2 - Encuentros Cercanos

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Siento que algo camina dentro de mi cabeza, lo siento por debajo de la piel, y lo siento entre mi craneo y las membranas de mi cerébro. El cuero cabelludo sigue anestesiado del lado derecho y los espamos aparecen cada vez más, a veces en mis momentos de relajación. Hoy temprano fui a visitar a mi amigo Murilo, hace rato que no lo veía. Llevo mucho tiempo encerrado en casa sin salir, simplemente me atormentan algunas apariciones que veo en los rincones de la ciudad. Siento que mi visión se ha agudizado en cuestiones de percepción sensorial, veo más allá del resto de las personas, no solo lo veo a él, sino que también hay otras cosas escondidas en la oscuridad, otras criaturas, debajo de los arboles, subidos en ellos, en los rincones sucios y con mal olor. En los lugares en donde rondan personas de malas intenciones, viciados y criminales, esos seres imposibles de ver para muchos, también los acompañan y ellos no tienen idea. Yo, lamentablemente, ya he ganado mi propia compania. Me acompaña a todas partes y todavía me artormenta, simplemente porque no sé que es lo que quiere, ni sé si está para protegerme o torturarme, tampoco sé si me quiere llevar a la muerte.

Esta mañana cuando tomé el autobús para ir hasta la casa de mi amigo me senté junto a un hombre que estaba vestido de traje y llevaba un sombrero negro también. Sinceramente, casi no le presté atención, solo me senté. Luego de unos minutos, vi que debajo de las mangas de su saco salian unos dedos cadavéricos, con una piel grisacea, casi sin venas y con unas uñas desagradables, muy largas. Respiré asustado y al hacerlo pude sentir el aliento putrefacto que salía de mi compañero de viaje. Levanté la vista para ver su rostro y lo primero que ví fueron sus dientes afilados y asquerosos, esas cicatrices horribles en su rostro, gusanos cayendole del sombrero. Era él y no me había dado cuenta! Dí un grito, lo maldije y salí corriendo a rogarle por favor al conductor que me dejara bajar en aquél lugar. El hombre creo que sintió miedo y no lo dudó demasiado, me dejó bajar allí mismo y pude salir corriendo de aquél vehiculo.


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Cuando llegué a la casa de Murilo no me animé a contarle mi historia. Jamás la creería, simplemente pensaría que estaba inventando todo y se me reiría en la cara como siempre acostumbraba a hacer cada vez que le contaba sobre ideas y proyectos que le resultaban ridículos. De cualquier manera, lo conosco desde hace mucho tiempo y esas cosas nunca me importan demasiado, lo acepto tal como es. Hablamos de cualquier otra cosa y por un momento me olvidé de lo demás. Solo antes de partir de la casa de Murilo fue que recibí un mensaje en mi teléfono celular, el cual era de un número completamente desconocido y decía: "Tal vez nos volvamos a encontrar, camino a casa". 

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