiera se molesto en levantar la vista.
-¿No?.- Pregunto el chico de pie, carraspeando. -Pero si se nota que tú no tienes ningún problema con ello.-
Sting escuchaba aquella delicada, pero profunda voz masculina que le hablaba como si fuera algo mas que un cliente.
-Buena suerte. Ha sido un placer.- Comenzó su andar. -La noche es joven, quizá puedas aprovecharla de mejor manera, en lugar de lamentarte. El pasado es pasado, perdonate a ti mismo y vive el presente. Aun mejor planea un futuro. Y recuerda "La pena genera soledad"-
Aquellas palabras hicieron eco en el interior de Sting, en su ser más profundo. Estaba atónito, no podía reaccionar. Aquellas palabras eran tan directas, fuertes y dolorosas. Peor aquello era lo que espera que alguien le digiera, lo necesitaba y un extraño de quien ni siquiera conoce su rostro le dijo justo lo que necesitaba escuchar.
-Oye.- Grito incorporando-se de golpe. -¿Como te llamas?.-
Lo próximo que miro fue un pequeña cola de caballo de color negro. Una profunda cabellera negra como la noche. El cuerpo de un joven fornido, y por curiosidad pudo mirar un trasero perfectamente formado. Aun no veía dé frente al chico de aquella sexy voz, pero de algo estaba seguro debía ser hermoso.
Quería corroborarlo. Mas haya de su apariencia física su ser y se esencia lo habían abrumado y cautivado totalmente. Medida que aquella persona, giraba su rostro las ansias de Sting crecían. Y con ello la emoción.
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Autumn Afternoon (StinGue)
RomanceEl otoño puede ser una de las estaciones más románticas del año. No hay nada mejor que la llegada de esa fría brisa y compartir mano con la persona que amas. Lujo que Sting Eucliffe , un joven rubio no se puede dar. O al menos así era hasta este oto...