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Él recuerda las almas que no
Pudo conservar, por eso no te
Deja de mirar...





Adrien manejaba en silencio, no faltaba mucho para llegar a la casa de Camila. Estaba pensativo, atento a lo que podría pasar en ese momento. Camila no sabía qué decir, si él no hablaba, ella tampoco lo hacía. Pero era curiosa, quería saber acerca de esa leyenda, quería saber lo qué pasó con su hermano, pero no sabía cómo reaccionaría él.

Mordiéndose el labio inferior lo miró.

—Adrien... —empezó diciendo, el chico le dio una mirada rápida—. Carmen me contó sobre una antigua leyenda. Slenderman.

Camila notó que se tensó en ese momento, apretando el volante un poco fuerte. Entonces supo que no había sido buena idea preguntar.

—No sé de qué leyenda hablas —respondió serio.

—Bueno, en realidad tampoco creo nada sobre eso, solo pensé que como vivías aquí igual sabías —se retractó.

—No es más que mentiras.

Camila alzó las cejas, quizás ya había olvidado lo que ocurrió cuando era niño, pensó, o simplemente se dio cuenta de que fue una confusión.

—Me da gusto, digo, no me gustaría experimentar algo así, nunca he sido tan creyente, pero Carmen cuenta una historia un tanto... Creíble —murmuró.

—¿Y qué historia cuenta la sabia de Carmen? —quiso saber Adrien, calmándose un poco.

Camila dudó en sí contarle lo de él y todo eso, tal vez lo pondría más enojado de lo que estaba; tal parecía que le seguía afectando mucho la muerte de su hermano, así que no quiso abrir heridas del pasado. Ella carraspeó, decidida a contarle solo una parte de la historia. Digamos que el alcohol le estaba dando más confianza para hablar.

—Lo que todos saben, que Slenderman es un hombre alto y delgado quien secuestra niños y luego los mata. —dijo—. También que acecha a las víctimas, atormentándolas.

Adrien muy en el fondo aun recordaba el incidente, se veía a sí mismo en el bosque, seguido por su hermano menor, con linternas y botas de lluvia. Se vio hablando con su hermano animadamente para después presenciar un silencio absoluto. Y después, Sandy miró detrás de él. Adrien giró.

Sacudió la cabeza para quitar esos pensamientos que no lo dejaban en paz y se dedicó a manejar. Camila lo miraba con el ceño fruncido, pero no quiso preguntar. Él solo quería sentir paz, y de algún modo, con Camila al lado la sentía. No sentía miedo, se sentía aliviado. Y eso le gustaba. Pero no quería que siguiera hablando de ese hombre. No lo soportaba.

Adrien aparcó el auto frente a la casa, las luces estaban apagadas, incluso las de la entrada.

—¿Segura que están en casa? —le inquirió el chico mirando la oscuridad de su hogar.

Camila se desabrochó el cinturón y abrió su puerta.

—Lo están, no sé porqué mamá apaga las luces —le explicó.

—No creo que tu madre te haya dejado a oscuras —le hizo saber Adrien. Camila frunció el ceño. Tenía razón.

—Pues no lo sé, siempre están apagadas todas las luces —comentó— Incluso cuando pienso que las había dejado encendidas.

Adrien notó algo raro en eso.

—Gracias por traerme, Hoffman —le dijo, saliendo del coche.

Adrien le sonrió.

SLENDERMAN © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora