Sálvame X

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Tres semanas habían pasado desde ese encuentro. Jaz seguía trabajando en la clínica y estaba desayunando cuando el timbre de su puerta sonó. Argo ladró y corrió hacia la entrada.

Juan la miraba fijo y vio el rastro de lágrimas en su rostro. El labio inferior del hombre vibró y un nombre salió mezclado con el llanto.

Jaz entró al departamento del encargado y se encontró con la figura de Flor en la cama totalmente desnuda, solamente una manta la cubría, la pequeña tiritaba y hablaba incoherencias. La colorada tomó su celular y marcó un número demasiado conocido para su mala suerte.

La voz de una secretaria la atendió y pidió hablar con el Dr. Farías luego de darse a conocer.

Juan estaba en la puerta y se sorprendió cuando le ordenó que tomara todo lo necesario para llevar a la clínica.

- ¿Cuánto hace que está así?- preguntó antes de sacar conclusiones.

- Desde anoche.

- ¡Qué!- gruñó Jazmín muy enojada - Y en todo ese tiempo no me avisó o no llamó al médico... es una estupidez de su parte Juan..

- Es que yo...

- Nada... - le clavó la mirada y le ordenó que la ayudara.

El cuerpo inconsciente de Florencia fue introducido con cuidado en el auto de Jazmín mientras que ésta intentaba calmar un poco sus nervios.

Le llevó nada llegar a la clínica dónde ya la esperaba el equipo de médicos prontos para atenderla.

Había intentado ser parte del equipo pero el médico le aconsejó que no lo hiciese... estaba muy nerviosa como para ayudar.

Se sentó en una de las butacas a esperar como lo hacía Juan.

El hombre estaba angustiado y se frotaba las manos, cosa que le pareció conocido en Flor. La chiquilla se frotaba y retorcía las manos ante la muestra de nervios, más de una vez tuvo que tomárselas y verificar que no se las hubiese quebrado provocando la risa de la niña.

Le encantaba escucharla reír... era contagiosa y reverberaba por toda la habitación o el lugar donde se encontrara.

Dos horas habían pasado desde que había sido internada. Dos horas que no sabían nada.

La puerta se abrió y el grupo de médicos salió sin nada que decirles, Jaz se empezó a desesperar y sin esperar más entró al cuarto para encontrarse con la peor imagen que su mente puede recordar.

En la cama se encontraba el amor de su vida totalmente dormida y asistida con un respirador artificial para poder ayudar a sus debilitados pulmones a oxigenar su sangre.

Varias bolsas de suero, medicamentos y calmantes penden a su lado.

Sus ojos se llenan de lágrimas que derrama sin restricción alguna. Lentamente se acerca a la cama y despacio toma la blanca mano. No aguanta y cae de rodillas a su lado y trata de abrazarla, de abarcarla, de hacerla volver en sí. Descarga su furia y llanto maldiciendo en silencio y por otro lado se encarga al Señor para que su amor se recupere.

Ojos verdes la observan y sale en silencio del cuarto, está de más.

La luz tenue del amanecer se cuela por la ventana y dan de lleno en dos esmeraldas ojerosos que aun sostienen esa mano blanca y débil. No se ha movido desde que entró y ha rechazado todo tipo de comida y bebida.

El Dr. Farías ingresa en el cuarto y le lee el diagnóstico.

Ha vuelto... ha vuelto... ha vuelto...

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