Cap. 16 Prosopagnosia

72 6 0
                                    

Prosopagnosia, la incapacidad de reconocer los rostros


Diariamente, por norma general, nos cruzamos y tenemos trato con un gran número de personas. Algunos son individuos a los que tan solo hemos visto en una ocasión pero que reconocemos gracias a que nuestro cerebro almacenó información sobre ellos (normalmente reteniendo alguna peculiaridad o un rasgo físico característico).

El área específica del reconocimiento facial en nuestro cerebro se encuentra en el giro fusiforme desde donde se empieza a procesar toda la información que entra por nuestros ojos, por lo que cualquier persona (que no padezca de un trastorno visual, evidentemente) cuando se cruza con otro individuo es capaz de reconocerlo si ya lo había visto con anterioridad e incluso, si es la primera vez, retiene información sobre los rasgos del mismo que en un futuro servirá para recordar de quién se trata (nuestra memoria es capaz de identificarlo en aproximadamente cien milisegundos).

Pero al igual que la inmensa mayoría de nosotros logra reconocer a alguien (obviamente, algunas veces con ciertas dificultades para terminar de ubicar y recordar su nombre, de qué o dónde lo conocimos) en el planeta se estima que hay un dos por ciento de la población que padece un curioso trastorno de agnosia visual llamado 'Prosopagnosia' y por el cual es incapaz de reconocer cualquier rostro.

La prosopagnosia o ceguera al rostro consiste en ver a alguien y no saber quién es, a pesar de que ese 'alguien' se trate de un familiar muy allegado y que convive con quien padece este curioso trastorno.

Existen diversos grados dentro de esta patología y, dependiendo del nivel de afectación del mismo, el prosopagnósico puede incluso llegar a no reconocerse a si mismo cuando se ve en una fotografía en la que aparece e incluso, en casos extremos, cuando pasa frente a un espejo.

La mayoría de ellos pueden distinguir los ojos, nariz o boca dentro de una cara, son capaces de señalar a qué parte del rostro corresponden y ubicarlo en él, pero les es imposible que su cerebro los ordene visualmente para reconocerlos en su conjunto dentro del rostro de alguien.

También son capaces de distinguir entre los rostros de varias personas diferentes, saber que cada una de ellas no son el mismo individuo, pero se sienten totalmente incapaces de averiguar quién es quién e identificarlas.

Una simple sonrisa, la forma de guiñar un ojo o de ladear la cabeza puede ser clave para que el prosopagnósico pueda tener una referencia clara sobre a quién pertenece y poder así reconocer fácilmente cuando se encuentran de nuevo.

El retener y memorizar esos rasgos y peculiaridades faciales, como tics, una cicatriz, si lleva bigote, forma de la nariz e incluso el modo de reír, caminar, si lleva gafas o tiene el pelo ondulado o recogido con una coleta, se convierte en algo fundamental para las personas que padecen la ceguera al rostro, por lo que cualquier cambio físico, por sutil que este sea (afeitarse, teñirse el pelo, cambiar de montura de gafas o de peinado...), puede provocar que el prosopagnósico no reconozca a quien tiene frente a él.

Actualmente no existe tratamiento farmacológico para curar esta patología, por lo que los enfermos que sufren esta agnosia visual se apoyan en terapias en las que les enseñan a memorizar el mayor número de datos sobre los rasgos faciales de las personas que les rodean, lo cual les ayuda a salir airosos para reconocer a determinadas personas y así evitar cualquier situación social embarazosa.

Real Love (terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora