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El sol brillaba como nunca, era medio día, todo estaba tan calmado, nada hacía pensar que en las siguientes horas el descontrol iba a reinar en este pequeño poblado.

Algo azul, algo viejo y algo nuevo. Julieta tenía todo listo para su matrimonio, el tan ansiado día había llegado. El amor que había sentido por años se iba a formalizar, iban a formar su tan anhelada familia y por fin se iría de las casa de sus tías, Roberta y Amelia.

Los padres de Julieta la dejaron un día al cuidado de sus tías cuando tenía 10 años y no volvieron más, pero en ocasiones llamaban, solo por esa razón aún sabía que estaban con vida.

El teléfono ubicado en la sala pocas veces sonaba, y cuando lo hacía era porque los padres de Julieta llamaban o era del trabajo de sus tías.

Roberta caminó rápido cuando escucho el teléfono, una llamada de no más de un minuto. Los padres de Julieta avisando que no podrían venir a la boda, que tenían un asunto importante que resolver.

Amelia y Roberta tenían una gran colección de libros románticos, por lo que Julieta creció toda su vida leyendo sobre el amor, como dura para siempre y que puede contra todo, sin importar las adversidades.

Siempre se pregunto porque sus padres no podían compartir el amor que se tenían con ella, se sentía invisible para ellos.

La única persona que nunca le había fallado había sido Fernando, desde que se conocieron hace 7 años siempre había estado ahí para ella, hasta en los momentos que ni ella misma se quería.

Quizás era amor o costumbre, pero no se imaginaba su vida sin ese ojimiel.

Era la encarnación de todos los libros que leía de pequeña, el hombre con el que soñaba y que jamás pensó encontrar, pero un día, y de la forma más cliché se conocieron.

Hace 7 años, cuando estaba comenzando la universidad, aún adaptándose al nuevo entorno y sus compañeros, lo conoció y no de la forma que esperaba.

Julieta iba tarde a su clase de introducción, y entre las prisas que llevaba no se percató del chico que estaba saliendo por la puerta de la sala, fue como chocar con una gran y confortante pared.

Se disculpó y ambos agacharon a recoger lo que habían tirado, unos cuantos lápices y un cuaderno, en ese momento no reconoció que eran compañeros de clase. Pero cuando miro sus ojos intensos y vio su sonrisa amistosa, supo que quería ser parte de su vida.

Nunca pensó que ese día iba a marcar un antes y un después en su destino. Hay personas que son una perdición, que te consumen de una forma indescriptible.

Para Fernando, Julieta era un huracán y también lo mejor que le había pasado en la vida.

Desde el primer día que la vio en clase, pequeña, prestando atención a cada detalle, haciendo preguntas,  una mezcla perfecta de paz y nerviosismo. No buscaba destacar, se notaba que fue con un propósito y que buscaba cumplirlo.

En el momento que chocó contra su pecho pensó que eso debió ser obra del destino.

Nunca pensó que esa chica de grandes ojos café le iba a causar tanto daño.

Liar, liarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora