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No importaba cuántos años pasaran, su enemistad y rivalidad se mantenían intactas igual que hace tiempo atrás. Los enfrentamientos, los planes fallidos, los golpes, las amenazas, todo aquello eran cosas de todos los días, cosas a las que ambos estaban acostumbrados. Hasta que un día simplemente dejaron de suceder y gracias a eso actualmente existía un sentimiento de falta, la ausencia de su enemigo podía sentirse cada día y al parecer era el único que la notaba. Pero no quería pensar de más el tema.

Era la hora de meditar para Garu de diecinueve años de edad; hora en la que él se internaba en el bosque alejado de la aldea, alejado de todo, alejado de ella.

Escuchó el movimiento de hojas a su alrededor, fue capaz de sentir que le observaban, haciendo uso de su concentración logró agudizar sus sentidos para poder identificar a aquel que se escondía entre las hojas. Al no sentir movimientos nuevamente se preparó para atacar pero aquel cuerpo escondido salió; se trataba de Mio, su mascota. Garu soltó un suspiro de alivio, por un momento había creído que se trataba de Tobe y se sentía asustado por desear que fuese él.

[ . . . ]

Pasada la hora de meditación regresó a la aldea, estaba resultando muy extraño el no recibir ataques de su enemigo o de su acosadora. Por un lado le alegraba, por el otro, simplemente lo sentía extraño. Decidió dejar su paranoia y relajarse por un momento... solo un momento.

En su campo de visión lo vio. Vio a uno de los torpes ninjas de Tobe caminar a su lado y de manera instintiva llevó su mano hacia la empuñadura de su espada dispuesto a contraatacar en cualquier momento pero el otro simplemente pasó de él, como si no le importase. Le dedicó una última mirada, llevaba... ¿Flores?

Eso fue extraño... pero, decidió restarle importancia.

Un par de delgados brazos rodearon su cintura desde atrás, una figura femenina se pegó a él y no era difícil saber de quién se trataba. Ella, con todo el amor del mundo, restregaba su rostro sonrojado en la espalda ajena aún cuando éste intentaba alejarse. De alguna manera Pucca siempre terminaba siendo más fuerte que él mismo.

Aprovechando una distracción Garu se zafó y comenzó a correr, siendo perseguido por Pucca como siempre. Hasta que al final logró perderla.

Aprovechando su soledad quiso caminar un poco, estaba teniendo buena suerte ese día y debía aprovechar aunque sea un poco. Se recostó en el césped para contemplar el cielo, habían muchas nubes y se veían grises, lo que significaba que quizás llovería. Cerró sus ojos, estaba todo demasiado tranquilo.

- ¿Garu? -

El susodicho reconoció esa voz al instante, se puso en posición de defensa de manera inmediata. Tobe puso los ojos en blanco.

- No Garu, no te haré nada. Mi mundo dejó de girar a tu alrededor hace tiempo. -La expresión del pelinegro fue de confusión.- Estoy enamorado. -

Se escuchó el jadeo producto de la impresión que sintió al oír aquello. Tobe sabía leer cada una de sus expresiones y sabía qué quería decir pese a su voto de silencio así que solamente rió y respondió a lo que sin palabras él decía.

- Es Chief. -Suspiró.- Hace unos meses me puse a pensar en qué estoy haciendo con mi vida y pensé que debía buscar un amor sano, olvidarme de mi obsesión. Fue entonces que ella apareció. -

Garu ladeó la cabeza, sin comprender del todo sus palabras. ¿Obsesión? ¿Amor sano?
Le conocía desde hace muchos años, más allá de los enfrentamientos, le conocía personalmente, pero nunca supo de un amor u obsesión.

El mayor se recostó en el césped, el de negro estaba algo desconfiado pero aún así se sentó a su lado. Le vio retirarse la máscara, aquella que cubría su rostro la mayor parte del tiempo aunque todos en la aldea conocieran su rostro. Su mirada ascendió hacia su rival, éste tenía sus ojos puestos en el cielo y segundos después él también hizo lo mismo. Ambos miraron las nubes juntándose.

CIERREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora