Disclaimer: AMOLAD pertenece a The snipster. Créditos de imagen e inspiración a Des Aeva.
Su cadera se mecía suavemente en una tortuosa y enigmática forma del infinito, el arete que colgaba de su vientre parecía querer hipnotizarle, sin llegar a lograr su cometido, debido a que sus ojos estaban perdidos en las hermosas joyas de su rostro; sin referirse a aquellas que lo adornaban, sus hermoso ojos brillaban más que cualquier diamante o pieza de oro que colgaba de su cuerpo, el sutil contorno rosado de aquellos orbes dorados, sólo competía con los pequeños botones erguidos de su pecho, a los cuales sin querer realmente provocarlo lo hacían, al derramar las perladas gotas de sudor del bailarín al haber continuado con su danza durante largo tiempo, en el cual él y la aristocracia no hacía más que admirarlo en silencio, mientras el tamborete resonaba, y las castañas aplaudían divertidas, convirtiendo aquel baile en algo más erótico.
Leo Splinder nunca había experimentado aquel golpeteo salvaje, de la lujuria y el encanto, la silueta de aquel hombre era realmente efímera, casi como un sueño, sus largos brazos contaban una historia que quería que tallara en su espalda, era una fina pieza de alabastro, solida, fría y lisa, sus ojos retomaban el rumbo al escuchar el chasquear de los dedos del bailarín invitándoles a seguir con la mirada el camino que el trazaba sobre su propio cuerpo, con tal sutileza como si una pluma volara a través de sus finos muslos.
Su mirada cazaba con fiereza cada uno de sus movimientos buscando ser él el suelo, o el pequeño pañolete que contorneaba su cuerpo, No podía creer que aquel cuerpo pudiera definirse de manera tan provocativa y sensual, nunca antes había admirado tanto a un Kocek, los hombres no gozaban de aquella muda y sutil fineza de los contornos femeninos, la danza debía ser el regalo más deleitable y puro de los dioses a las mujeres, las cuales con sólo un movimiento podían tener a cuanto hombre quisieran a sus pies.
—¿Le agrada mi sultán? —Una voz interrumpió sus pensamientos, el pequeño Kawhal parecía querer deshacerse de aquel joven, su voz masculina aunque intentase endulzarse jamás podría tener el timbre correcto para hacerlo sucumbir, esa pobre imitación no lo conduciría a ningún lado, Era un amplio conocedor de mujeres, faltaba sólo ver a su harem para saberlo, un hombre vestido como una no provocaba nada en su interior... excepto aquél., que continuaba meciéndose con agilidad y fineza.—Podemos definir un trato, y será suyo mi señor. No intento estafarlo, es uno de mis mejores bailarines—Acertó a decir.
Sin embargo Leo, era conocedor de que nadie en su sano juicio se desharía de oro, a menos que no lo fuera, estaba dudoso, tal vez quisiera deshacerse del joven porque suponía una competencia para él mismo o quizá debajo del velo y las finas piezas escondían alguna horrible deformación.—Ah si...—Murmuro.
Volvió la mirada hacía él fino kocek que tenía enfrente, No... no había nada de eso, todos sus músculos y formas de su cuerpo eran entallados por las prendas de seda, que por momentos dejaban a los espectadores observar más allá de lo permitido, la línea de su cadera conduciendo aquel camino en los hombres poblado pero, en aquellos dulces bailarines desprovisto de cualquier imperfección.
—¡Quinientas monedas de plata¡— Alguien grito con ansiedad y la voz quebrada por la lujuria—Se mío por favor—Suplico, subiéndose hasta la tarima donde el joven deleitaba, con aquel hombre junto a él, el sultán podía ver la real altura del bailarín.
El joven se alejo continuando su baile, cerró sus hermosos ojos, mientras contoneaba todo su cuerpo en negación, con la sonrisa más traviesa que él hubiese visto en alguien. Ni las mujeres en su Harem repleto de hermosas afroditas, había alguna que pudiera brindar aquella emoción que antecede a un juego de excitante de lujuria y placer. —¿Qué pides?—Masculló, ante el enérgico vitoreo de los presentes como si se encontraran en un burdel o una cantina, haciendo al protestante más demandante y sordo, atreviéndose a tomar desprevenido al bailarín por la muñeca.
El kawhal miraba divertido la escena, sonreía con malicia, después de todo Des Aeva se había llevado siempre las mejores ganancias, siempre elogiado y cubierto de regalos, sin fallar jamás a las propuestas y compras de su persona, y vaya que las había tenido, sin embargo el bastardo de un húngaro, con una egipcia era sólo útil en la taberna para bailar o ser tomado como un Kwhal.
El joven se movió rápidamente sin lucir impresionado, librando una pequeña batalla, tomando al hombre frente a él como parte del escenario, usándolo como un poste, lo rodeo con el largo paño de su cintura, provocándolo en cada movimiento y atándolo, dejándolo sin la capacidad de moverse. Sólo pudiendo observar como lo levantaba y lo devolvía al público con un sutil empujón de su cadera.
—¿Ahora está interesado?—Comento el dueño de la compañía de bailarines al sultán, el cual yacía con la espada en mano, dispuesto a saltar para quitar al hombre que quiso tocar a su joya. — Él ha puesto el precio muy arriba, espero ofrezca más que quinientas monedas de plata mi señor. —Murmuro con socarronería, era su única oportunidad de deshacerse de Des.
Lo odiaba, tal vez lo que más le molestaba era que el chico parecía disfrutar de bailar y provocar, era siempre festejado por su entrenador, poniendo precios exorbitantes por su favor, dejándolo escoger, seleccionar eventos, y demás... el muy maldito había caído como todos presa de los encantos del joven, sin atreverse a sobre pasarse, y aunque lo intentase la dulce muerte no lo permitiría, como con aquél sujeto Des resolvería todo con pulcritud y dulzura, sabía manejar con maestría aquella daga húngara, ocultada muy bien cerca de su cintura.
Ninguno de sus intentos por robarle la vida había resultado, él no estaba ni cerca de estar cautivado por Des, odiaba su compasión, aborrecía que fuera mejor que él, después de todo fueron criados en el mismo entorno, incluso la cuna de Des era más aborrecible que la suya, y aun así la suerte le había sonreído al de ojos ámbar y no a él, que fue obligado a tomar el trabajo aunque no lo desease, ser castrado y vendido, porque debía contribuir y cubrir una cuota para la casa, sólo esperaba un destino igual para su competencia, sólo esperaba que pudiera deshacerse de Des en la fiesta privada de la burocracia del sultán, su entrenador no tendría nada que decir si él sultán lo compraba, sólo debía venderlo bien.
—Tu peso en oro y marfil.—Propuso con una amplia sonrisa felina el sultán, algo escondían aquellas esmeraldas que miraban con ansía al bailarín.
Él cual lo miró con extrañeza y una irónica sonrisa detrás del velo que cubría su rostro, se dirigió hasta él con un ágil movimiento y algo lo cautivo en el momento que lo escuchó hablar —Planea ofenderme o halagarme.
............
créditos: Kiss Kiss - Tarkan
(Tomando la idea de Des llega este fic... raro....)
Kocek – Bailarín de danza de vientre que se transvestia en el antiguo imperio otomano.
Kawhal- Hombre transvestí del imperio egipcio. Que principalmente se dedicaba a la prostitución más que al baile.
N.A: Esto será un Short-Fic, No esperen demasiado, fue hecho en un rato de embriaguez y mucha ociosidad.
Esperando tengan un buen día se despide: Morachan
ESTÁS LEYENDO
Raqs Sharqi
FanfictionDes es un bailarín de danza árabe de una prestigiosa compañía, sin embargo los celos desenfrenados de uno de sus compañeros de entrenamiento y baile, lo llevará a la fiesta privada del sultán más astuto y al que todos temen del imperio otomano, Leo...