A m n e s i a

49 12 0
                                    

Capítulo único.


Lo recuerdo.

Las luces de los faroles iluminando el camino por el que tal vez, nos perderíamos una vez más.

Riéndonos por cualquier cosa que pudiéramos y atravesando las solitarias calles hacía lo desconocido. Dónde el silencio nocturno se prestaba para hacernos disfrutar de la música en el auto, que cantabas eufóricamente en el copiloto, justo a mi lado.

O cuándo apartaba la vista del frente para admirarte: recostado de la puerta mientras veías anheloso cada una de las estrellas pintando el cielo. Admito que, siempre me esforcé porque no te dieras cuenta, porque sabía lo mucho que no te gustaba cuándo te miraba estando tú, tan concentrado.

Aunque para mi mala suerte, siempre me atrapabas en el acto, respondiéndome únicamente con la sonrisa más gentil y hermosa que mis ojos hayan podido ver alguna vez.

Nuestros destinos solían ser lugares apartados, donde no existía rastro alguno de la civilización.

Nunca tuviste miedo de esos bosques oscuros, ni de las supuestas criaturas que ahí habitaban...Y yo jamás te conté que ese era mi temor, pero aún así lo notaste y me tomaste de la mano sin decirme nada, enseñándome que no debía temer a lo desconocido.

Todavía puedo sentir los cosquilleos de la grama en mi piel y la fría brisa rozándola; tu mano entre la mía, pretendiendo ser una sola al momento de entrelazar nuestros dedos.

—¿No es hermoso el cielo nocturno? —me preguntaste, levantando el brazo para con la mano libre pretender que acariciabas el manto estrellado.

—Sí, lo es. Muy hermoso.

Hicimos promesas y deseamos innumerables cosas bajo la luz de luna. Dijiste que cuándo te convirtieras en el increíble dibujante que siempre quisiste ser, viviríamos en una cabaña a las afueras de la ciudad.

—¿Qué? —fue lo único que pude decir, en mi perplejidad.

—Lo que escuchaste, Hunnie. —me sonreíste nuevamente, dejando reposar el antebrazo en tu abdomen que subía y bajaba con serenidad, la misma que poseía la noche y me hacía pensar que tú también formabas parte de toda esa belleza irreal.

Recuerdo haber estado mirándote totalmente incrédulo después de comentármelo, tanto que te reíste de mí y aún avergonzado, reí contigo.

A pesar del tiempo no puedo dejar de pensar en nuestro último beso, en cómo mi imaginación fluía sin límites al cerrar los ojos cada vez que nos uníamos; suave, lento, rápido, brusco, no importaba, tú permanecías ahí.

¿Tú nos veías juntos cuándo cerrabas los ojos? Porque yo sí.

Esa vez que fui a visitarte y llevé un regalo para ti: cartas y poemas que relataban cada cosa que sentía. Pasé meses escribiendo, incontables noches dónde no conciliaba el sueño sentado en mi escritorio, sujetando el lápiz y esforzándome por tener una caligrafía ejemplar, rodeado de papeles arrugados, acompañado meramente de una esplendorosa lámpara de luz.

¿Sabes cuál fue la parte más difícil? Encontrar las palabras adecuadas; porque ninguna era capaz de dar a conocer mis emociones.

Hubo algo diferente en ti cuándo abriste la puerta, dejándome verte. No pude percibir esa singularidad tuya al recibirme y tus besos... Se sintieron diferente.

Pero estaba tan distraído, emocionado por el simple hecho de que te daría lo que tanto tiempo me había costado y creer estarías igual o más emocionado, acabé dejándolo pasar.

Amnesia •『SeBaek』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora