Encuentros de ciudad

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Encuentros de ciudad

Aquella mañana encontré un pase de colectivo

del 69, tirado en el pasillo.

En el reverso decía que te llamabas Ludmila,

que en unos meses 22 años cumplías.


Además estaba anotado tu teléfono,

en el todo sonabas como un verso.

Quedamos de encontrarnos en la ciudad,

con dulce voz, agradeciste la buena voluntad.


El sábado me buscabas despistada,

me gustó que tu prioridad no era andar alineada,

fue lo primero que note al verte llegar,

mientras acomodabas tu pelo color Chardonnay.


Tenías las suelas gastadas de patear madrugadas

y las piernas fuertes de cabalgarlas,

como ojos un par de esmeraldas

y brillaba tu sonrisa metálica.


En forma de agradecimiento me invitaste un café

entre charlas y risas, ya me olvide,

como, atrevida y llanamente, te dije:

"Acá a la vuelta conozco un hotel."


"No me enojo si me lo mostrás".

Aquella tarde mi suerte empezaba a cambiar.

Ese par de calles empezamos a vagar,

en todo el trayecto no nos dejamos de mirar.


Mientras mis besos descendían por tu vientre,

te quitaste la falda de manera, casi, inconsciente,

en ese momento supe que me iba a perder

en el dulce licor que destilaba tu piel.


El minutero dio dos vueltas completas,

la recepcionista nos timbreó de manera austera,

seguían mis manos amalgamadas a tu cintura,

sentíamos que nos conocíamos hace tiempo a esas alturas.


Al despedirnos sabíamos que el olvido no nos iba a alcanzar,

pero era difícil volvernos a cruzar.

"Si algún día perdés algún sueño

con un poema en papel, en aquel hotel, te lo devuelvo".

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