Iba camino a casa, venía de salir con un buen amigo. Transitaba por una avenida que en un punto se veía intersectada por unas vías ferroviarias. Justo antes de cruzarlas y seguir mi camino, el tren hizo acto de aparición. A paso lento pero seguro cada uno de sus vagones pasaban e interrumpían la avenida, por lo que el tráfico empezó a acumularse de ambos lados de las vías y también yo me vi forzado a esperar.
Volteando a mi derecha noté que aún faltaban muchos vagones por pasar, la verdad es que me riñé todo esto de los trenes. Atrás de mí se hallaba un largo poste de concreto. En su base había espacio para sentarse y eso hice. Giré mi cabeza un poco y pude ver a un hombre algo descuidado platicando con una mujer que al parecer había salido de su casa para atenderlo. Tras un poco de plática ella volvió a su morada. No tenía idea de quién era ese hombre ni de qué pudiera haber estado platicando.
Entonces el sujeto decidió sentarse junto a mí, así que ahora éramos dos los que habían hallado un lugar donde reposar en el poste.
—Ya se puso el tren 'eda— él se había dirigido a mí y yo lo sabía. —Sí. Ya sé.— respondí, y mientras lo hacía le volteé a ver.
Se veía como un señor ya grande, posiblemente rondando los 50. Su piel era de un tono oscuro y sus ojos también, destacaba que uno de ellos estaba rojo como si estuviera lastimado. Su aspecto era descuidado y su vestimenta andrajosa, tenía una barba la cual él claramente no había tenido el lujo de poder cuidar.
Yo sabía que era un inmigrante, siempre están en las vías del tren esperando, comiendo o mendigando. En realidad no tenga nada en contra de las personas que toman la decisión de abandonar su hogar, a veces incluso trato de darles algo de dinero.
—¿Viene de trabajar— me preguntó, parecía una persona amigable.
—No, vengo de salir con amigos. ¿De dónde es?
—De Honduras.
No sólo parecía una persona amigable, sino también alguien interesante. Yo no conocía el acento de los hondureños, es de un timbre dulce y cálido.
—Oiga, ¿y me puede dar algo de dinero para un agua? Por favor— no esperaba que no me lo pidiera así que no me lo tomé a mal. Busqué las pocas monedas que tenía en mi chamarra y se las di.
—¡Gracias!
En ese momento la señora que se había metido a su hogar salió con una botella de agua. El hombre se paró y fue por ella, le agradeció y volvió a tomar asiento conmigo.
—Ya llegó el agua, ¿'eda?— le comenté en un tono alegre y regalándole una sonrisa.
—Así es. Donde hay agua hay fe, ¡donde hay agua hay fe!— mi nuevo amigo no pudo evitar sentirse feliz y en mi mente resonaban sus palabras. ¿Qué tanto en verdad sabía yo sobre lo que es vivir?
—¿U'te' trabaja?— me dijo rompiendo el silencio que se produjo durante algunos segundos
—No, estoy en preparatoria. El próximo año entro a la universidad.
—¿Y en qué carrera piensa graduarse?
—Ingeniería en computación.
—¿Sabe cuál carrera deja dinero? Ingeniería en construcción.
—Es verdad, es verdad. ¿En qué trabajaba en Honduras?
—Era campesino, pero me parece bien que la gente quiera educarse y superarse.— mi corazón se enternecía con sus palabras que reflejaban años de duro esfuerzo, de esperanzas y sueños olvidados.
—¿Con quién más viene?
—Con ellos— me señaló a dos personas a nuestra izquierda. Después continúo hablando.
—Ya venimos de la frontera, nos hicieron regresarnos a nuestro país— en ese momento aunque no lo expresé me sentía de lo peor por el pobre hombre.
Cuando menos lo esperábamos el tren pasó completamente y el tráfico volvió a fluir por la avenida. Tuve que despedirme estrechando su mano aunque la verdad no quería irme.
—¡Qué le vaya bien!— dije.
—¡Ojalá se gradúe!— respondió con la amabilidad propia de quienes crecen y se crían en la humildad.
Continuando mi ruta a casa no pude dejar de pensar en él. ¿En verdad sé lo que es vivir? Yo creo que he tenido una experiencia limitada, me hacen falta probar tantas cosas, tanto amargas como dulce.