Perdidos

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Alguna vez hubo una semilla que se desprendió de su fruto para echar nuevos. La semilla voló por muchos valles y algunas praderas, siempre buscando algo que la llenara, algo que la encontrara, algo que la dejara de hacer sentir sola. En uno de sus recorridos, se topó con una tormenta más feroz que el viento que la había desprendido en su comienzo, del cielo oscuro sólo caían rayos y centellas, seguidos por torrentes de lluvia. No duró mucho hasta que la semilla chocó contra el suelo.

Al pasar de la noche, luego de la tempestad, la semilla pensó estar sola en un terreno desconocido, pero sola no estaba. De momento el suelo ruge y se jamaquea. La semilla se asusta y aguarda a ver lo que le espera. Muy pronto la semilla se tranquilizó, ésta realiza que el rugido provenía de la tierra quién en ese momento le ofreció cobija bajo su tierra fértil. La semilla decidió rechazar su cobija, pues no se sentía preparada, a lo cuál la tierra le dió la oportunidad de estar a su lado sin ser unidos por el vínculo de la naturaleza como fue establecida.

La semilla comparte temporadas con la tierra y las dos se enamoran, sintiendo tantos sentimientos hacia el otro, la semilla se atreve a pedirle que la tierra le ofrezca de su cobija una vez más. La tierra, con tanto amor, le aceptó su atrevimiento y de vez le confesó que esperaba con ansias ese día. La tierra cubrió a la semilla y las dos se fueron a descansar juntas nuevamente, esta vez unidas por el vínculo de la naturaleza.

Al pasar de los meses la tierra quiso ver cómo se sentía la semilla, pero la semilla no respondía, la tierra no entendía lo que había sucedido. La tierra, preocupada por su amor y única amiga, decidió checar bajo su cobija, se encontró con que la semilla ya no era, sino que se había convertido en raíces y que había crecido en algo hermoso. La tierra quiso hablarle pero no consiguió una respuesta. La tierra no se dió por vencida. Tomó la decisión de esperar.

Pasaron días, y la tierra siguió intentando, hasta que una mañana lluviosa salieron las lombrices para humedecerse y escucharon los llamados de la tierra a su amada. Los gusanos se le acercaron y le contaron que ya no serían amigas (la semilla y la tierra). La tierra les pregunto porqué y las lombrices le contestaron, así de hermosa que se vé, así de difícil que es alcanzar. Su amada semilla se había convertido en una rosa. La tierra no les quiso creer y rugió y rugió hasta que las lombrices se volvieron a sumergir en sus boquetes, y cuando giró hacia su amiga, la flor se había encorvado.

Ahora, la flor dirigida a la tierra le dice que sabía que nunca se olvidaría de ella pues fué justo luego de una noche lluviosa que se encontraron por primera vez.

DesahogosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora