Sálvame IV

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"Nunca creí que el destino jugaría duro conmigo, no puedo creer que hace dos meses esta habitación se ha transformado en mi casa, no puedo creer que hace dos meses que personas de blanco se han transformado en los únicos seres que conozco. Me pregunto por qué el Señor, único testigo de mi sufrimiento en toda mi vida, hoy me ha abandonado.

Me miro y no me reconozco, mi cuerpo ha cambiado, mi piel ya no es la de antes y mi cara pálida y ojerosa me recuerda a cada rato mi tortura.

Desde hace una semana tengo que llevar un horroroso pañuelo en mi cabeza porque mi largo y lustroso cabello oscuro se ha dignado en abandonarme. Sé que es a causa de los medicamentos, pero..."

- ¿Florcita?- la voz de su padre la sacó de sus pensamientos que en ese momento eran plasmados en un pequeño cuaderno.

- Papá... - una sonrisa brota en el rostro triste y demacrado. - Pasa...

El hombre se acercó a su pequeña, no sin antes colocarse un barbijo sobre la boca, era una regla de prevención para darle un "beso" a través de la tela que cubría la mitad de su rostro. La menuda mujer estiró un brazo y envolvió el cuello acercándolo más a su cuerpo. El padre hizo lo mismo y apoyo la cabeza ahora cubierta con un pañuelo con pequeños ositos, en el pecho de su creador.

- ¿Estás bien?- preguntó cuando ojos verdes se encontraron con otros oscuros.

- Mmm, sí - sonrió un poco - te extrañé.

- Te quiero enana.

- Yo mas papi- se sentó en la cama y dejó colgando las piernas por un lado. Una mueca de dolor cruzó su rostro cuando con un torpe movimiento la aguja que tenía clavada en su mano se movió. – La puta madre... como odio esto.

- Ya tranquila... - la tranquilizó el hombre.- ¿Jaz ha venido?

- Sí, estuvo conmigo toda la noche, pero la obligué que se fuera a su casa a descansar un rato.

- Mmm, debe haber llegado cuando yo venía. - Reflexionó.

- Pá, ¿la abuela no ha llamado?- Flor miró hacia la ventana.

- Sí, anoche... viene en la semana.

- ¿De verdad?- una sonrisa afloró en el rostro joven.

Y se hizo más grande cuando la puerta se abrió y una mujer de metro setenta y ojos verdes entraba por ella.

- ¿Pero qué haces acá?

- Vine a cuidarte- dijo con una sonrisa chueca - no puedo estar en casa - admitió.

- Pero Jazmín estás cansada. – bufó.

La aludida se acercó a Juan y extendió la mano para saludarlo.

- Buenos días Juan.

- Buenos días Jazmín.

- A ver gordita dame tu mano.

Flor extendió las dos manos pero solo tomo la que tenía la vía conectada y desprendió cuidadosamente la cinta que la sujetaba y miró a los ojos oscuros que tanto le gustaban cuando esta suspiró.

- ¿Tienes que quitarla? - dijo quejumbrosa - es que me duele cuando me tienes que conectar una nueva. - explicó

Una ceja rojiza salió disparada hacia el nacimiento del cabello igual de rojo pero algo más oscuro por estar algo húmedo y que desprendía un aroma a cítricos que enseguida inundó los sentidos, Jaz se había bañado y se había cambiado con nuevo equipo de enfermería de color rosado. Se veía demasiado tierna y eso provocaba una suerte de cosquillas en la panza de la morena mujer.

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