6; "Extrañarla duele"

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“Sentía un gran miedo al no verla cerca en el parque, estaba desesperado seguía corriendo por todos lados buscando algún rastro de ella”.

“—Nicolás.— escuché su dulce voz tranquila hablando me detrás mio, haciendo que mi corazón quisiera salirse de mi pecho, me volví a su dirección y la vi allí tan tranquila”.

“— ¿Donde estabas? Me tenias preocupado— la miré totalmente preocupado ”.

“—Perdona, solo acompañé a Soffia que ya se iba, ¿qué pasa? ¿por qué estás así?— ahora quien me miraba preocupada era ella”.

“—Perdona, pero es que el no verte cerca me preocupaba por completo. Cuando lleguemos a tu casa hablaremos sobre algo ¿sí?— no sabia si debía decirle lo que acababa de escuchar, estaba nervioso y con mi corazón muy acelerado”.

“Antes de irnos estaba más nervioso que antes, mirando hacia los lados, temía mucho por ella. Minutos después nos encontrábamos frente a un semáforo en rojo, ella estaba leyendo una novela de terror, se veía tranquila y hermosa como siempre; lo siguiente que pasó fue demasiado rápido, un auto chocó contra nuestro auto produciendo un gran susto en nosotros, el conductor quien tenia una gorra y unas gafas, no lograba saber quien es; al igual que él me bajé del auto, las luces traseras estaban rotas y la parte del baúl estaba abollada, tenía rabia”.

“—¡Joder! ¡¿Es acaso usted estúpido?! ¡El semáforo estaba verde!— Estaba totalmente enojado, ese hombre me culpaba a mi, su auto tenia apenas un pequeño rasguño.

“—¡¿Yo?! ¡Su auto fue el que terminó dañando el mío, la culpa es de usted! ¡Él estúpido aquí es usted!— dije con rabia, las personas se amontonaban, Camille estaba nerviosa, se le notaba en su rostro”.

“Segundos después me encontraba golpeando a aquel hombre y bueno, yo igual recibía golpes todo porque insultó a Camille diciendo ‘ya vete con tu puta barata’, les juro que no pensaba claro, tenia enojo. ¿Cómo se atrevía aquel a tratar de esa manera a una dama?”

“Escucho la voz de Camille al fondo pidiendo que me calme y que pare, luego siento brazos fuertes agarrándome de los hombros para separarme del otro hombre, era un policía quien me sostenía por formar disturbios, una vez calmada la situación o por así decirlo, esposaron a los tres, es decir, a Camille, al hombre aquel y a mi y nos subieron a la patrulla. Ya era de noche o eso alcanzaba a ver desde la celda donde me encontraba, nos habían separado a cada uno en una, que trato tan peculiar”.

“Minutos después de estar sentado en una banca mirando el pasillo vacío y con luces parpadeando pude ver como un guardia pasaba con las llaves y abría la celda de al lado, segundos después vi como el misterioso hombre salia de esta”.

“—¡Hey oficial! ¡Yo también quiero salir!—grité enojado a lo cual el oficial solo golpeó el mazo contra la celda haciendo que me apartase de inmediato ”.

“¿Donde estará Camille? ¿La estará pasando bien? Me sentía frustrado, enojado y nervioso, ella de seguro nunca había estado al igual que yo en una cárcel, bueno, una celda una noche. Miré mi reloj de mano y ya eran las diez de la noche, tenia que pensar en alguna forma de salir, traté de recordar algún número de algún abogado, pero nada, solo esperaba que al menos Camille pensará igual y tratase de llamar así sea al abogado grosero de aquel día”.

“Caminaba de un lado a otro en la pequeña celda, de un lado a otro, aveces mirando aquel pasillo desolado, otras veces mirando un punto fijo, un punto a la nada, algo que no estaba allí, pensando en que peligro podía correr Camille al igual que yo, pensando en toda posibilidad de salvarla”.

“La mañana se hizo y yo solo había podido dormir unas tres horas, ya eran las ocho y ya tenia seguro una falta en el trabajo, me levanté de la especie de cama y miré por los pasillos acercarse un oficial el cual con una cara de pocos amigos me abrió la puerta pero igual me esposó, caminamos por el gran pasillo hasta llegar a la sala central de la comisaria y a unos metros pude ver a Camille acercarse con alivio a mi, rápidamente me rodeó con sus brazos, yo no podía corresponder pues aun tenia las esposas puestas. Luego de quitarme las esposas me informaron que mi auto estaba en uno de los estacionamientos cercanos y que debía pagar una gran suma de dinero”.

“—¿Estás bien? ¿Cómo pasas te la noche?— de tanto papeleo por firmar y demás no me había dado tiempo de hablar con Camille o preguntarle si se encontraba bien”.

“—Sí, tranquilo, lo único es que me duele un poco la espalda por esas camas para nada cómodas.— dijo y la miré atento como bebía su tasa de té, nos encontrábamos en un café cercano a la comisaría ”.

“—Yo casi no pude pegar el ojo, estaba demasiado preocupado por ti, fue mi culpa que hayas tenido que pasar una mala noche.— hablé bajo y algo molesto conmigo mismo”.

“—Nicolás, enserio calma, tranquilizate yo estoy bien pero debes de calmarte un poco a la próxima ¿sí?— Asentí con la cabeza mirándola. Su rostro me transmitía tranquilidad, calma y ternura”.

“Enserio que en los momentos más malos para mi o para ella me daba calma, se mantenía tan hermosa y serena como siempre y me hacia volver a mi mundo de paz en donde ella era mi cura; maldita sea como la extraño”.

“Ese mismo día luego de desayunar, ambos llamamos a nuestros trabajos para disculpar la ausencia y ella pasó el día en mi casa viendo películas rentadas y comiendo maíz pira a mi lado, una vez la noche la llevé en el auto aun abollado a su departamento, debía enviarlo al taller cuanto antes o me multarian y por las luces rotas traseras”.

“Recuerdo que estaba muy cansado, me tiré en mi cama y quedé profundamente dormido, pero soñé con ella, el sueño era maravilloso; ella me esperaba con un gran vestido, que le hacia relucir sus curvas, se acercaba a mi con una gran sonrisa en su rostro, yo la tomaba de la cintura pegándola a mi y comenzábamos a bailar, despacio y suave era aquel baile, aquello me gustaba, aquel sueño me gustaba demasiado, me encantaba demasiado; nos movíamos al compás de la melodía, todo era tan relajante hasta que sonó el despertador fuerte como si fuese en mi oído, alargue la mano hasta la mesa de noche y oprimi un botón logrando que el despertador cesara. Me quedé un rato mirando al techo mientras apoyaba mi cabeza en mis brazos y no dejaba de pensar en ella, en lo tierna que era, en lo maravillosa”.

“Ahora la extraño demasiado y cada que recuerdo que por mi culpa la perdí me duele el pecho, tan fuerte que siento que tengo un infarto, es como si el aire me faltara, como si pensar en lo que hice me hiciera débil, muriendo lentamente. Me doy cuenta que extrañarla duele y duele como si tu corazón fuese apuñalado una y otra vez”.

Más allá del universo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora