-Todo estará bien- trato de convencerse mientras estaba aún encerrado en el baño. Miró su reflejo en el espejo, inspeccionando su disfraz. La peluca roja y el vestido que acentuaba sus curvas, eran sus armas de esta noche.
Su objetivo era un líder de la mafia de cierta zona, debía acercarse a él y así obtener información y pruebas para llevarlo ante la justicia. Era lo único que tenía que hacer, ganarse su confianza. A pesar que ya había hecho esto en otras ocasiones, esta vez era diferente por dos razones. La primera era que aquel hombre parecía estar siempre en guardia, y la segunda, era el hombre responsable por la muerte de su familia. Si lograba obtener las pruebas que necesitaba, finalmente pagaría por sus crímenes.
Se tranquilizó y después salió del baño del club nocturno. Localizó a Kuroro, quien se encontraba en una zona privada, donde charlaba con otros hombres. Probablemente colegas, o socios.
Primero debía llamar su atención, debía ser Kuroro quién se acercará a él. Así que se subió a una de las pequeñas tarimas cercanas a la zona, bailando al ritmo de la música.
Conocía los hombres como Kuroro, sabía que buscaban una chica con la cual pasar la noche, que fuera sexy y al mismo tiempo un reto. Tenía confianza en su cuerpo, y sus pasos de baile. Usaba un vestido escotado de la espalda y que le llegaba un poco arriba de las rodillas, haciendo que sus piernas se lucieran esa noche.
Podía sentir las miradas a su alrededor, incluso uno que otro hombre tratando de llamar su atención, pero sólo había un hombre que le interesaba. Por el rabillo de sus ojos miró en dirección a Kuroro, lo estaba observando.
También notó a uno de los guardaespaldas de Kuroro ir hacia él.
-¡Oye tú!- le dijo un hombre de cabello castaño y sin cejas - acompáñame.
Kurapika bajó de la tarima y lo siguió hasta llegar a la zona privada, le hizo una seña para que pasara.
-El caballero del traje gris te solicita- dijo el hombre sin cejas.
Por un momento el rubio creyó que Kuroro había sido quien lo había llamado, pero no era así. Había un hombre gordo que había estado hablando con su objetivo, es decir el hombre del traje gris.
-Creo que se equivocan- comenzó a decirle al guardaespaldas- no soy una prostituta.
Decidió retirarse por esta noche, tal vez era lo mejor.
Pero el guardaespaldas sacó una pistola apuntando a su estómago.
-Por como te movías, diría que lo eres. Así que ve y atiende a tu cliente.
Kurapika maldijo internamente, podría vencer a este bastardo fácilmente, pero llamaría demasiado la atención. Así que se dirigió al interior de la zona privada, se acercó al sofá donde el hombre gordo estaba sentado.
-Bienvenida querida- le sonrió el hombre calvo haciéndole una invitación a sentarse a su lado. Kurapika se acercó y se sentó junto a él.
-Todo estará bien, ya otros hombres te han tocado antes, solo tienes que soportarlo- se dijo a sí mismo.
Sus ojos se cruzaron con los de Kuroro brevemente. El pelinegro lo observaba, esa mirada intensa le hacía dudar. ¿Podría ser que hubiese visto a través de su disfraz?
No, era imposible. Siempre cuidaba hasta el más mínimo detalle para no ser descubierto.
-Que bonito bailabas- dijo el hombre gordo a su lado, poniendo una mano en su cintura mientras que con la otra bebía una margarita.
