Capítulo 0

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En el orfanato y fundación "San Antonio" de Bogotá, solo se adquiría en ambiente los rumores sobre la llegada de un nuevo niño de procedencias dudosas y admisión precipitada.

El mutismo reinó en todos los niños y adolescentes que detuvieron sus actividades de receso al ver el ingreso de aquel infante protagónico de tanto escándalo precipitado por los adultos.
Francisco dejó sus pláticas televisivas para poder observar el rostro cabizbajo del niño de no más de 5 años que se dirigía en compañía de un oficial a la dirección del plantel, en donde más que un hogar, para él era una cárcel en donde se condenaba injustamente por extenso años y, en la cual dentro de poco quedaría libre. Él lo sabía y, en toda su estadía rebelde en aquella fundación, el solo se dedicó a hacerse cargo del mandato con los nuevos, porque en su mente amargada para tan corta edad por culpa del abandono mal hecho de sus padres, reinaba el pensamiento de superioridad con los nuevos y más pequeños. Francisco no se dejaría humillar por los nuevos, porque él se adelantaría a ello.

Por su parte, Brandon desconocía todo a su paso y, aún pensaba asustado, en todos los acontecimientos del ayer que estaba seguro nunca poder olvidar.
Estar rodeado de tantas personas lo agobiaba puesto que pocas veces salió al exterior, por eso prefirió seguir callado como tantas veces se le fue enseñado, y aunque su corazón martirizado en su pecho estaba nervioso y precipitado, su cuerpo seguía inmóvil y lejano a todo aquel nuevo ambiente. De sus oídos sólo percibía voces lejanas al tiempo que su cuerpo de forma automática asentía y seguía los pasos de los adultos.
Y el pequeño niño delgado solo pudo sentarse en la cama, después de que la señora firme haya abandonado el amplio espacio de las alcobas. En su cabeza se repetían las palabras de la mujer "Aquí estarás bien, y si tienes suerte y te comportas, estarás tranquilamente hasta que alguien venga a adoptarte".
Sin verlo venir, una pequeña y nueva emoción invadió su pecho disipando momentáneamente la angustia mayoritaria que le albergaba por todo lo sucedido. Y el causante de eso, fue un corto y anhelado pensamiento: “Vendrán por mí para quererme por fin”. Sacándole además una minúscula sonrisa esperanzada.

La directora y encargada del lugar se despidió del oficial al finiquitar los términos de su nuevo integrante, ella aún tenía sus quejas gubernamentales pero no podía hacer nada así que aceptó la estadía y cuidado de Brandon mientras los demás encargados hicieran su trabajo como es debido. Porque un niño en sus condiciones siempre traía problemas y, ya en su avanzada edad y con pocos años para su jubilación, solo quería evadir y huir de aquellos niños endemoniados que en sus años la agotaron y hastiaron, que hasta hoy en día lo siguen haciendo.

Con el pasar de las semanas hubo cortos inconvenientes con el nuevo integrante al plantel, pues este no colaboraba en el habla. Su aprendizaje educativo estresaba a los profesores en la primera semana y los atrasaba, sin embargo, para las trabajadoras sociales se le fue sencillo administrarles normas y horarios para con sus cosas. Pues Brandon obedecía rápido y sin berrinches a órdenes como: de ir al baño, a dormir y a comer. A las monjas también les encantaba tener a un niño tan dócil, tranquilo y callado con ellas ya que comúnmente los nuevos eran rebeldes o inquietos. Cosa que no soportaron nunca.

Y ese júbilo no pasó desapercibido para los otros niños, que se mantenían celosos por el cariño de las mujeres más amables de la institución que ahora sólo tenían que ver con aquel nuevo zarrapastroso. Y para Francisco era más que una molestia, por ello con sus acompañantes y su gran astucia para escabullirse entre los pasillos, procedieron a lastimarlo.
La ignorancia de un niño de 5 años le permitió creer en todas esas palabras hirientes, y les dio la razón, consintiendo que nuevas palabras marcarán su mente: "Estas aquí porque nadie te quiere, y nadie lo hará así que deja de soñar" "Eres débil y pequeño, y nosotros fuertes y grandes así que no intentes nada que te pueda afectar más"
Esa misma noche, en aquella habitación compartida por los niños con menor edad, sus ilusiones también murieron como la mujer que una vez quiso llamar madre.
Desde aquel día las lágrimas silenciosas le acobijaban de noche, y el miedo le advertía que debía tener cuidado para no despertar a nadie pues no quería meterse en problemas, ya que eso era exactamente lo que le traía regaños porque nunca pudo controlar su llanto. Por eso siempre intentaba comportarse lo mejor posible con los adultos. No llamar la atención para que no le castigaran siempre fue su rutina pasada y, con ella seguiría.

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