Su respiración era tranquila; con sus ojos cerrados, concentraba toda su atención en el latido de su corazón. Era lo único que podía escuchar en ese momento, y por algún motivo que hace ya mucho tiempo olvidó: lo tranquilizaba.
En su mente, una canción se repitió como lo hacía todos los días. No tenía letra, era solo la melodía. Deseaba tararearla, para ver si podía recordar el final; pero esa no era una opción.
Una luz; apenas tenue, proyectada por una lámpara de aceite, disipaba un poco la oscuridad en aquella habitación.
Escuchó unos pasos: tímidos, y prolongados. Cada paso estaba a la espera de ser descubierto, sin darse cuenta de que esto ya había ocurrido. El hombre, recostado sobre su cama, unos metros por encima de donde provenían aquellos pasos, no se inmutó. Apenas abrió los ojos para cerciorarse de que la puerta que conducía hasta el estuviera cerrada, después de eso se mantuvo en la misma posición. No sin antes voltear a ver su arma al otro lado de la habitación junto a la puerta.
Existe un motivo para que el no estuviera alertado, preocupado, por la visita: Estaba en un ático, el cuál solo el conocía la entrada que no era otra cosa que una trampilla en el techo del segundo piso de la casa donde se encontraba. Y, aun así, primero debían subir al segundo piso; y para eso usar las escaleras: donde el tercer escalón es una trampa caza bobos. Pero en lugar de explosivos; son una serie de flechas diseñadas para atravesar a la víctima desde abajo, dejándolo así: empalado.
El sabía lo que iba a pasar; solo había dos caminos: que la persona cayera en la trampa, gritara y el aproveche esto para salir con su maleta de emergencia por la puerta de atrás para buscarse otro lugar donde esconderse. O que la persona se vaya, y la verdad a el le da igual cual de las dos opciones suceda.
Un paso, el primer escalón rechinó. Lo escuchó con atención; sabía que ya no había vuelta a atrás para quien estuviera acercándose al segundo piso.
El segundo escalón rechinó. Su corazón comenzó a latir un poco más rápido, hace mucho que no se emocionaba por matar a alguien; pero en esta ocasión era diferente: su emoción, o excitación, eran producto de su inteligencia y habilidad de haber creado esa trampa.
El tercer escalón. Un click. El sistema de poleas se escuchó a lo lejos, apenas perceptible para alguien que no estuviera dentro de la casa. Un sonido gutural siguió después de un "crack", como de madera partiéndose, pero el sabía que no era madera. Y no lo era.
Pero no hubo grito, solo un gruñido ahogado. Después le siguieron golpeteos, débiles; como si alguien estuviera rasgando el piso de madera.
"¿Habrá quedado vivo?" se preguntó. "¿o sería uno de esos seres?" este último pensamiento solo fue fugaz, sabía que no eran lo suficientemente inteligentes como para entrar a hurtadillas. Por lo menos no los que el conocía. Así que la primera opción era plausible, pero; ¿Por qué no gritó?
Esa pregunta quedó flotando en su mente y después de recorrer la habitación con la mente, se hizo una pregunta que lo asustó un poco "¿y si no viene solo?", un escalofrío recorrió su columna e hizo que se estremeciera en la cama.
Puso especial atención al silencio. Ya no escuchaba nada, lo cual era bueno: si no había más pasos era porque nadie estaba ahí para ayudar.
"O tal vez eso quieren que piense." Su paranoia estaba perfectamente fundamentada, hacía mucho que el mundo había cambiado lo suficiente como para no reconocerlo a estas alturas. Pensar en lo peor era, a veces, lo mejor para la supervivencia. Se sacudió el pensamiento de la cabeza, y con mucha paciencia, se dirigió a la puerta. "Si está vivo, merece una muerte por lo menos rápida." Por su cabeza pasó la palabra "digna", pero fue fácil de descartar.
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Silencio
HorrorUna historia corta, dividida en dos capítulos. Un escenario post-apocalíptico contado desde una perspectiva sin precedentes.