Capítulo 1

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Todo se remontaba a milenios atrás. Artemisa, diosa de la caza y entre ellas de la luna, se encontraba cómodamente tumbada en un lujoso diván en el olimpo, en la sala solo habían algunos dioses menores cotorreando y un par de simples sirvientes, oh y como no Atenea.
La joven portadora de la guerra y la sabiduría, hija de Zeus, nacida de su frente y completamente armada, era alabada por uno de sus trabajos, cansada tras un arduo trabajo, ofreciéndole protección a uno de los pueblos que era asediado por los bárbaros.
-¿Ya te has cansado de ayudar a esos pobres mortales? - Todos los cuchicheos se detuvieron y en menos de de un pestañeo, todo el mundo había desaparecido, no querían verse involucrados en las revueltas de esas dos diosas.
La hija de Zeus y Leto, melliza de Apolo, se levantó en toda su envergadura, lucia como la denominaban una diosa que desprendía furia cuando se enfada Atenea se sintió algo amedrentada, pero no lo iba a admitir.
-¿Porqué? ¿Por qué los tratas de esa manera? - Preguntó Atenea con suma tranquilidad.
-¡Acaso no los ves!, destrozan todo a su alrededor, no valoran nada de lo que les ofrecemos y cuando se acerca su hora es cuando acuden a nosotros - Contestó iracunda Artemisa.
-Lo que pasa que sigues enfadada con ellos, por que intentaron matar a tu preciosa cierva - Rió Atenea mientras se alejaba de ella.
La diosa lunar no soporto aquella humillación, con un movimiento fugaz sacó su arco junto con un flecha plateada, tensó la cuerda todo lo que pudo y disparó, la trayectoria de la flecha iba directa hacia el corazón de Atenea, pero ella como diosa de la guerra y con gran habilidad, hizo un giro hacia la derecha escapando de la flecha, a la vez que ella lanzaba con fuerza su lanza contra Artemisa, ella no se movió de su lugar solamente con un movimiento de su arco plateado logró esquivar la lanza.
Zeus no iba a permitir más peleas entre diosas, semidiosas, así un buen día las hizo llamar y estas dos acudieron prestas, queriendo llegar las primeras. Al anciano dios, le iba a reventar la vena del cuello.
-¿Que ocurre padre? - Preguntó Atenea.
-¿Consideráis a la otra inferior? Se miraron entre ellas dudosas, ¿era una trampa? ¿Un acertijo? - Responded, es una simple pregunta -
-Obviamente, padre, yo soy mejor - Replicó Atenea con orgullo - No solo por mis buenos origine y mis cargos, si no por mis altas capacidades, que no conocen límites en mejoras y además... - Fue interrumpida.
-No comparto la opinión - Dijo Artemisa - Yo, proviniendo de un linaje más sencillo y aún así honroso, trabajo todos los días sin descanso, viajo por todo el mundo y por todo el Olimpo y nunca pido nada a cambio ni me quejo.
Me honra mi trabajo, siempre practico y cumplo mis misiones con éxito, mientras que otras solo intervienen a su parecer y gandulean en los mentideros del Olimpo.
-¿Y que hay de otras cualidades? ¿Quien es la más humilde?
-¡Yo! - Respondieron a la vez, luego se miraron con odio.
-¿De verdad? - Cuestiono el experimentado dios, acariciando se la barba y fingiendo inocencia - Atenea, ¿que opinas de la manera de actuar de tu hermana en las misiones? - Atenea tragó saliva lentamente.
-Realiza las misiones correctamente, es cierto.
-¿Y tu Artemisa, crees que tu hermana, es digna de representar a los de tu clase, los arqueros?
-No hay duda señor - Se Le atragantó el orgullo, pues sus palabras sonaron bastantes falsas. Con lo poco que practicaba estaba convencida de poder ganarle. - Atenea ganó el título de manera justa.
-¿Que os parece una apuesta? La definitiva - Ambas diosas sacaron pecho con orgullo.
-¿En que consiste? - Preguntó Artemisa.
-Es sencillo, durante un día y una noche. Artemisa servirá y complacerá a Atenea - A la hija de Zeus casi le llegan las cejas al inicio de su flamante cabellera, al alzarlas con desconfianza y asombro.
Artemisa rió socarronamente, esta apuesta la ganaba segura - Al salir el sol del nuevo día, Artemisa tomará el rol de Atenea y viceversa.
-¿Porqué? - Replicó la diosa guerrera un tanto frustrada.
-Estáis igualadas en casi todos los campos, lo habéis demostrado, pero nunca os habéis enfrentado en vuestra capacidad de servir dar, de ser humildes y de ayudar sin esperar nada a cambio.
-Menuda pérdida de tiempo - Replicó Atenea - Soy una diosa de alto linaje, no necesito demostrar que puedo hacer las tareas más simples y bajas.
-¿Alguien se ha ensuciado su preciosa túnica? - Se burló Artemisa.

Atenea y Artemisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora