Introducción

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Cuando el leve y lucido albor de lo que era el sol de la mañana llenaba su habitación, nada más que el calmante sonido de su reloj retumbando en sus oídos, la tranquilidad de la investigación, de su silencio y quietud cautivándole con vigor, el olor a papel esparciéndose por sus pulmones, provocándole una gran satisfacción y euforia mientras dibujaba a trazo firme la flor más hermosa que jamás hubiera visto, sin nada ni nadie que lo molestara, sin ninguna responsabilidad, ahí, justo ahí, Tatsumi Souichi era feliz.

En su alcoba, con el sonar del reloj de tímido acompañante, observando con fascinación una gran Gardenia Jasminoides blanca, tratando de imitar su belleza en papel, escribiendo observaciones interesantes en la esquina de su intento, con lápiz de carboncillo haciendo cada uno de sus detalles y sombras, sonriendo satisfecho con su trabajo cuando este quedo terminado, poniendo su firma orgullosamente debajo del bosquejo, guardó la hoja en su libro de estudios y puso la flor muy cuidadosamente en un jarrón junto con otras preciosidades que ya había dibujado antes.

La bella pero simple Chrysanthemun Leaucanthemum, popularmente conocida como margarita, la complicadísima pero preciosa Chrysanthemum x morifolium o Crisantemos, la divina y angelical Dicentra spectabilis, corazón sangrante o corazón de María, como la llamaran, Souichi no gustaba de sus nombres populares, era como llamar a una dama de renombre por un apodo, sus nombres dados eran más especiales, complicados pero interesantes, con tantos significados, pero aun así adecuados, inteligentemente clasificados y con orden. Totalmente racionales.

Aunque no se pudiera decir lo mismo de todas las circunstancias que se le acercaban.

Con un suspiro melancólico, dejó ir su momentánea satisfacción y permitió a sus ojos viajar por el cielo de un día de septiembre funesto, tomando nada más que un desasosiego a la pálida apariencia del cielo, bajó sus ojos hasta el frente de su residencia, observando la misma hastiada gente despertar y salir de sus hogares, a hacer las mismas cosas de siempre, en los lugares de siempre, a la hora de siempre, demostrando que la vida en ese aburrido suburbio no mostraba más que ser una gigantesca monotonía. Pero había alguien nuevo, para su sorpresa, una cara que no había visto mil veces, un joven cerca de la estatua que adornaba el frente de la mansión de su padre, de apariencia gallarda y un elegante traje de cola de un gris perlado, saco simple y un modesto largo cabello, impropio para los estándares de la época -no que el pudiera criticar, con su largo, larguísimo cabello rubio platinado -observando con curiosidad el edificio, casi criticando su apariencia con los ojos, Souichi le frunció el ceño con irritación, de seguro que era otro presumido y vanidoso chico de ciudad.

-¡Souichi, hijo, el ensayo comienza en 15 minutos, vístete con tu mejor traje y baja, tenemos que llegar a tiempo a casa de los Takafumi!

La voz de su padre retumbo en las paredes de la mansión. No quería ir. No importara lo infantil y pretencioso que sonara, simplemente no quería ir, y punto. Levantarse de su silla y bajar era firmar su certificado de esclavitud eterna a los estándares de la sociedad y a la estricta educación victoriana que le había sido impuesta pero que nunca había seguido al pie de la letra, aceptar eso de golpe no era una opción. Aun así...

-¡Souichi, llegaremos tarde!

Parece que no había otra opción esta vez.

Caminó con desgano hacia la puerta, los pasillos sombríos y familiares de su propia casa le traían recuerdos indeseados, memorias llenas de melancolía, vividos recordatorios de cosas que quizás nunca volverían. El sentimiento se intensificó cuando vio el cuarto rosa salmón polvoroso y vacío rogando por su propietaria, la alcoba opaca y desordenada demasiado solitaria, la zozobra que cada una de estas le causaba le atormento el alma una vez más. Y desviando la mirada de cada una de estas, bajo para enfrentar su destino.

El Cadáver del NovioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora